¿Confías en mí? ¿Cuántas veces hemos hecho o nos han hecho esa pregunta? Tal vez tantas veces como hemos dicho:
Confía en mí.
(Trust me).
Tanto en nuestra vida cotidiana como en el cine, siempre que existe una relación de cualquier tipo: paterno-filial, de amistad, de amor, de compañerismo, etc, etc... en algún momento surge esta pregunta o esta solicitud.
Como cada mañana, antes de empezar mi jornada laboral, entro en mi correo y le echo un vistazo a la revista Culturama, en la que trabaja un amigo mío como fotógrafo. (Es un gran fotógrafo). Esta mañana, me encontré con un artículo de Ignacio González Barbero que se titulaba: Sobre la confianza. Me interesó bastante. Tanto, que apenas un par de horas más tarde estoy hablando de ello en mi blog.
Siempre me ha interesado este tema, esta palabra equilibrista. Equilibrista porque siempre la imagino caminando por una cuerda de anchura ridícula, que cruza de un edificio a otro. Los edificios son altos, rascacielos, si la persona que represen

ta uno de los edificios me importa lo suficiente, el otro soy yo. La confianza se balancea mientras camina sobre la cuerda. Cuando se cae, sé que no hay remedio. Se estrella contra el suelo. En alguna ocasión me ha sorprendido levantándose y caminando como si nada, volviendo a subir a la cuerda y a hacer malabares enseguida, como le gusta, pero para que eso suceda el vínculo ha de ser tan fuerte y tan estrecho que la confianza se vuelve íntima e inmortal. Pero ¿cuántas veces o con cuántas personas sucede eso? Cada uno tendrá su lista. Yo tengo la mía. Es cierto que a veces se salva cuando cae, pero generalmente vuelve herida o en un estado lamentable. Hay que saber y querer curarla. Es un trabajo de dos.
Pero basta de divagar y de construir metáforas manidas. Quiero hablar del artículo de esta mañana en el que leí que la existencia individual está determinada por las relaciones que establecemos con otros seres humanos y que a partir de estas construimos nuestro edificio vital. (Vaya con los edificios...). Y que estos vínculos tienen como base principal la confianza, en mayor o menor grado.
La confianza, según el artículo de Ignacio, es un acto de fe en el otro. Implica apoyo y respeto mutuo, lo cual significa un compromiso. Es algo así como jurar no dañar al otro. La seguridad propia se sostiene en la ajena, en el lazo mismo con el otro. Cuando establecemos relaciones íntimas, con nuestros seres más queridos, surge el amor, que genera un apego necesario para la continuidad del vínculo.
Cuando uno de los dos miembros quiebra esa delgada fina divisoria entre la confianza y la desconfianza, las consecuencias se vuelven extremadamente dolorosas. Al deshacerse los nudos que ataban el uno al otro, el amar mismo se resiente en ambos. No importa si lo que causó la desconfianza fue un acto voluntario o forzado. La traición es ya un hecho dado, sin importar su casusa. El sujeto traicionado pierde la fe en el otro y decae su capacidad de creer en general.
Interesante.
Realmente es una descripción acertada. ¿Cuántas veces hemos dejado de creer en las personas, en todo lo que nos rodea, en el mundo o el Universo sólo porque alguien a quien queríamos más que a nada, increíblemente, nos ha traicionado o ha traicionado nuestra confianza? Nos volvemos desconfiados sólo porque alguien nos dañó. Es ridículo. Pero pasa. Claro que pasa. A ti te ha pasado y a mí también. Luego, el tiempo lo pone todo en su sitio, y poco a poco volvemos a confiar. Aunque sepamos que un día u otro, alguien nuevamente nos fallará o seremos nosotros los que fallemos. La confianza es algo innato, puestos a pensar. Cuesta darla, pedirla, recibirla, mantenerla... pero no cuesta nada perderla. Años de construcción y como en un terremoto, en cuestión de segundos, de milésimas tal vez, todo se cae, se hace añicos. Desaparece.
El artículo, prosigue diciendo que la confianza es consecuencia directa de lo que uno realiza y por tanto, aparentemente, la tenue frontera entre aquella y la desconfianza puede volver a recorrerse a la inversa.
Esto me interesa aún más.
Se puede volver a confiar en alguien que rompió nuestra confianza. ¿Se puede? Se puede. Es lo que decía al principio, se cae de la cuerda entre los dos edificios, se estrella, se levanta y vuelve a subir a la cuerda y esta vez la pasa, pero el esfuerzo ha sido mayor, magullada y herida, ha tenido que subir por las escaleras, (el ascensor no funcionaba), hasta el tejado de ese gran rascacielos, que por si no lo he dicho, en este caso supongamos que el edificio es un altísimo rascacielos, y se ha enfrentado al viento de la azotea y al abismo de mirar hacia abajo y ha vuelto a subir a la cuerda para demostrarnos, que lo de antes, fuera cuando fuese ese antes, sólo fue un traspiés, (tal vez involuntario, como decía, o tal vez forzado), y que con esta nueva confianza volverá a cruzar una y otra vez esa cuerda y no volverá a caer.

Para dar este paso es necesario el perdón del otro, que depende del mayor o menor olvido de los actos cometidos. Así pues, el papel de la memoria es fundamental y a partir de ella el otro se erige como el ser humano en el que confío y sigo confiando.
A mi parecer, no sólo la memoria juega un papel definitivo, lo juega lo que la otra persona signifique para ti y obviamente el hecho del que se trate. Perder la confianza de alguien que apenas te importa, no duele mucho y se puede olvidar pronto. Perder la confianza de alguien a quien quieres, duele tanto que asfixia. Si duele tanto es porque se ha querido en igual medida, de manera absoluta.
Recuperar la confianza se trata de volver a construir, de volver a creer. De volver a dar una nueva oportunidad. De trabajar ambos. Uno volviendo a generar confianza, con sus actos, y el otro cediendo y dando tiempo, si cree que merece la pena salvar la situación o la relación sea del tipo que sea.
Debemos tener en cuenta, en el mundo de consideración que hemos creado, a aquellos que están incluidos en él, ya que cualquier acción que no observe la lealtad y el amor, vulnera la posibilidad y la continuidad del nexo personal de confianza.
Todos somos humanos y todos nos equivocamos, de acuerdo, pero cuidado, a veces, perder la confianza de alguien es irreversible.
¿Confías en mí?

I.M.G.