martes, 30 de noviembre de 2010

Festival Eñe (12-13Nov.Madrid) 6ª Parte

Mis compañeras se habían marchado al cara a cara que mantuvieron Juan José Armas Marcelo y Jorge Eduardo Benavides, sobre Vargas Llosa y otras pasiones. Yo me quedé en el hall de la librería, charlando con Pablo sobre "Culturamas", y alguna otra cosa literaria, entre ellas nuestro librito. Le regalé uno, claro. ¿Lo has leido Pablo? No hay prisa. Entonces, ¿lo has leído? (Risas). No, no hay prisa. En serio. Nos despedimos. Dos besos.

Subí a la quinta planta a esperar a Loli y a María. Aproveché el momento para hacer una llamada y contarle a una de mis mejores amigas mis vivencias madrileñas de las últimas 24 horas. Aproveché además para hacer alguna foto de Madrid desde uno de los ventanales del Círculo de Bellas Artes. Cuando la gente sale de la sala, mis compañeras no están allí. Sin ninguna conferencia a punto de empezar y con tiempo libre de por medio, aprovecho para acercarme a la exposición de Anagrama en la 4ª planta.

40 años de Anagrama.




Anagrama ha publicado más de 2500 títulos, desde su fundación en 1969, entre novela y ensayo. Ha localizado nuevas voces, ha rescatado clásicos del pasado siglo, etc. Una tiene muchos sueños, Anagrama tiene un lugar en ellos, sin duda.







Recorro los títulos que cuelgan de la pared. He leído algunos. Otros me los anoto. Otros los desconozco. Otros me seducen. El resto quedan pendientes. Al fondo de la sala se exhiben documentos históricos de la historia de esta editorial. Fotografío sólo cuatro:



1. Una carta mecanografiada de Tom Wolfe, dibujo incluido, fechada en 1983 y que comienza así: Dear Sr. Herralde, ¿quién teme al Bauhaus feroz? looks marvellous!


2. Una carta, escrita a mano, de Paul Auster fechada en Sept´12. 04. Comienza así: Dear Jorge, just a word to say thanks for your recient cards...


3. Una carta escrita por Patricia Highsmith, (firma como Pat Highsmith), escrita en papel del hotel Wellington de Madrid el 23 de septiembre de 1983, con letra irregular en la que puede leerse, tras agradecer la hospitalidad y amistad de Jorge, el nombre de nuestro país escrito en español e inglés: España! Spain!


4. Una carta mecanografiada, del director general de cultura popular y espectáculos fechada en el año 1971 en la que se le comunica que no es aconsejable la edición de la obra titulada: Palabras en la Habana.


A todos estos documentos le siguen unas frases escritas en un mural:


Proyecto editorial: debe ser coherente, reconocible,
riguroso, sin llegar a un estéril rigor mortis intentando imponer autores o
líneas de pensamiento, pero sin empecinarse en vías muertas.


¿Cómo editar? No hay otra receta que el entusiasmo, la
resistencia y el rigor.


Las librerías son fundamentales para la salud de un
país.


Catálogo como radiografía inapelable de una trayectoria
editorial, más allá de deseos y fantasías.


Y para finalizar la exposición, cientos de fotografías de distintos autores publicados en Anagrama. Yo me fijo en una que me llama la atención de lejos. Me acerco y sonrío. Click. Hago la foto a la foto.






Andrés Neuman y Marcos Giralt Torrente.



Vuelvo al hall de la segunda planta, a la librería. Me acerco al rincón donde se encuentra José María Merino, que nada tiene que ver conmigo más que el apellido. Tal vez algún antepasado común, quién sabe. José María está en "Letras de Plomo", imprenta de tipos metálicos. Un artesano, no encuentro mejor palabra para llamarlo después de la demostración que hizo de su maestría con la imprenta, me regaló un borrador impreso de José María Merino y después, una vez aprobado el borrador, un microcuento del mismo autor. Me mostraron cómo montan una a una las letras del texto, cómo existen varios tipos de espacio y cómo es la dedicación a este oficio. Fue una experiencia bastante gratificante asistir a esta demostración y ver cómo trabajan estos artesanos de las letras.


A las 14:30, en el bar, junto al hall donde yo me encontraba, comenzó la Cata literaria. Mauricio Wiesenthal en la lectura de textos y Telmo Rodríguez que buscaba el mejor maridaje posible con los textos intercarlos entre sorbo y sorbo. Vino y literatura. Dos placeres totalmente compatibles. Telmo levanta la copa y muestra un vino color escarlata. Los camareros sirven al público. Uno de ellos me trae una copa, grande, con el mismo vino que Telmo comenta. Minutos antes ha hablado del vino de Málaga, del vino dulce, del moscatel, de nuestras uvas. Hubiera preferido esa cata. Soy de vino dulce y de ningún otro. En esto me considero muy malagueña. Pruebo el vino escarlata. Creo que es del norte. Telmo nos habla de su origen mientras yo mojo los labios y lo saboreo y pongo esa misma cara que ponía cuando tomaba jarabe de niña. Observo a la gente disfrutarlo, saborearlo, olerlo, mecerlo en la copa... yo sólo busco un hueco para esconderme y poder soltarla. No me gusta el vino. Lo confieso. Mi paladar sólo admite cosas dulces. Y este vino no lo es.

Al fin aparecen mis compañeras. Le cedo la copa a Loli. La huele, la mece, la saborea. ¡Buenísmo! -exclama. Y yo quisiera haberlo disfrutado así, pero me resulta imposible. Se lo regalo. Lo agradece. Nos dirigimos a la firma de libros de Ricardo Menéndez Salmón. Loli y María vienen de su conferencia con Manuel Calderón, director de cultura del diario La Razón. Ricardo firma ejemplares. Nuestro librito, álbum de familia, está sobre la mesa. Loli se lo ha regalado. Ahora busca una copa para él, pero ya han dejado de servir vino. Nos despedimos. En un par de semanas estará en Málaga. Loli irá a verlo. Yo estaré trabajando. Prefiero no pensarlo. Disfruto de mis vacaciones, que a punto están de expirar.

Son las 15:30. Aún no hemos comido. Buscamos un sitio cercano. "Los Pinchitos". El bar está vacío, nos sirven rápido. Tres hombres dentro de la barra. Nos sirven una tapa, nos ofrecen lotería y nos ponen de comer en un plis plas. Sándwich y bocatas, no hay tiempo de más. A las 16h en el salón Fernando de Rojas nos espera Almudena Grandes. Ninguna somos grandes fans, pero no queremos perdérnosla. María no protestes. Al final fuímos las tres. Me encuentro de nuevo con Pablo. Se ha quedado sin redactora. Almudena es su última conferencia. Le pregunto si no se quedará a la de Neuman. Dice que no. Nos despedimos. Hasta pronto. Sonrisas.

La conferencias podría haberse llamado como una sección de revista o radio: "Pregúntale a Almudena". Tanto el público presente como el público que había enviado sus preguntas a través de la página web, se dedicaron a preguntar a Almudena por sus libros, su manera de escribir, sus manías o la época en que transcurren sus novelas. Era la primera vez que veía a Almudena en persona. La primera vez que acudía a una de sus conferencias. Confieso además que no me he leído ninguno de sus libros. Quiero salir de la conferencia, como salí de la de Espido, convencida de que quiero leer sus libros. Todos. Comienza diciendo que al principio escribía por donde la escritura la llevara. Soía llevar un cuaderno y anotaba alguna ocurrencia en él, pero más tarde trabajó con los cuadernos de manera sistemática. Con cada novela, confiesa, empieza un cuaderno. En él escribe la historia de los personajes, sus peripecias, los hechos que unen unos con otros, la estructura de la novela, etc. Cuando tiene la estructura resuelta, sólo en ese momento empieza a escribir. El cuaderno la acompaña todo el libro. Desde el cuaderno la historia se ve de lejos y aunque no cambie la idea de la novela, sí hay opción de cambiar alguna cosa, como por ejemplo algún personaje que era débil se vuelve fuerte o viceversa.

Almudena dice que generalmente escribe lo que quiere escribir. Cuando escribo soy Dios, dice, y no se me amotinan los personajes. Hacen lo que yo quiero. Hubo un tiempo en el que se me amotinaban, pero ya no me ocurre, prosigue. Después nos suelta una frase de Tolstoi, de Guerra y Paz: Muchas veces las batallas las deciden las cosas pequeñas.

- Tolstoi también decía que en una novela el estilo más vale que sea limpio que brillante -señala.

- Los novelistas del siglo XIX eran los que sabían, lo más sabios, los maestros del género, pero yo me ciño a Benito Pérez Galdós. Es el segundo escritor, tras Cervantes, más importante de la narrativa española.

- Olvidar es conocer.

- La literatura ayuda a conocer un proceso histórico determinado porque genera una emoción y una implicación del lector que un libro de historia.

Almudena habla segura. Su voz es grave. Alta. Grande. En sus novelas siempre aparece la historia contemporánea, aunque ella estudió prehistoria, la temática de la guerra civil es recurrente en sus últimas novelas. Se trata de una serie de seis, pero no se siguen. En una de las novelas un personaje secundario o que se nombra, puede ser protagonista en otra de sus novelas, por ejemplo. Alguien le pregunta por el Sahara y la conversación se vuelve seria y el público aplaude. Yo me dedico a firmarle nuestro librito por si tengo ocasión de dárselo. Intuyo que con ella no habrá foto.

- No se puede hablar de cine en literatura. Hay que hablar de películas y novelas -responde a la pregunta de alguien. Después comenta que no le gustó Las edades de Lulú en el cine. La visión que hizo Bigas no coincide ni con ella ni con su novela. Se va a pensar mucho vender sus derechos al cine y jamás se los venderá a un productor. Tal vez a un director o a un actor, pero a un productor jamás.

Alguien le pregunta quién lee los borradores de sus novelas. Ella contesta que mientras escribe no deja que lo lea nadie. Cuando la termina se la da a su marido y luego tiene varios filtros, entre ellos su editor que le da su opinión de lector, su hermana y su tía Lola. Todos buenos lectores, pero con distinta relación para con ella. Hasta que no recibe impresiones de ese grupo no se atreve a corregir. En la primera corrección apenas corrige nada. La deja descansar 3 meses y entonces corrigeun 20% y luego hay otra especie de comité, su amigo Chus que es poeta y otros amigos. Y entonces hace una tercera corrección.

- Escribo sólo una versión -responde a otra pregunta- empiezo en orden desde la primera página hasta la última. Si no encuentro una palabra me paro y no sigo hasta encontrarla. Escribo una media de 6 horas al día y produzco poco, apenas folio y medio si tengo un buen día. Al final de la novela trabajo unas once horas y escribo diez folios. Fumo y relee. Siempre releo desde el punto anterior y corrijo, corrijo y corrijo mientras escribo y eso forma parte de mi jornada laboral, el reescribir.

- Mis primeros cinco libros, 4 novelas y 1 libro de cuentos no se parecían en nada, pero con el tiempo me he dado cuenta de que contaban parte de la misma historia. Me dedique´ pues a escribir sobre mi generación. Cuando no tuve más que contar, paré. Los aires difíciles es la bisagra en que se puede doblar mi obra por la mitad.

- La fuente de inspiración de todo autor es la memoria -Con esta frase finaliza la conferencia.

Me cruzo con Almudena por el hall de la librería, nada más salir, antes de que la entrevisten y le regalo álbum de familia. Lo acepta encantada. La entrevistan y yo espero mi turno para que me firme Inés y la alegría, para un amigo de María, de Argentina. María y Loli se salieron antes de que finalizara la conferencia. Habían quedado con un amigo. Almudena toma asiento. Soy la tercera en la cola. Deja álbum de familia a su lado y comienza a firmar. Detrás mía se forma una cola. Cuando va a firmarme el libro me saluda y señala nuestro librito y sonríe. Comenta que en Argentina también se ha publicado su libro. Vuelve a agradecerme el regalo del librito. Nos despedimos.



Almudena Grandes


Aún falta un rato para la próxima conferencia, así que me dedico a vagabundear por el hall de la librería. Entro al servicio. Anoto frases. Me siento. Me levanto. Me paseo por el bar. Vuelvo al servicio a refrescarme las manos. Salgo. Tropiezo de frente con una muchacha de ojos vivos y sonrisa serena. Pelo oscuro.

- ¡Espido! -exclamo emocionada.



Continuará...




I.M.G.



Nota: Fotos propiedad de I. Merino González.































































domingo, 28 de noviembre de 2010

Festival Eñe (12-13Nov.Madrid) 5ª Parte

Sábado 13 de noviembre. Madrid amaneció con el cielo cubierto de nubarrones curiosos, sin ánimo de descarga, pero sólidos y nada huidizos. Quietos. Con el viento a su favor. Eran las 9 y media cuando cruzamos una calle Alcalá silenciosa, vacía, serena. Sin coches.




Llegamos al Hotel de las Letras, en Gran Vía y dimos nuestro nombre. Estábamos en la lista. Subimos las escaleras admirando los azulejos de colores y las pinturas de las paredes. Paramos a hacer alguna foto. En la primera planta tenía lugar el desayuno buffet de los escritores, ponentes, lectores, público y organizadores del festival Eñe. Buscamos un hueco en una de las mesas a compartir. Un poeta leía en voz alta. Un pianista tocaba. Unas mesas redondas exhibían las exquisiteces del desayuno. No vimos a ningún escritor conocido. Por las enormes cristaleras vimos el despertar dominical de la Gran Vía. Minutos más tarde, paseábamos por ella hasta la Plaza de Callao, donde en un conocido centro comercial adquirimos algún libro. De vuelta, ya en sentido contrario, nos encontramos con una cola paralizadora. Paralizadora porque quien pasaba ante ella se paraba para tratar de averiguar dónde comenzaba y dónde terminaba y qué nos perdíamos el resto de viandantes para no acoplarnos a ella. La cosa resultó sencilla: Doña Manolita. Administración de Lotería. Si no lo hubiera visto con mis propios ojos, habría pensado que se trataba de alguna argucia publicitaria del establecimiento.

En esta foto se puede ver sólo parte de esa larga cola o fila india o como se le quiera llamar. El principio de la cola estaba en Doña Manolita, el fin no se veía, probablemente llegaba hasta Sol. ¿Exageración? Tal vez, pero seguro que a mediodía podría llegar hasta allí. Eran sólo las 10 y pico de la mañana de un domingo fresquete y sin sol y allí estaba toda aquella gente, dependiente de su ilusión.

Nos paramos a conversar con un lotero ambulante que vendía en la puerta de Doña Manolita, llamado José. Vendía números de la propia administración, en su misma puerta, por tan sólo dos euros más, pero la gente prefería aguardar la cola. Extraña superstición la de la gente. Eso pensé. Loli y yo le compramos a José mientras él nos contaba el tiempo que pasó en Andalucía viviendo y nos deseaba la mayor de las suertes. La primera conferencia de la mañana era a las 11:30 y si seguíamos la charla con el pizpireto José, se planteaba seria la puntualidad a la misma.


Nos despedimos prometiendo volver si éramos agraciadas con los números que escogimos. Compramos uno para nosotras y otro diferente para nuestro grupo puntoyseguido. Al final todos le damos una oportunidad a la suerte y de alguna manera creemos en ella. Cuando nos falla, en el sentido más material, nos apoyamos en la que nos acompaña, en la cotidiana y al final nos encontramos felices con lo que tenemos. Qué suerte.

Cuando pasamos por delante del Hotel de las Letras nos encontramos a Garriga Vela y a Juan Bonilla, ordenadores en manos, peinados, acicalados, despidiéndose de Madrid y de paso de nosotras. Nos preguntan por el desayuno y le contamos. Reímos. Nos comentan que ya se marchan. Nos lamentamos. Garriga me deja un mensaje para Andrés Neuman. La conferencia de Andrés es la última, a medianoche, hora de brujos. Él nos tiene preparado un numerito que hace gala de esas horas. Nos despedimos de Garriga y de Juan y de camino al Círculo de Bellas Artes comentamos qué fácil debe ser, a veces, ser hombre. Nuestras maletas están a tope, con más ropa que si fuésemos a estar una semana en Madrid, los "porsis" se han venido con nosotras. Los hombre, en este caso Garriga y Juan, no llevan ningún "porsi" a cuestas. Su equipaje lo llevan en los bolsillos. El nuestro viaja sobre ruedas y aún así, pesa. Y mucho.


Llegamos al Círculo de Bellas Artes con la conferencia de Isabel Muñoz empezada. Sala Fernando de Rojas. 2ªPlanta. Nuestra compañera María nos espera allí. Isabel Muñoz y Doménico Chiappe hablarán del magnífico trabajo fotográfico de Isabel. que es dueña de un lenguaje visual único con el que ha irrumpido tanto en la fotografía artística como en el reportaje periodístico. Doménico y ella charlan sobre el oficio, los viajes, el testimonio y el compromiso. Detrás de ellos, en una gran pantalla, se exhiben distintos trabajos de la artista.


Isabel habla de sus fotografías, de los peligros que la han acechado en algunos destinos no recomendables, en la naturalidad de la gente de calle que ha posado para ella, de los desnudos, de las sonrisas, de los sueños. Y cuando dice sueños me viene a la mente uno de los que he tenido esta noche. Me pongo a escribir sobre él, a oscuras, en plena conferencia. Creo en mis sueños. Tienen parte de realidad. A veces me avisan de algo, pero sólo me ocurre con gente muy especial para mí. Esta ha sido una de esas noches. Me planteo llamar a esta persona. Es muy importante para mí. El móvil están en silencio. La sala llena de gente. La voz de Isabel es pausada, aterciopelada, dulce. Recreo el sueño en mi mente mientras se suceden una tras otra una serie de fotografías de un poblado africano. El sueño ha sido bueno, bonito. No hay que molestar a la felicidad. Que esté bien es lo importante y el sueño me dice que lo está. Eso me tranquiliza. Apago el móvil. Sonrío. Puedo verla sonreír. Sigo oyendo a Isabel.

Cuando la conferencia termina salimos a la zona de la librería y deambulamos por allí hasta que me encuentro con Isabel, a la que se acercan a saludar. Me acerco a darle un libro de álbum de familia y lo acoge encantada. Me pide que la siga, para hacernos una foto. Entra en la zona de libros, donde firman los autores. Una responsable de la organización me para, Isabel le dice que voy con ella. Me dejan pasar. Justo antes de sentarse a firmar su libro Obras Maestras, donde aparecen muchas de las fotografías que hemos visto en la conferencia, nos hacemos una fotos. Charlamos de algo poco trascendental. Sonreímos y nos despedimos con dos besos. Es de esas personas que cuando te hablan, te tranquilizan, te dan paz.

12:30. Sala Fernando de Rojas. Esther y Óscar Tusquets. Un mano a mano literario.
Los hermanos Tusquets cambiaron el panorama editorial de la España de los sesenta y fundaron Lumen y Tusquets. Hoy querían trazarnos un mapa del mundo y la escritura. Entro en la conferencia acordándome de mi amigo y compañero Pedro Rojano. Me ha señalado, que especialmente esta conferencia no debo perdérmela, ni la ocasión de regalarle un libro a los Tusquets. Tomo asiento en mitad del patio de butacas. Me llama la atención la edad de los hermanos, sobre todo la de Esther. Es una abuela, pienso, una abuela seria. Al final de la jornada pienso, es una abuela que ha vivido, una mujer que ha luchado, una abanderada, una abuela entrañable y socarrona, viva, con tantas historias que contar. Me pasaría horas oyéndola. Óscar no es menos atrevido que su hermana. Se lanzan quejas, recuerdos, chismes, rememoran, ríen, se piropean. Justo lo que hacen dos hermanos que se quieren, cuando tienen que hablar uno del otro.



Al principio me cuesta un poco entenderlos, tienen marcado acento catalán, luego se difumina y castellaniza o tal vez mis oídos se acostumbran a oírlos. Hablan de la España de los cincuenta, sesenta y setenta, de la literatura de entonces, de las editoriales de entonces. Y yo pienso que estoy muy verde y que tengo mucho que aprender. Tantos años dedicada a las ciencias me ha hecho perder mucho mundo literario. A veces pienso que he llegado muy tarde a "esto", pero es lo que quería. Es aquí donde quiero estar. Aquí y ahora. Sigue la conferencia. Los hermanos cuentan cómo partieron de cero en el tema editorial y cómo la ingenuidad al comienzo marcó sus pasos en este mundillo. Surgen en sus memorias, y así nos transmiten, las primeras ilustraciones, las primeras fotografías que les dio la idea del libro donde la fotografía y el texto ruvieran la misma importancia. Se mostraron muy interesados en sus comienzos por Vargas Llosa, Cela, etc. Óscar arropa a Esther con un bonito gesto de hermano. Ambos se interrumpen al hablar. Las anécdotas se suceden una tras otra. El público ríe divertido. Yo río también.

Comentan que el mundo literario ha cambiado tanto como el arquitectónico. Cuentan cómo en sus comienzos quisieron editar un libro de Samuel Becket y justo enmedio de las negociaciones le dieron el Nobel. Redactaron nuevos acuerdos y cambiaron las condiciones de contratación ya que ahora la puja por él sería importante. El editor de Becket les dijo que todo seguía como antes del Nobel, porque la literatura de Becket no había cambiado. Esto ahora es impensable, dijeron. Entonces, se sintieron horteras. Samuel Becket no le dio ninguna importancia al Nobel. Un tío antisistema y el sistema premia a los antisistemas. Esther interviene para decir que tiene la disciplina de leer poco los periódicos. Se hablan entre ellos, sin mirar apenas al público. ESther interviene lo justo, pero cuando lo hace, el público ríe. Es seria, con un humor peculiar. De repente me acuerdo del humorista Eugenio. Sólo tienen en común el catalán, pero también era un serio que hacía reír. Esther es cínica. Dice que el halago es contranatura en Cataluña y que lo que está bien no hace falta decirlo porque ya se sabe.

Óscar dice que la mayoría de los libros de Esther son autobiográficos. Ha explicado sus vivencias, la de sus amigos, familiares o conocidos. Un escritor hace eso por regla general, comenta. Esther dice que un autor no está en el argumento de su obra si no en su coma. Dice que es muy perezosa para documentarse y hacer ficheros. Me da pereza, dice, y miedo de esqcribir sobre algo que no conozco. Un autor está mucho más en sus novelas que en sus biografías. Por eso prefiere mil veces la ficción a la biografía. Cuando cuentas una anécdota una y otra vez del pasado, la conviertes en historia y ya se puede contar en un libro. Mi hermano, dice, acabará escribiendo ficción. La gente, prosigue, confunde intimidad con sexualidad. La intimidad es una cosa distinta a contar con qué señor te has acostado. Ahora estoy entusiasmanda con la escritura porque es una de las cosas que dan placer y que se pueden hacer hasta tarde, no importan los años, como el póquer, no el bingo, ese es un sucedáneo, explica mientras reímos. Sólo escribo aquello que pienso que sólo yo puedo escribir. Si algo no me interesa, no puedo escribirlo. Siempre será más bueno lo que te interese a ti contar, lo que va contigo.

ESther y Óscar comienzan a discutir, porque Óscar dice que no la entiende. Hablan de un homenaje que le hicieron a Esther por su 70 cumpleaños y también de la sexualidad de ella. Ella dice que para no dar ninguna explicación a nadie dice que es bisexual y punto. Comenta que algún marido de sus amigas no han podido terminar sus libros por inmorales. Se lo comentó alguna amiga del bridge, donde, según ella, hay gente horrible. Tener un hombre con el que no te aburres es maravilloso, dice riendo. El único hombre con el que no me aburro es con mi hermano Óscar. Es repelente, porque todo lo hace bien y yo todo lo hago mal. Soy tacaña con la ropa, parezco una zarrapastrosa si me visto con algo caro, conduzco mal, nado como un pato... Volvemos a reír.

Óscar puntualiza que no recuerdan las cosas igual y que por eso con los recuerdos nunca se ponen de acuerdo. Esther se queja de que Memorias de una vieja indigna debían haberlo escrito juntos pero que ella es muy rápida y él necesitaba un año y por eso no lo esperó. Ahora quieren hacer algo juntos. Hablan del proyecto. Y de ahí pasan nuevamente a los recuerdos, contando anécdotas de su infancia que no recuerdan de la misma manera. La visión de Esther nos hace reír, la de Óscar nos emociona. Esther comenta que su madre fue su gran trauma. Óscar cuenta que su madre fue su gran amor. A partir de ese momento, la madre de los Tusquets se hace con la sala, se eleva como protagonista, sus anécdotas se nos clavan y se vienen con nosotros. Ya no podré a olvidar a esa mujer nunca. Me recuerda a la madre de la protagonista de uno de mis cuentos. Lauren Bacall la interpretaría como nadie, pienso. Ellos dicen que Marlen Dietrich sería pefecta para encarnarla. Su madre tenía un humor cruel, era egoísta, injusta sin límites, pero a la vez interesante. Y así, esta señora que no sabemos si descansa o no en paz, vuelve a cobrar vida entre nosotros y la vemos pasear por el escenario, delante de sus hijos, contando sus propias historias tal como ella las vivió.

¿Qué les diría a alguien que quisiera ser editor? -alguien formula esa última pregunta. Toma la palabra Esther y dice: Que hiciera otra cosa, a no ser que fuera una loquísima pasión. Actualmente no le recomendaría a nadie que pusiera una editorial.

El público aplaude y comienza a salir. Yo, en dirección contraria, por el pasillo principal me acerco a saludar a Esther Tusquets, que acaba de bajar del escenario. Me saluda sonriente y siento ganas de abrazarla, pero me contengo. Es una abuela. Tengo debilidad por las abuelas. Me acuerdo de las mías y sin querer me emociono. Le regalo álbum de familia y lo acepta encantada. Mis compañeras se salieron de la conferencia para acudir a otra. Yo me quedé hasta el final. Miro a mi alrededor por si alguien puede fotografiarnos juntas. Pasa Óscar Tusquets. Un chico alto, rubio, guapo y sonriente se ofrece. Es el fotógrafo que me hizo la foto con María Tena justo la tarde anterior. Nos sonreímos cómplices. Le alargo la cámara. Está sin flash. Hay que repetirla. Esther sonríe paciente y se lo agradezco. Nos despedimos tras la foto. La veo salir, con nuestro libro en la mano. Avanzo por el pasillo con el fotógrafo. Le pregunto su nombre: Pablo.







Continuará...



I.M.G.


jueves, 25 de noviembre de 2010

Festival Eñe (12-13 Nov. Madrid) 4ª Parte

21:30h. Viernes 12 de Noviembre. 5ª Planta. Sala María Zambrano. Conferencia Exprés sobre un tema polémico: ¿Se puede aprender a ser escritor? ¿Sirven para algo los talleres literarios? ¿El talento nace o se hace?

La escritora, profesora de literatura, miembro del cuerpo superior de administradores civiles del estado y finalista del premio primavera 2010, María Tena, contaba con 30 minutos para hablarnos de todo ello.

Loli y yo nos sentamos en última fila. No soy persona de últimas filas, sino más bien de primeras, pero teniendo en cuenta que a las diez debíamos salir pitando para la conferencia de Juan Bonilla, lo más lógico era sentarnos al final para no molestar a nadie si teníamos que salirnos antes.

Este tema me interesaba especialmente por lo que mi atención era toda de esta mujer que desde que tenía diez años vive con Antonio Machado en su mesilla.

Atravesó la sala agarrada a una muleta, sin dejar de sonreir con la boca, con los ojos y las mejillas. Diríase que una gran sonrisa recorrió la sala desde la puerta hasta la silla en la que minutos antes se sentaba Patricio Pron. Mientras hacían un recorrido breve por su extenso currículum ella seguía sonriendo y con los ojos entrecerrados parecía mirarnos uno a uno y decirnos: encantada de conocerte. Tal era su semblante. Encantador.

- En este oficio, de escritor, nos hacemos continuamente preguntas, más que obtener respuestas -comenzó diciendo.

Después añadió con rotundidad: NO se puede aprender a ser escritor.

- Hay que tener una previa predisposición o talento o haber tenido mucha lectura en casa, pero en realidad viene de nacimiento. NO se puede aprender de la nada a ser escritor. Ser escritor es una tarea muy pesada. A pesar de ello se tiene que intentar. Se pueden aprender técnicas.

- ¿Por qué queremos ser escritores? -lanza la pregunta al aire y la masticamos y antes de escupirla, ella se contesta, NOS contesta: Porque queremos serlo. Porque es un impulso, a pesar del camino de altibajos, del camino solitario, del duro camino. El impulso es el deseo. Compensa lo que te apasiona. La escritura tiene que ser un deseo y no sólo de un momento, hay que sostenerlo. Los escritores somos los que mantenemos ese primer deseo de ser escritor. La escritura es como un matrimonio. Hay que seguir casado con ella. A veces te pone los cuernos, o se va, etc, etc, pero hay que aguantar todo eso para ser escritor. Eso no es una técnica ni se puede dar en un taller literario. Esa pasión dura toda la vida.

Por un momento el silencio se hace dueño de la sala mientras ella vuelve a sonreír sin dejar de mirarnos. Bebe un sorbo de agua y prosigue:

- Para ser un buen escritor hay que estar solo. Hay que tener constancia, paciencia, disciplina gusto por la soledad.

Desde mi posición veo algunas cabezas, que como la mía, asiente. La mayoría de los que estamos allí somos unos solitarios en realidad, pienso. Y pienso en las horas que paso sola con mi ordenador, con mis letras, con mis libros. Y María sigue hablando:

- En los talleres damos el golpecito en la espalda que necesitamos para seguir. El escritor nace para ser leído. Yo escribía sin parar: poesía, cuentos, trozos de novelas... y me apunté a un curso de Luis Landero. Luis Landero no cree en los talleres. Luis me dijo que no iba a decirme si yo escribía bien o mal, me dijo que teniendo esa pasión que tenía por escribir, tenía que dedicarme a la escritura y hacerlo en serio y comprometerme. Y desde hace 7 años escribo pase lo que pase. Es importante ese golpecito en la espalda.

- Una cosa que paraliza a los escritores es el respeto a la literatura. ¿Qué aporto yo?, se pregunta el escritor. Soy una hormiga al lado de tantos gigantes, piensa. Ese exceso de responsabilidad te lo tienen que poner en tu sitio. Todos los que escriben y leen mucho pueden escribir y acabar escribiendo algo decente. Todos tenemos algo que contar. Todos tenemos unas huellas, algo propiamente nuestro y si lo sabemos expresar bien podemos escribir algo muy digno. Tenemos que creer en nosotros mismos. En los talleres te tienen que hacer creer en ti. También a ser humildes y a no quedarnos en la primera escritura. Vila Matas dijo: Si alguna cosa se jodió en los escritores es la moral de tomárselo en serio. La humildad es muy importante. Hay que pasar muchas horas delante del papel. El talento es una larga paciencia. Así pues, lo más importante que debe poseer un escritor es paciencia y humildad. Donde hay humildad hay saber. Donde hay soberbia, no hay aprendizaje y te lleva al fracaso. Los escritores siempre tenemos que aprender porque a la vuelta de la esquina está el fracaso.

- No hay que tener prisa, ahí es cuando se mete la pata. Hay que tener paciencia y tomárselo muy en serio. El mejor taller para escribir es la lectura. Soy muy partidaria del plagio para aprender los trucos de los grandes autores, de los clásicos sobre todo, pero también de los contemporáneos. Os recomiendo leer El gran Gatsby de Scott Girzgerald u Otra vuelta de tuerca, de Henry James. Hay que aprender de ellos, de los grandes.

Este verano me leí Otra vuelta de Tuerca, pero ahora me la apunto para su relectura. Interesante.

- El primer texto nunca funciona -prosigue- hay que ir párrafo por párrafo y escribir treinta borradores. Los detalles son importantísimos. Hay que ser atrevidos y desmesurados pero negociar con la realidad, con lo concreto. Hay que evitar dar moralina. Hay que saber contar lo concreto y mostrar al lector y que él se crea esa falacia que le estás contando. No hay prisa. Nuestra obra es lo que queda, démosle tiempo, que no nos quede una chapuza.

Loli mira el reloj. Son casi las diez. Juan Bonilla debe estar llegando a la quinta planta, dirigiéndose hacia la sala Valle Inclán para dar su conferencia. Tengo hambre. Es hora de cenar. Loli me susurra que se marcha a ver a Juan. Yo le contesto que me quedo con María. La conferencia es demasiado interesante como para dejarla a la mitad. Me quedo sola en la última fila, con toda la atención puesta en las palabras de María, sonriendo sin darme cuenta.

- Teneis que hacer una lista de imágenes porque la inspiración es una tortura. La imaginación y la memoria están hechas de imágenes. Hay que revolver la memoria y deformarla. Tenemos que manipular la propia realidad. La realidad de verdad no hay que contarla. También hay que seleccionar. Si metemos demasiadas cosas inverosímiles juntas, no funciona. Lo que debemos hacer es mezclar las imágenes de la realidad porque ésta por sí sola no funciona. Hay que meter la mano en la memoria y sacar una imagen y cmo una piedra o una madera, hay que trabajarla y manipular los recuerdos. Es muy útil hacer los ejercicios de "Yo me acuerdo". El esmero es el único deber moral del escritor. No debemos retrasar el momento de escribir. Tampoco hay que esperar milagros. Debemos entrar en el conflicto directamente y evitar las florituras, así como evitar las personas reales. Meted al personaje en un conflicto. No aburrais al lector. No expliquéis. Mostrad. Dedicad tiempo a las escenas de tensión. Los escritores no resumimos.

Miro a mi alrededor un segundo, mientras escribo en mi cuaderno cuanto dice María Tena. La mayoría también escribe o trata de memorizar lo que oye.

- Dejad respirar a los personajes. Dejaos aconsejar. Preocuparos de escribir el mejor libro que podais.

La sala estalla en aplausos. Yo cojo el boli y lo aprieto entre los labios, apoyo el cuaderno en mis rodillas, y aplaudo con ganas. La gente se levanta y comienza a marcharse, yo me acerco a saludar a María. Le doy la enhorabuena por la conferencia. Ella no deja de sonreir y sigue contagiándome. En algún momento de nuestra charla le regalo nuestro librito de álbum de familia. Se muestra encantada e ilusionada y me pide que le cuente de qué se trata. Y le explico. Y le hablo de las fotos del interior y de cómo surgieron las historias. Nos despedimos con dos besos. Me quiero llevar una foto conmigo. Miro a mi alrededor. Un chico alto, rubio, guapo, con barbita, se ofrece a sacarnos la foto. Le doy mi cámara. Está quitado el flash y sale borrosa. El chico se ofrece a hacerla él con su cámara. Es una cámara grande, profesional. Sonrío, se lo agradezco y le digo: ¿y cómo la consigo después yo?. Él sonríe a su vez y me dice que me la enviará. Me fío pero quiero tener la foto en mi cámara y llevármela conmigo. Le agradezco el gesto de nuevo y le ofrezco mi cámara. Por favor, con la mía. Él la cojo, enfoca y dispara. Salimos muy risueñas. Le doy las gracias a los dos, a María y al fotógrafo, atravieso la sala y salgo precipitadamente. Subo las escaleras corriendo, directa a la sala Valle Inclán, donde fue la conferencia de Garriga. En primera fila están mis compañeras.


22h. Viernes 12. 5ª Planta. Sala Valle Inclán. Conferencia Exprés. Juan Bonilla. Tema: Ambiciones Desmedidas.


Juan está nervioso. Sus manos tiemblan sobre el papel antes de comenzar a hablar. Se disculpa por traer su discurso escrito. Es tímido. Los que lo hemos visto más veces lo sabemos, los que lo ven por vez primera lo descubren enseguida. Le tiembla un poco la voz. Lo reconoce. Se excusa nuevamente y nos dice que si no trajera el discurso escrito, la conferencia sería incomprensible porque tartamudearía y sólo diría palabras atropelladas y vocales interminables e indecisas. Comenta que escribe como un niño educado, piensa como un niño y habla como un niño también. El tema que debe abordar es interesante, pero a esta hora nos resulta un poco cansino. Tomo poca nota, es más interesante oír cómo cuenta que Maiakovski pensaba que el poema podía cambiar la vida de los otros o cómo Gottfried Benn pretendía que sus poemas fueran capaces de devolver a las tabernas a quienes se hubiesen jurado no probar una gota más de alcohol. Neruda dijo que un poema podía hacer caer un régimen. La ambición desmedia y sus fracasos. Habla de Albatros y de cómo poetas o escritores de sensibilidad extrema en la escritura, en su vida real eran tiranos. Después comenta que escribir para que te quieran más es comedido o se ajusta mejor a las posibilidades de un poeta. El propósito esencial de la poesía es cambiar la vida. No hay que hacer inmortal al poeta sino al lector.


Lee pausadamente, hace algún comentario mirando al público y vuelca de nuevo la vista en los folios. Anoto alguna cosa: Hay que matar el claro de Luna. Contradecirse es vivir.


Cierro mi cuaderno. Lo guardo en el bolso. Juan deja los folios y se pone a hablar porque ha dejado un hueco en blanco para la improvisación. Habla de la vida de Maiakovski. Me fijo en sus manos. Tiemblan. También sus párpados. Sus mejillas están tensas. Cuando sonríe hace una mueca. Me parece atractivo. Su inseguridad al hablar, también. Deberían editar un libro con todos sus discursos. Es realmente bueno.


Cuando termina la conferencia nos acercamos a saludarlo. Se alegra de vernos. Nos recibe con una sonrisa. A él, como a Garriga, no le damos un ejemplar de álbum de familia, porque lo tienen de hace tiempo. Conversa con Loli, que es quien más lo conoce. Le contamos algo de Garriga. Al final, nos hacemos una foto. Fernando Paz, Director de Desarrollo de La Fábrica Editorial, se ofrece a hacerla.

María Tena, Juan Bonilla, Marcos Giralt Torrente y Patricio Pron, con nosotras.

Bajamos los cinco pisos y decidimos dar el viernes literario por finalizado. Sin quitarnos la chapa, como si lleváramos el backstage de un concierto colgado al cuello, tiramos para la zona de Huertas. María fuma un cigarro. Loli habla sobre Bonilla. Yo respiro el aire de Madrid, tan diferente al malagueño. Hace frío, pero no molesta, no cala los huesos. Llegamos a una calle donde acaba de comenzar "la marcha" de los viernes. Alguien nos ofrece un descuento en copas, alguien nos pregunta por un bareto. Nosotras sólo queremos cenar algo en un lugar tranquilo. Lo encontramos cerca. Procuramos que la cena no sea muy pesada. Recorremos distintos instantes del día, desde la llegada a la estación Zambrano por la mañana temprano, hasta la llegada a Atocha, la odisea de las entradas, las chapas con la coma, y las distintas conferencias a las que hemos tenido la suerte de acudir. Se nos han quedado muchas atrás, pero muchas otras llegarán nada más empezar el día siguiente. El sábado 13 de noviembre promete, comenzando por un buen desayuno en el Hotel de las Letras, en Gran Vía, junto a escritores, a organizadores del festival, etc etc. Pero antes, nos despedimos de María, subimos al Hostal y en un santiamén, el que dista entre la ducha, el pijama y las llamadas a casa, nos ponemos a escribir una crónica para nuestro grupo puntoyseguido. Loli tiene que salir a pedir la clave del wifi. Una vez obtenida, mi netbook se lanza al ciberespacio y desde esas camas del hotel Astoria, nos comunicamos casi a las 2 de la madrugada, con nuestros compañeros aquí en Málaga. Todos a la vez sonreímos. Estamos disfrutando juntos, como siempre. Los siete.

Buenas noches.

Continuará...

(Con Isabel Muñoz, los hermanos Tusquets, Espido Freire, Jan Cruz, Manuel Leiva, Almudena Grandes, Pablo Álvarez, Julia Gutiérrez Caba, Vicente Luis Mora, Rafael Chirbes y nuestra estrella del festival: El gran Andrés Neuman).



Fotografías propiedad de Isabel Merino González.

I.M.G.
















martes, 23 de noviembre de 2010

Festival Eñe (12 y 13 Nov. Madrid) 3ª Parte

Patricio Pron y Marcos Giralt Torrente

20h. 5ª Planta. Sala María Zambrano del Círculo de Bellas Artes de Madrid: Cara a cara entre Patricio Pron y Marcos Giralt Torrente. Tema: Cómo fracasar completamente como escritor.

Nos sentamos en las primeras filas. Es la primera vez que vemos a Patricio y a Marcos en persona. Patricio está afónico. Marcos sonríe pocas veces. La conversación es lenta al principio y luego se torna en entrevista. Patricio hace de entrevistador. No lo hace mal. Es más, lo hace genial. Y voy más allá: Nos divertimos con él. Y mucho. Entre el entrevistador y el entrevistado se intercambian varias veces los papeles para hablarnos sobre sus comienzos como escritores y sólo al final del cara a cara tratan de confeccionar un decálogo de lo que no debe hacerse jamás, de lo que no debe escribirse y de lo que es mejor no publicar nunca.

Me doy cuenta, sin querer, que soy un personaje más de su trama y que como tal, actúo según me dictan mis narradores: río, asiento, niego, desvío la mirada hacia donde la desvían y aplaudo.

Patricio bromea: La vida del escritor es el fracaso. Fracasar como escritor es charlar con un escritor afónico, dice con un hilo de voz argentina. Reímos. Trata de ponerse serio pero sólo lo consigue su semblante, todo lo demás son risas. Nos cuenta que publicó a los 21 y que una de las primeras tentaciones en los comienzos es la publicación prematura. El resultado es el riesgo de publicar sin estar en condiciones.

Marcos publicó por primera vez a los 27. Toma la palabra para hablar de cómo lo paraliza la autoexigencia. El arte se sedimenta en el aprendizaje, el reposo y una elaboración continuada, dice. Y lleva la conversación hacia los grandes autores y la imitación de los mismos.


- Yo imitaba mucho a Piglia y a Borges -interrumpe Patricio-. La influencia de los escritores que seguimos permanece en nosotros siempre.

- El esfuerzo imitativo es una de las ilusiones de toda vocación -responde Marcos-. A la escritura se llega desde la lectura. Surge de la imitación. Es natural y necesario. Hay escritores que marcan caminos y otros que abren y cierran ellos mismos el camino, como Borges o Kafka.

-Los escritores brillantes inauguran y clausuran el camino -responde Patricio con una mueca-. El riesgo que entraña es el de odiar puntualmente a los autores que amamos.

Risas. Prosigue: Los odiamos porque escriben lo que queremos escribir y publican lo que queremos publicar.

En esos momentos se podía ver un "bocadillo", como el de los tebeos de Mortadelo y Filemón, entre otros, sobre las cabezas de todos los que estábamos entre absortos y risueños siguiendo la conversación entre ambos. Encima de cada uno de nosotros, dentro de esos "bocadillos", podían leerse los nombres de los autores que cada uno admiramos y de esos libros que habríamos querido fueran nuestros. El primero que se pudo leer en mi bocadillo fue: Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen.

- Hay que elegir a los grandes a la hora de imitar -puntualiza Marcos. ( Y yo pienso que he escogido a una grande, sí, señor, con un par...)

Patricio hace un comentario que nos hace reír a todos y los bocadillos sobre nuestras cabezas se esfuman. Y comienzan una charla nueva, sobre los jóvenes autores, las fotos de las contraportadas, los saraos, y todo lo marginal que hace desviar la atención de lo que se escribe cuando uno empieza y quiere destacar.

- ¿Cuáles son, pues, los peligros que más acechan al escritor? -se pregunta Patricio en voz alta.

- Vida sexual, (posterior al desamor o anterior al enamoramiento); vida familiar, (dejándose comer el tiempo por padre, madre, hermanos, primos, sobrinos, hijos, etc) y vida social (la más peligrosa de todas).

- El principal peligro es el mismo ÉXITO.


Patricio se acaricia la barbilla, se toca las gafas con la punta de los dedos de su mano derecha, inspira y expira mientras oye a Marcos pacientemente. Cuando Marcos pronuncia la palabra éxito, él aún está rumiando el peligro de la vida sexual, y añade:


- Es difícil escribir cuando se es feliz amorosamente. Tampoco hay que escribir durante el acto sexual -puntualiza, mientras la sala estalla en carcajadas y él, afónica y seriamente continua diciendo: Hay gente que no quiere que su pareja sea escritor.

Murmullos. Y Marcos toma la palabra: La vida familiar y compartida no es compatible con la escritura. Es difícil compatibilizar. (Ahora nos habla de su hijo y se va por lo que se dice Los Cerros de Úbeda).

- Otra vía directa al fracaso es la carrera de concursos -añade Patricio Pron, que ha ganado recientemente el Premio Jaén-. Los escritores queremos cheques y no trofeos.

Se olvidan del público y hablan de los efectos del hachís o los ansiolíticos a la hora de escribir. Señalan que el presente es muy fugitivo y luego se muestran de acuerdo en repetir una y otra vez que hay que leer a los clásicos y a los contemporáneos: que hay que leer.

- El verdadero peligro -prosigue Marcos volviendo a la conversación anterior a estas últimas divagaciones- es no habitar el tiempo que te corresponde. No ser un escritor de tu tiempo. Eso es lo más perjudicial para fracasar.


- Hay que procurar anticiparse a su tiempo -interviene Patricio. Es un error escribir sobre cosas lejanas. Existía la idea de que uno no es escritor hasta que escribe algo disparatado o lejano.

-La vida cotidiana es interesante si se cuenta bien. Hay que escribir sobre cosas que a uno le interesan o que conoce bien. Lo contrario lleva al fracaso total.
- Claro -dice Patricio- los personajes que creamos que no tienen que ver con nuestra realidad, chirrían.


Esta última conversación les lleva a hablar de los errores comúnes que abundan en los relatos que se envían a los concursos literarios, donde un personaje que es policía de Nueva York habla como nosotros aquí y ahora, por ejemplo. De los concursos, pasamos a los críticos y Patricio añade:

-Cuando tu obra sale, lo primero que quieres hacer es ir a partirle las piernas al primer crítico que escribe mal sobre ti.


Risas de nuevo. Patricio prosigue:


- Escribir un primer mal libro no es tan peligroso como escribir un segundo malo. Con el segundo se sabe ya hacia dónde va el autor.


- El segundo libro es casi siempre el peor -dice Marcos sonriendo, una sonrisa dulce y adormilada-. Es el peor por los nervios del primero y la presión. Se da por hecho que será peor y traerá mala crítica. La verdadera prueba de fuego es el tercero. El segundo es sólo un ritual.


La charla va llegando a su término. Garriga Vela está al fondo, junto a la puerta. Él también sonríe, como nosotras. La sala está llena. Es hora de puntualizar algunas cosas. Marcos toma la palabra de nuevo:


- El único fracaso es carecer del tiempo y la libertad para escribir y tener un sitio.

-El desagrado con el mundo es un tema recurrente de los jóvenes. La literatura que se regodea en lo triste y lo malo crea el efecto contrario. Escribid cosas alegres -finaliza Patricio.


La charla se da por terminada y como siempre, el público abandona la sala en busca de la siguiente conferencia. Nosotras permanecemos un rato más. Nos acercamos a Patricio Pron y a Marcos Giralt para darles la enhorabuena por la charla. Madrid se refleja en los ventanales de la sala. Le regalo un librito de "álbum de familia" a Marcos. Me lo agradece. Es un hombre alto, agradable, serio, tenaz. Sonríe tímidamente. Me acerco a Patricio Pron. Loli saca fotos. Patricio acoge nuestro "álbum de familia" con entusiasmo, y afónico aún, más si cabe, me lo agradece y posa con él. Ha sido todo un descubrimiento que seguiremos desde cerca a partir de hoy. Tiene el pelo a lo Goku guerrero, como yo. Como dicen por ahí: Me simpatiza.









Sólo nos quedaban dos conferencias a las que nos interesaba muchísimo acudir, para dar por finalizado el viernes 12 en El círculo de Bellas Artes: María Tena y Juan Bonilla. Pero de ellos hablaré el próximo día.

CONTINUARÁ...

Posdata: Fotos propiedad de Isabel Merino.

I.M.G.










lunes, 22 de noviembre de 2010

Festival Eñe (Madrid 12 y 13 Nov.2010) 2ª Parte

Mis compañeras en este viaje literario, Loli y María, están sentadas delante, las primeras a la vista de los ponentes. Tomo asiento junto a ellas y me lamento de haber subido sin haber conocido a Espido Freire.

Habíamos quedado con Garriga Vela, hora y pico antes en la librería, donde nos hicimos esta foto, en vernos en la conferencia de las 17:30, en la sala Valle Inclán. 5ª planta, en la que se trataría el tema de El mundo relato.
Frente a nosotras, la autora de En Jaque, el autor de Velocidad de los jardines y el de El anorak de Picasso. Tres libros de cuentos de la literatura española contemporánea. Tres autores que conversarán sobre ese pequeño gran territorio que es el relato breve, a lo que mis compañeros de puntoyseguido y yo, llevamos dedicándonos unos años. Y en ello seguimos.

Eloy Tizón es considerado uno de los mejores narradores de cuento y novela, además de desarrollar una enorme labor como docente en el campo de la literatura, sin embargo he de confesar que no he leído nada de él. Para expiar mi culpa adquiero un ejemplar de su libro "Velocidad de los jardines", considerado como uno de los tres mejores libros de cuentos de los últimos 25 años. Y le pido que me lo firme. Él accede amablemente, pero esto ocurre al final de la charla, cuando ya tenía entre manos nuestro "álbum de familia".

Berta Marsé deburó como escritora en Anagrama, hija de escritor, ha trabajado en el mundo cinematográfico y es la primera vez que sé de ella. Siempre hay una primera vez para todo. Marsé me lleva a Juan Marsé. Desde el pasado 12 de noviembre, también me lleva a Berta.

De José Antonio Garriga Vela ya he hablado en más de una ocasión y en muchas otras venideras seguirá visitando mi calle de Chawton. Es un escritor muy querido en mi calle. Muy admirado.



Eloy Tizón, Berta Marsé y José Antonio Garriga Vela



La mesa redonda consiste en hablar de cuentos, de relatos, de historias, de autores, de hacer participar al público, de responder y emitir preguntas. En un momento dado, la mesa redonda somos todos, los ponentes y su público.

Garriga comienza hablando de su escritor predilecto: Nabokov. Podría haber empezado por Kafka, que es otro de sus favoritos, pero lo hace por el autor de Lolita, y Tizón y Marsé se muestran entuasiasmados. Comienza la charla en serio. Tizón comenta que no leemos historias para conocer el final, si no que despierta más interés el conocer toda la cadena de acontecimientos que llevan a un hombre feliz, por ejemplo, a terminar en un arroyo. Un cuento, continúa, puede surgir de un súbito resplandor o una pequeña epifanía que surge por la calle. El destello de un instante. Muchos cuentos surgen de un suceso mínimamente insólito. Berta Marsé bromea y Garriga Vela ríe.

Berta habla del ritmo. Un buen cuento tiene que tener vigor, dice, tensión, suspense, impacto, impresión. Tizón interviene para acotar que el verdadero reto es mantener el vigor durante todo el cuento. En un cuento no se tolera el aburrimiento. Prohibido aburrir, dice Berta en voz alta. Garriga Vela asiente e interviene en la conversación para decirnos que no debemos aburrir al lector. Después compara a la novela y el cuento según lo que perdure en el tiempo, así como hay relaciones maravillosas de un día, hay también historias fantásticas de cinco años. La de cinco años perdurará más en el tiempo, pero ambas pueden ser igual de impactantes en quien las vive.

El tiempo juega con los silencios, con lo que no se dice, añade Tizón. El lector es quien termina el cuento. Requiere creatividad por parte del lector. Hay un trabajo conjunto. Después se habla de la página en blanco, del hilo conductor de los libros de relatos, de los micromundos, de dejar las puertas abiertas a las ideas por muy vagas que sean, de dejarnos sorprender. Sobre todo de dejarnos sorprender. Las mismas palabras llaman a otras palabras para seguir construyendo.

Se nombra a la escritora argentina de "Pájaros en la cabeza", y Loli y yo comentamos entre nosotras, (mientras un oyente con pinta de personaje de cuento a medias entre Papá Noel y El Grinch vocifera afónicamente, por extraño que suene, que el cuento no debe ser una jaula y debe admitir cierto grado de divagación o disgresión), que Andrea nos leyó el primer cuento de ese libro en una de nuestras reuniones.

Marsé recomienda además la revista literaria "Al otro lado del espejo" y Tizón habla de Proyectos de pasado de la rumana Ana Blandiana de Periférica. Se nombra a Leonardo Michaels, a Ribeiro y a Felisberto Hernández, de quien Garriga es admirador y aprovechando el momento nos cuenta la anécdota de cómo y dónde adquirió su primer ejemplar de Hernández.

Llega el turno de la corrección. Berta admite corregir obsesivamente. Tizón confiesa que el 95% de su trabajo es corregir, por lo que es incapaz de separar la creación de la corrección. Garriga corrije mientras escribe. Yo murmuro que escribí 20 borradores de mi Diccionario de Inexistencias.

La última frase de la conferencia la dice Eloy Tizón: El error de los escritores de cuentos es estar vivos. Reímos. Mi risa es irónica. No sé el resto. Garriga apunta que mientras uno escribe: vive.

La sala se llena de aplausos y mientras el público corre fuera de la sala y luego escaleras abajo en busca de una nueva conferencia, probablemente la de Guillermo Saccomanno sobre Literatura y guión, nosotras acudimos a saludar a Eloy Tizón. Garriga nos sonríe de lejos. Berta habla con "Noel-Grinch" y yo le regalo un ejemplar de "álbum de familia" a Eloy. María me lo ha presentado y le comento cómo surgió el tema de nuestro libro y cómo surgieron los relatos a partir de unas imágenes. Él se muestra encantado e interesado por nuestro librito. Unos minutos más tarde nos saludamos abajo, en la librería y él me dedica su Velocidad de los jardines, haciendo hincapié en una bonita tarde de palabras y literatura. Sin duda, un hombre encantador. Espero que nuestros caminos vuelvan a cruzarse para seguir aprendiendo con él

Loli, Eloy Tizón (álbum de familia en mano) e Isa Merino.




Volvimos a pasear por la librería, donde nos encontramos con Juan Bonilla, al que más tarde veríamos en su ponencia en la misma sala Valle Inclán. De esto hablaré en una próxima entrada. Más breve. Vuelvo a mi concepto de breve según mi compañero Miguel.

Un cafetito a media tarde en el bar del Círculo de Bellas Artes, una magdalena gigante con trozos de chocolate incrustados, risas, posters de Eñe, nombres de escritores sobrevolando el ambiente, charlas sobre ponencias. Espido Freire se había marchado. Perdí la oportunidad de conocerla. Al menos ese viernes 12 de noviembre. A veces las cosas, por sorpresa, se saborean más. A mí me encantan las sorpresas y el festival Eñe aún me tenía reservadas bastantes más.

Sobre cómo conocí a Patricio Pron y a Marcos Giralt Torrente, hablaré también en mi próxima entrada. Hasta entonces os dejo algo sobre lo que pensar: Cómo fracasar completamente como escritor. De esto hablaron Pron y Giralt a las 20h de ese viernes, en un Cara a Cara en la sala María Zambrano. 5ª planta. Escaleras. Preciosas. Pero había que subirlas. Escaleras. Preciosas.


Escaleras de El círculo de Bellas Artes de Madrid.



CONTINUARÁ...



Nota: Fotos propiedad de Isabel Merino González.


I.M.G.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Festival Eñe (Madrid 12-13Nov.2010) - 1ª Parte






El Festival Eñe nació en 2009 en Madrid y yo he tenido la suerte de asistir al celebrado este año 2010, los días 12 y 13 de noviembre. La asistencia ha superado el 80% a la del pasado año, tal como podemos leer en la página web de La revista Eñe. (http://www.revistaparaleer.com/noticia/2010/11/18/un-80-por-ciento-mas).



El círculo de Bellas Artes de Madrid fue un lugar de encuentro inolvidable entre escritores, editores, lectores y todos los amantes de la literatura. Y yo estuve allí y más que hacer una crónica, (que las hay muy buenas tanto en la página señalada de la propia revista, como en la de La Fábrica, la revista Culturamas y diversos diarios y webs que hacen referencia a tan magno evento), voy a tratar de contar lo que yo viví durante esos dos días, aunque por el espacio, trataré de ser breve. ¿Lo lograré? Mi compañero de puntoyseguido, Miguel Núñez, dice que yo le doy un nuevo concepto a ser breve. Tal vez tenga razón. (Risas).


El trayecto en AVE de Málaga a Madrid también es breve, RENFE lo ha conseguido. En apenas dos horas y media me encuentro en el centro de Madrid. Unas charlas con Loli, mi acompañante, cargada de risas, literatura y confidencias, nos llevan hasta Atocha. Yo tampoco consigo pisar esta estación sin pensar en el atentado del 11-M. Como dice Andrés Neuman en la entrada de su blog "Réquiem de Atocha": algo ha quedado en el aire. (http://andresneuman.blogspot.com/2010/11/requiem-de-atocha.html).




Dejamos las maletas en el Hostal Astoria, en la Carrera de San Jerónimo, tras pasar por Sol y tararear frente al reloj más famoso de España, la canción Un año más de Mecano. Inevitable. El hostal está muy cerca de Alcalá. Llegamos al Círculo de Bellas Artes en unos pasos. No tan fríos como esperábamos. Luce el sol en Madrid. El paseo por Alcalá y por Gran Vía es obligado. También la visita a alguna librería, unas croquetas en casa Labra y una buena comida en un barrio castizo de Madrid. A las 16h empieza la primera conferencia y queremos ser puntuales.





Círculo de Bellas Artes de Madrid




Nos canjean la entrada por una chapa con una coma en color blanco en el centro. Las chapas son de distintos tamaños y colores. Las de color verde de tamaño más pequeño son para los oyentes, lectores, público, etc, que como nosotras ha sacado el abono de los dos días en el festival, que costó 15€ y que te da carta libre para acceder a todas las conferencias. Las de color azul, de tamaño superior es para los ponentes, para los escritores, conferenciantes y para la organización. Aún trato de averiguar para quiénes eran la de color rosa.





Con nuestra chapa verde en la solapa, emprendimos nuestro particular viaje por El círculo de Bellas Artes madrileño. Realmente era un viaje el que emprendimos durante esos dos días. Empezamos subiendo el primer escalón de las escaleras centrales, en el que podía leerse una frase de Luis Muñoz: Leer es ejercer una esperanza. En la segunda planta nos encontramos con la librería, donde durante el fin de semana se vendían libros de los escritores y ponentes invitados y donde tras cada conferencia, pasarían a firmar ejemplares para los que gustan de tener los libros autografiados por sus autores. En esa segunda planta también estaba el bar y la sala de conferencias más grande, la llamada: Fernando de Rojas. A esa sala nos dirigíamos cuando nos encontramos enmedio de la librería con un despistado José Antonio Garriga Vela, autor de Pacífico o El anorak de Picasso, (libro del que ya he hablado en alguna entrada de este blog). José Antonio vive en Málaga, fue jurado del premio que gané en junio y se encuentra entre nuestros conocidos, por lo que nos saludamos alegremente y comentamos el gran evento en el que ya estábamos sumergidos. Él como ponente y nosotras como oyentes. Echamos unas risas, comentamos su próxima ponencia a las cinco de la tarde con Eloy Tizón y Berta Marsé, a los que confesó, no tenía el gusto de conocer y nos despedimos con prisas porque nosotras íbamos a la conferencia estrella del mediodía en el Fernando de Rojas: Espido Freire.


Debo confesar, tal como le confesé a ella al día siguiente, que no tenía excesivas ganas de verla, aunque sentía curiosidad por escucharla hablar. Espido me sorprendió. Y me sorprendió gratamente.



Laura Espido Freire
A veces nos dejamos llevar por una imagen. A veces por unas palabras. A veces por una impresión. A veces, nos equivocamos. Para bien o para mal. Yo me equivoqué con Espido. Siempre hay tiempo de rectificar.
16:30. Sala Fernando de Rojas. Espido Freire ."Arañas y Mariposas".
Nos sentamos a la mediación del patio de butacas, centradas. Espido apareció por la entrada principal y tomó asiento en el proscenio junto a su entrevistadora, Camino, de La Fábrica. El tema que iba a abordar era de rabiosa actualidad, (me permito el tirar de una frase manida, pero certera). Vivimos tiempos extraños para el terror: vampiros pálidos que enamoran a adolescentes de todo el mundo, vampiros con series de televisión, bellas heroínas que luchan contra zombies. ¿Las historias de horror se han convertido en la nueva novela romántica?
Espido Freire se mostró serena y sonriente. Dejó que Camino la presentara y solicitó ver al público. La sala estaba a oscuras y los focos centrados en ella. La iluminación varió y lo agradecimos. Camino nos acercó a la carrera literaria de Espido Freire y ella comentó brevemente algún capítulo de ella. Se refirió a Irlanda, por encima de cualquier otra novela suya. Los principios marcan. Contó anécdotas de su Instituto. Ella de 1974. Yo de 1973. Vivencias parecidas en alguna ocasión. La época. La misma generación. Nos acercamos. Empieza a obtener puntos, si es que se trataba de puntos la cosa. Aunque sólo al principio, después: me absorbió. Publicó su primer libro a los 23 años y lleva 23 publicados. Curioso. Apunto dos adjetivos en mi libreta: Pizpireta. Simpática. Un tercero: Risueña. Un cuarto: Inteligente. Siguen unos cuantos más. Todos positivos. Se empieza a hablar de maldad. De malvados y de víctimas. Anne Rice y sus novelas salen al caso. Los vampiros encarnados por actores guapos son un recurso en el nuevo cine de terror adolescente. Tres símbolos: Sexo, muerte y violencia. Dolor psicológico y dolor psíquico. Anorexia. Bulimia. Amante ideal. Un tema surge tras otro en esta ponencia de Amantes y Mariposas. Llegamos a Fausto, tras pasar de una novela de terror al ideal romántico del macarra. El amor y el bien pueden acabar con el mal.
Llegamos al Narcisismo femenino: cambiar a mejor al hombre; al narcisismo masculino: Soy el mejor y me tiro a la que quiera. Al final siempre hay que hablar del siglo XIX. Llegamos a Cumbres Borrascosas, de la gran Emily Brontë. Mis compañeras me dicen que es la hora de la ponencia de Garriga Vela. Yo estoy pegada a mi silla, con los ojos clavados en los ojos de Espido, en mis oídos suena el eco: Brontë. Brontë. Brontë. No puedo marcharme. Ahora no. Vamos a hablar de Heathcliff. Loli y su amiga se marchan. Yo me quedo y sigo absorta: Heathcliff, traido de la oscuridad, un personaje que podría haber sido bueno, se deja llevar al mal por un desengaño. La maldad le hace destrozar lo que podría haber podido construir. Emily acepta a su personaje tal y como es. Heathcliff es perverso desde que decide serlo hasta la muerte. Un rebelde que no va a encontrar satisfacción en la vida ni en la muerte. Uno de los personajes más perversos, que genera un amor incondicional.
Surge Lady Macbeth, con una maldad menos perversa. Espido admite su debilidad por Shakespeare. El público la admite a su vez. El amor es un acto determinista como la muerte. Sale a relucir su libro Soria Moria. También sus Cuentos malvados, que hablan de temas que le obsesionan. Arañas y Mariposas. Unas tejen hacia fuera y otras hacia dentro. La araña sabe que ganará. El hilo de seda es la mayor parte de trama que contamos. Sale a relucir Eva Braun. ¿Dónde están los límites? Dejan caer la pregunta sobre todos nosotros. Reflexionamos. En la literatura existe un desafío constante de la moralidad. El narrador en primera persona es mentiroso. Cuando el lector se identifica con este narrador, es cuando más le mentimos. ¿Dónde está el límite de la maldad? ¿Qué ocurre cuando está en la mano de alguien el poder hacer el mal?¿Es más complicado construir un personaje malvado o uno ceniciento?
Miro el reloj. La conferencia de Garriga Vela ha debido comenzar. Espido sigue hablando. Agarro mi netbook, aprieto las mandíbulas y me salgo de la sala. Mis pies caminan por delante. Mi yo más íntimo quiere quedarse, sin embargo salgo. Salgo y dejo a Espido hablando. Y subo las escaleras hasta la quinta planta. Asfixiada. Entro en la sala Valle Inclán. La conferencia acaba de empezar y yo sólo pienso en los años tan tontos que he perdido sin conocer a Espido Freire y sin leer sus libros. Aún estoy a tiempo, pienso mientras tomo asiento. En cuanto termine la conferencia bajaré a conocerla y me disculparé. Me ha dado una lección. No se debe prejuzgar sin conocer.

Continuará...
I.M.G













martes, 9 de noviembre de 2010

Perseguir puentes y mostrar fronteras: La persona que no viajó.


Horacio Quiroga dijo en el punto noveno de su decálogo del perfecto cuentista que no se debe escribir bajo el imperio de la emoción. Hay que dejarla morir y evocarla luego. Si entonces se es capaz de revivirla tal cual fue, se ha llegado en arte a la mitad del camino.


Hoy no quiero dejar morir mi emoción. Hoy voy a incumplir ese noveno mandamiento quiroguiano. Con esta crónica me juego no llegar en arte adonde quiera que se tenga que llegar. Me acojo a una de las frases más famosas del cine: I don´t give a damn, osease, me importa un bledo.

Hoy estuve con Andrés Neuman y tengo que contarlo.


Las cosas ocurren por casualidad. O no. No creo en las casualidades. Guardo mi libro "Cómo viajar sin ver" en la maleta que me llevaré al festival literario de Madrid. Iré a la conferencia de Andrés Neuman del sábado por la noche. Espero que en un despiste de sus seguidores tenga tiempo para mí, logre recordarme con un "aaaaaah, me suenas, me suenas" y luego me lo dedique con esa picaresca que tanto me gusta.






Como cada noche, entro en su blog "Microréplicas. Reflexiones dispersas en 100 palabras" (http://andresneuman.blogspot.com/) y leo su entrada del 8 de noviembre, Bienvenida, traducción, en la que habla de su llegada a un hotel de Málaga y de la frase de bienvenida que sugiere que los extranjeros no existen. Ya estás en Málaga, ya eres de Málaga.


Málaga. Málaga. Málaga. ¿Es posible que Andrés esté en Málaga y yo no me haya enterado? ¿Dará alguna conferencia? ¿La habrá dado? Preguntas de este tipo surgen una tras otra. La respuesta la encuentro en internet: Andres Neuman. Noviembre. Málaga.


Et voilá:


09 de Noviembre. 20h. Salón de los espejos del Ayuntamiento de Málaga. Ciclo Viajeros. Instituo Municipal del libro. Andrés Neuman. Viajar sin ver. Presentado por Alfredo Taján.


Lo comunico inmediatamente, como si forma parte de su gabinete de prensa, a mi grupo puntoyseguido y luego me acuesto y sueño y amanece y me levanto y me ducho y desayuno y me voy a la biblioteca a seguir disfrutando de mis merecidas vacaciones laborales. Y me llevo el libro de Neuman, Viajar sin ver , que ya no está en la maleta de cosas que viajarán a Madrid conmigo. Hoy el libro se encontrará con su autor, y su lectora también.




Escribo y luego cojo un par de libros. Me leo el relato de Félix J. Palma que ganó el Relosillas hace unos años, (no me gusta, al menos no me gusta para ser el premiado), después leo uno de Roald Dahl que encuentro en una recopilación de relatos de humor inglés. Es bueno. Una mujer mata al marido, detective, con una pata de cordero congelada. Se las apaña para que... bueno, si destripo el final no tiene gracia.


El día avanza, como, me pego un rato al ordenador, cargo el netbook y la cámara de fotos, siesteo un ratito y tiro para el Centro. Si llego a la parada antes que el autobús circular, eso querrá decir que debo bajar en bus. Si el autobús llega antes que yo, me iré andando. Llego andando hasta la Plaza de la Constitución. Ha anochecido pronto. La calle está llena de gente. Algunos turistas hacen fotos mientras yo me pregunto dónde puede estar merendando Andrés Neuman, si es que merienda. Es lo suyo, tomarse un cafetito o tal vez unos churros con chocolate en Aranda. Me llego a Mira y saludo a la primera amiga que tuve en mi vida. A lo tonto nos conocemos desde hace 37 años y aunque hemos pasado sin vernos la mayoría de los años que tenemos nos tratamos con la misma familiaridad de dos amigas que llevan toda la vida juntas, codo con codo, bolso con bolso, risas con risas. Le regalo un par de libritos pequeños, de relatos, en los que salgo. Espero que le gusten mi Diccionario de Inexistencia, (perteneciente al primer libro de puntoyseguido: álbum de familia) y mi Sana, Sana (mención especial del jurado del I certamen de relatos Las mujeres cuentan de la librería Luces de hace un par de años). Se los dedico. No estoy inspirada. Pienso en Neuman. Hablamos de él.


Al final llego corriendo al Málaga Palacio. Inma me espera allí. Nos saludamos. El viento me despeina. Estreno chaleco. Pido un deseo. Mientras caminamos por el parque me quejo de mis pelos.

- ¿Por qué Andrés no puede verme alguna vez bien peinada?
La última vez que nos vimos estuvo aplacándome los rizos del flequillo con sus manos.

- ¿Me reconocerá?

Me he cortado el pelo. Mucho. Bastante. Ya no hay rizos. Hay una maraña que el viento ha convertido en garabatos. Los aplaco. No hay manera. Andrés siempre tiene que tener el pelo mejor que yo. Lo compruebo más tarde: una raya perfecta que divide su melena en dos mitades, como un libro. Un pelo oscuro, lacio, impoluto, ahora más largo que el mío. En su barba se ha alojado alguna cana. Interesante. (El barbero de Neuman es el dinosaurio de Monterroso, dice Alberto Ramos en su blog: Elegí un mal día para empezar a fumar). Desde mi sitio no se le ven las pestañas. Sus ojos vivos, inquietos, expresivos, se encuentran con los míos y se reconocen. Se sonríen antes que los labios. Así es el encuentro, aunque antes de eso Inma y yo hemos llegado las primeras al Salón de los Espejos del Ayuntamiento de Málaga. La última vez que estuve allí, fue en una boda. Cogemos la primera fila. Hojeo el libro Cómo viajar sin ver . Un cámara de una televisión local se acerca y me pide que lo hojee de nuevo y que lo comente con Inma mientras él filma, no a nosotras, al libro en movimiento, al libro siendo leido. En algún canal local, mis manos y el libro de Andrés Neuman posan juntos.

Entra en la sala. De repente creo estar en un palacete de Viena. El emperador Francisco José, aparece rodeado de su séquito. Avanza entre los flashes. El pueblo lo recibe con admiración. Ovación. Vuelta a la realidad. Neuman, vestido de oscuro y con camisa planchada e impecablemente abotonada sonríe a los flashes y ocupa el lugar que le indican para el posado. Yo lo sigo con la mirada y coloco mi cámara en tre los huecos. Aprieto el botón. Click.



Ahora sé que si sigo escribiendo lo estropearé. Horacio Quiroga ha aparecido en mi habitación. Apelmaza su barba con una de sus manos, con la otra se alisa el pelo. Lanza un bufido al aire y me señala con un dedo. A un lado de él una fotografía de Ana Torroja, al otro lado una de Jack de Perdidos, detrás el Puzzle de Lo que el viento se llevó. Audrey Hepburn mira a Olivia Newton John y esta le devuelve la mirada. Tensión frente a la lamparilla del escritorio. Quiroga mueve la cabeza a un lado y al otro. Me mira fijamente y sin mover los labios me dice que no puedo escribir bajo el imperio de la emoción.

- De acuerdo -digo-. Tú ganas.


Le doy al botón azul de guardar ahora, etiqueto la entrada, añado otra foto de Neuman que he encontrado por la red y le digo a Quiroga antes de que se marche que mañana subiré mis propias fotos y contaré cómo fue la conferencia. Neuman se lleva las manos a la cabeza.




Si mañana sigo emocionada, lo pospondré.
Espero que lo entendais.
na no se encuentra todos los días con Andrés Neuman y se saludan como viejos conocidos.
Mi admiración por este escritor y su obra traspasa mis propias fronteras, todas esas que Andrés dice que merezco.
Gracias Andrés. Buenas noches. Hasta mañana.

P.d: La nostalgia recae en quien se queda. (Andrés Neuman)




(Fotografías tomadas prestadas de la red).








I.M.G.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Cuando el tiempo sobra

Mi despertador ha sonado mientras soñaba. Lo he oido y lo he apagado. He seguido durmiendo, pero el sueño se ha roto. No me ha importado demasiado. Soñaba con un ciudad asiática, llena de asiáticos que paseaban por calles asiáticas y me hablaban un castellano con abuso y sobrecarga de letras "L". La L sigue llamándose "Ele", no como la "Y griega", que desde aquella reunión a puerta cerrada en la que alguien la proclamó "ye", ha perdido su origen, como la I latina, que sólo es I. A secas. I.
He pasado un rato frente al espejo del baño. Mi pelo era un nido de águilas. Un "Goku" guerrero. Un ovillo de lana entre las garras de un gato enfurecido. He logrado dominarlo. Secador en mano. Salgo a la calle a la hora en que los niños pintorrean garabatos en sus mesas de colegio, desatienden al maestro y cuentan los minutos, en sus relojes con cronómetro y conexión vía satélite, para bajar o subir, según el caso, al patio de recreo.
El viento se ha hecho dueño de la calle, se ha agenciado sombreros y paraguas para su colección y pelea con los abuelos que sacan a sus nietos a pasear en los carritos indomables de última generación. Mi pelo vuelve a arremolinarse. Lo aplaco con las manos. El viento se lleva mi peinado, y el de la chica que va hablando por el móvil y tropieza con la farola y mira a todos lados para ver si alguien se ha dado cuenta. Yo me he dado cuenta. Todos los que van dentro del autobús circular también. La parada está justo enfrente de la farola. Los cristales son opacos, pero desde dentro se ve todo. Alguno sonríe. Un chaval universitario la graba con su móvil con cámara de video incorporada y 7x de zoom óptico. La chica sigue andando, sujetándose la melena. Un asiático la saluda desde la puerta de su negocio. Hola. Al oírlo me pregunto si era un saludo o si quería saber la hora. Levanto la mano, digo nueve y media y sigo andando sin volverme para observar su cara interrogante. No nos conocemos, pero he soñado con miles de caras iguales esta mañana, justo antes de que sonara el despertador y el viento arremetiera contra los toldos de mi terraza.
Me dirijo hacia la biblioteca, campo a través, a cielo abierto, caminando contra corriente. Siempre lo hago. Caminar contra corriente, digo. Agarro mi bolso con fuerza, lo pongo delante de mi cara y entorno los ojos de manera que de lejos, con mi estatura, mi pelo negro y mi tez pálida, pudiera parecer uno de ellos, de los de mi sueño. El viento se torna huracanado. Mi pañuelo lucha por desenroscarse de mi cuello. Avanzo, pero muy lentamente.
Esta bien esto de tener vacaciones. Aunque genere cierta ansiedad. Cuando al fin te sumerges en ellas y te acomodas y te dejas llevar, es hora de regresar a la oficina y de atornillarte a la silla durante 9 horas, interrumpidas sólo por un almuerzo que no da tiempo a degustar.
Hoy no tengo un horario que cumplir, sin embargo he madrugado esta mañana. Necesito aprovechar el día. ¿Haciendo qué? Pues eso, haciendo qué, un qué que sea todo menos volver a la oficina, conciliar bancos, hacer asientos contables, dar explicaciones que no quieren ser escuchadas o tragarte frases completas que generan hastío porque si las escupieras te las podrían devolver con subordinadas o indirectas que directamente te llevarían a números comunistas a fin de mes. El rojo es mi color favorito, pero en números, prefiero el color negro. Mucho más elegante. Más fino.
Hoy no tengo que ir a la ofician, así que no he cogido el coche. Me he permitido la puntual imputualidad de mis nuevos quehaceres de la semana. On foot. A pie. Como haría Mrs Bennet.
Es raro esto de estar de vacaciones, tan raro, que como les contaba a unos amigos, se disfrutan con cierto sabor a metal. Es como chupar un clip en lugar de un caramelo. Mascar alambre y sándwiches de hojalata. Pero eso ocurre sólo cuando te encaminas sin saber hacia dónde, cuando te saltas las reglas e incumples la monotonía y deambulas por la vida sin unas órdenes que acatar. Aunque siempre siempre, acatamos alguna. Mi orden de hoy era clara, diferente, llevaba un retraso de años. El viento no pudo evitar que llegar. Sigo el camino que me dicta mi pasado, atarvieso calles que una vez crucé siendo estudiante. Entonces tras las palmeras de chocolate o los dulces, también de chocolate, de las pastelería de turno, me compraba un paquete de quicos Churruca y un chupa chup de fresa. Me gusta mezclar sabores. La saliva se multiplica sin seguir una propiedad matemática y explosiona bajo la lengua como si me hubiese tomado un paquete de peta zetas. Clic. Cloc. Cluc. Peta zetas.
Llego a la puerta de la biblioteca.
Es una puerta grande, de color olivar, con el cristal opaco nube. Se abre por sí sola cuando me acerco. No es el prototipo de biblioteca que recuerdo. Hace años que no piso una. Entro y aspiro el aire. El viento no ha entrado conmigo, parece que como la nueva Humanidad, huye él también de los libros. Huelo el aire antes de dirigirme a la bibliotecaria. Quiero ser bibliotecaria. Lo pienso mientras huelo el aire. Olfateo en busca de un olor a rancio, a ácaros, a huellas dactilares superpuestas, a páginas relamidas, a pegamento... Nada. O sí. Algo. Huele a lejía. El lugar está inmaculado. Parece nuevo.
El borde de una página es la distancia entre dos formas de imaginar.
Reflexiono sobre la frase que he ledio en un marcapáginas que alguien ha abandonado sobre una estantería.
La bibliotecaria tose. Me mira por encima de sus gafas. El silencio es sepulcral. Le explico que es mi primera vez. Me hace rellenar un cuestionario. Puro trámite para obtener el carné. Es un carné que no tendrá mucho uso, pues en cuanto termine la semana volveré al redil, al sistema de horarios cuadriculados, a la asfixia de los que nos dejamos la vida entre cuatro paredes, sin quitar la vista fija del ordenador y la hoja excel o el programa que se haya preciado la empresa adquirir por el bien de sus trabajadores. Claro. Por nuestro bien. Claro.
Tomo asiento en una mesa vacía. Grande. Rectangular. Frente a una fila de ordenadores apagados. Saco mi miniordenador y lo pongo sobre la mesa tratando de no hacer ruido. Saco los folios que he traido, la cartuchera llena de bolígrafos de todos los colores, las gafas y un diccionario de la lengua española. También saco el móvil. Lo pongo en silencio. Empieza mi nueva jornada, esa que añoro tener. Quiero ensayar, saber qué se siente siendo escritor en una biblioteca en jornada que otros ocupan tecleando cuentas del plan general de contabilidad sobre un teclado ajeno.
Y las ideas fluyen, pero las palabras no. Solicito la contraseña del WiFi. Hago escaso uso de internet porque sé que si entro no podré salir, me enredaré en las redes sociales, me subiré a las alas de la wikipedia y volaré y llegaré a páginas que nunca soñé encontrar y estarán ahí y se me acabará la batería y me sentiré frustrada de no haber hecho una cosa ni otra. Dejo internet. Me concentro en mi novela. ¿Novela? ¿A eso le llamas novela? Ni siquiera es un cuento. El personaje no es fuerte, no está bien definidos. Hace aguas. El viento se me ha metido dentro. Sopla. No me deja oír ni pensar. Me levanto y echo un vistazo en la estantería de las novelas. Quisiera leerlas todas. O casi todas. Me detengo en Borges. Me lo llevo a la mesa. Abro el libro por varias partes. Ninguna enciende el interruptor de mi imaginación. A veces es sólo un clip. Lo aprieto y funciona. Suelto a Borges. Cojo a Calvinho. Parece que esta vez sí. Funciona. Una página al azar, con los ojos cerrados. Invoco a Italo y le pido que me dé algo sobre lo que escribir. Hoy no es día para novelas. Surge un personaje. Y otro. Otro más. Tres personajes y varios secundarios, más bien extras, gente de paso, por el hall de un hotel. Él se llama Diego. O Jack. O Diego. Debo decidirlo. ¿De dónde viene? ¿Adónde va? ¿Por qué está ahí? ¿Quién lo sigue con la mirada? Ahora estamos en el ascensor. Subimos a la cuarta planta. La moqueta es roja. Sobre las paredes hay cientos de cuadros con imágenes de monumentos famosos. He visitado muchos. Me paro delante del Coliseo y de repente sé que volveré y que esta vez podré visitar la zona que más me intriga. Ahora está abierta al público. Podré ver las mazmorras. Se me acaba la batería. Apago el ordenador. He estado más de hora y media concentrada. Todo un logro cuando el tiempo sobra y casi siempre se carece de él.
Devuelvo a Calvinho a su estantería y hago un tour por poesía, por geografía, literatura y me paro en filosofía. Leo algunas portadas. Vuelvo a la zona de literatura. Me llevo conmigo tres libros. Uno es un simple índice de autores. Busco a Jane Austen. La encuentro. Dice poco sobre ella. Abro el siguiente libro. Es un manual de Instituto. El otro es el mismo, con otra portada. Aburrido. Los devuelvo. Una chica tose desemesuradamente sobre sus apuntes. Coge un pañuelo y estornuda tantas veces que pierdo la cuenta. Sale a la calle. Desde dentro aún se la oye. Tose. Tose. Tose. Vuelvo a las estanterías de novela. Virginia Woolf. Al Faro. Me lo llevo a la mesa. Me pregunto por qué es Al Faro y no El Faro. Debería leerlo al completo y no hojearlo. La bibliotecaria me dice que puedo llevarme el libro. 15 días máximo. Suelto a Woolf. Me voy a la sección de revistas y cojo tres. Una de Historia, que habla del Coliseo. La Muy interesante que habla de la suerte y la inteligencia y por último el Lecturas, que trae a Belén Esteban en su portada. Al parecer ha estado en Londres. Londres, eso es lo que me llama la atención. Quiero ver las fotos y volver un poco allí. Me reencuentro con Oxford Street, con Westminster, con Charing Cross, Leicester Sq. y Picadilly. La Esteban está en todas las fotos, pero yo no la veo. Es invisible. Ni quiero ni me interesa verla. Uso el photoshop que llevo incorporado de serie y veo sólo lo que quiero ver: Londres.
Es mediodía. Tengo que llevarme un libro. El carnet estará listo mañana. Difícil escoger un libro entre tantos, es como escoger a un compañero de vida entre todos los hombres de la Humanidad. Al menos el libro puedo devolverlo en 15 días, me satisfaga o no. Dudo. Reculo. Escojo. Suelto. Vuelvo a soltar. Vuelvo a coger. Escojo de nuevo. Al final aparece uno de Anagrama. Hace 5 años que nadie se lo lleva a casa. Patricia Highsmith. No he leído mucho de ella. Título: Catástrofes. El título me sugiere un montón de ideas, un montón de imágenes. Leo la contraportada:
Patricia Highsmith afirma que se divirtió escribiendo estos relatos y podemos decir que esto se nota. Eso quisiera yo, escribir muchos relatos y divertirme con ellos. En Catástrofes, la maestra de las atmósferas ominosas abandona los laberintos del suspense sutirl y se dedica a una literatura de trazos más gruesos, de un humor negro y esperpéntico, a medio camino entre la novela gótica y la sátira ecológica. Tras varias preguntas que lanzan al aire del lector, Gore Vidal, en la contraportada afirma qeu esta escritora es de las más interesantes de este siglo tan deprimente.
Los relatos de Catástrofe son originales, incómodos y perversos. Be´llísimas parábolas portadoras de una terrible lógica. Justo lo que necesito. Catástrofe se viene a casa. Unas vacaciones que compartiremos juntas Catástrofe y yo.
Salgo de la biblioteca sin mi carnet, con Catástrofe en el bolso y el viento jugueteando nuevamente con mi pelo. Es un secador de pelo gigantesco, que lanza aire hacia todos lados y nos peina a su antojo.
Los niños comienzan a salir del colegio. No oigo sirenas. Ni siquiera de ambulancias, policía o bomberos. Atravieso un parque infantil aún solitario. Ni niños ni abuelos. El viento trata de arrancar los árboles, se lleva sólo sus hojas, de momento. Amenaza con volver. Insiste. Me pongo la capucha. Me encuentro con un familiar. Saludo.
¿Estás de vacaciones?
Sí.
¿Has estado de viaje esta vez?
¿Dónde?
En la Biblioteca.
Risas.
¿Por qué? ¿Acaso no lo es? Un gran viaje con paradas en tantos sitios de ensueño...
Pero irás a algún sitio. Seguro. Tú aprovechas siempre bien tus vacaciones.
Es cierto. Voy a Madrid. A una Feria literaria.
Ah.
El viento deja de soplar cuando llego al portal de mi casa. El sol se cuela entre mis pestañas y me deslumbra y engurruño los ojos y de lejos, parezco asiática.


Hola
Las dos y cuarto.




I.M.G.