
En el aeropuerto de Stansted era otoño. La temperatura rondaba los 10 grados. Hay varias formas de llegar a Londres, escogimos la más cómoda: el Stansted Expréss. Este tren que une el aeropuerto de bajo coste con la capital en apenas 40 minutos, ha sido renovado. Ahora es más amplio, de colores más cálidos y discretos, de una comodidad superior y por los altavoces no suena sólo el idioma inglés, ahora también se oyen las indicaciones en francés, español e italiano. Mi ciudad favorita y su infraestructura están inmersos en un lavado de cara para el 2012.
Llegar a Liverpool St. a esas horas de la noche, (una hora menos que en España), en que el metro de fin de semana es un hervidero de gente de todas las razas, tamaños, creencias y edades puede ocasionarte algún retraso a la hora de llegar a tu destino. Recargar la tarjeta Oyster en un cajero es de lo más cómodo y sencillo, atrás quedaron los billetes de un día, o de dos o de tres, cuando descubres la Oyster no quieres saber de otro tipo de billete. La mía tiene un par de años, y no se pierde uno sólo de mis viajes a la capital del Reino Unido. Hammersmith es una de las pocas zonas que no he visitado con anterioridad y el único incidente del viaje ocurrió cuando nos subimos al metro para hacer transbordo y dirigirnos hacia allí. La línea se acabó en Aldgate. Era la 1 de la madrugada. Salir a la calle a esas horas, en el barrio de Whitechapel, cargada con la maleta, vestida de verano cuando arrecian 10 grados y la lluvia te salpica los ojos y te moja el pelo, es descarado. Tratar de encontrar el metro de Aldgate East en esas condiciones es complicado. La mejor decisión en esos momentos es llamar a un taxi. Y eso hicimos. Su conductor, un inglés de edad parecida a la nuestra y cuyo inquietud en la vida debía ser la de ser guía turístico, nos preguntó adónde nos dirigíamos y aceptó llevarnos.
¿Os habéis subido alguna vez a un taxi londinense? No era mi primera vez y a la vez sí que lo era. La primera vez que me subí a un taxi fue en Alton, cuando me dirigía a la casa de Jane Austen en Chawton. Era una especie de monovolumen como cualquiera de los de aquí y de color blanco, la única salvedad era el volante al otro lado. La segunda vez que me subí en un taxi en Inglaterra, fue en Bath, de la estación de tren al hotel, muy cerquita de donde Jane Austen vivió, en Sydney Place. El taxi era un Peugeot como tantos otros que conocemos, pero, obviamente, con su volantito en el otro lado. Esta vez, en Londres, por primera vez, nos subimos a un taxi de los que yo llamo "ingleses de verdad", de esos que parecen un bombín con ruedas. Es amplísimo por dentro. El conductor, llamémoslo James, nos puso la calefacción, nos dijo que el trayecto era un "long-long-way" y cuántas libras nos iba a costar. Aceptamos gustosas recorrer la noche londinense en el taxi de ese chico tan amable. Preguntó si era nuestra primera visita a Londres, cuando yo iba a contestar que era mi SEXTA, mi amiga me dijo que no le quitara la ilusión, así que le dije que sí, que era la primera vez. El muchacho se explayó entonces en presentarme SU ciudad: Whitechapel, The Strand, Trafalgar Sq, Westminster, Waterloo Bridge, (donde hablamos de la película de Vivien Leigh y Robert Taylor), Charing Cross donde dijo: books, books, books, books, (y yo me mordí la lengua para no contarle que me he recorrido todas sus librerías y me he comprado bastantes libros allí), Buckingham Palace, (no le conté que adoro pasear por St. James Park, que he visto en las inmediaciones a Camilla o al Príncipe Andrés), Victoria, King´s Road, el hotel donde se alojan las estrellas, Gloucester Road, Royal Albert Hall, etc, etc, etc, hasta llegar a nuestra zona, donde antes de bajarnos nos mostró en su navegador táctil dónde encontraríamos la parada de metro Ravenscourt y nos dijo que tuviésemos cuidado, no nos fiáramos de nadie, que no nos moviésemos en taxi porque era muy caro, si no en metro o en bus. (Extraña manera de pensar en un taxista).
Lo vimos alejarse y yo me quedé con las ganas de saber su nombre verdadero. Habíamos compartido una larga conversación que abarcó música, libros, artistas, conciertos, y Londres, Londres, Londres. Un tipo para no olvidarse de él. Y una recomendación: al menos, una vez, cuando vayais a Londres, coged un taxi, pero de los negros, de los que no tienen siquiera propaganda, aaaaah, qué delicia recorrer la ciudad en uno de ellos.
En el hotel, nos recibió un hindú llamado RK, que nos aseguró que en su hotel, el sueño está garantizado y que si no logras dormir o duermes mal, tienen asistencia de 24h y puedes llamarlo en mitad de la noche para quejarte si quieres y si al final de tu estancia dices que no has dormido bien, te devuelven el dinero. No sólo lo dijo de palabra, cuando llegamos a nuestra habitación, una propaganda del hotel lo ponía bien claro: asistencia 24h, aseguramos el sueño. Garantizado. Desde luego, desde que apagamos la luz hasta que sonó el despertador, dormimos profundamente, eso sí, la única queja es que en Junio en Londres amanece temprano y el sol se colaba entre las cortinas y parecía que quería que nos levantásemos con él, pero nos dábamos la vuelta y seguíamos durmiendo un rato más, sólo un rato más, con otra almohada tapándonos los ojos.
El desayuno era continental, y desayuné lo mismo los tres días: todo exquisito, el trato, y el desayuno. El segundo día nos ofrecieron porridge, algo así como gachas, pero no las probé, estaba segura de que no iban a gustarme. La chica insistió en que las probáramos. Pareció desilusionada cuando tuvo que llevarse el plato lleno.
A veces creo que la conozco mejor que mi Málaga natal. Nuestra relación sigue en esa fase mágica del enamoramiento. Y no me quiero despertar. Y no lo haré.
Si vais a visitar Londres por primera vez, haceros de una guía y haced caso de las recomendaciones, a partir de la segunda vez, dejad que la ciudad os lleve de la mano, es así como se conoce Londres. Yo siempre me dejo llevar.
Empezar el día en Leicester Square es todo un clásico para mí. Viajamos en metro desde Ravenscourt. En la salida de Charing Crossss descubrimos que han cerrado nuestra tienda favorita para comprar entradas baratas de musicales y que pronto abrirán un casino allí. Un minuto de silencio. Nos aventuramos a recorrernos dos o tres establecimientos que solemos recorrer otras veces, aunque no estuviera el chico tan majo que trabajaba en el establecimiento ya histórico. La idea era ver Ghost, pero era tarea ardua y difícil ya que el musical de Ghost se estrenó en Londres justo el día de antes, el viernes 24. Conseguir entradas para un sábado de estreno es prácticamente imposible. Pero... ¿quién le teme a la imposibilidad? ¿quién se deja vencer por ella? Yo no. Preguntamos en varios sitios y en todos encontramos la misma respuesta: SOLD OUT. Empezamos a contemplar otras posibilidades:
1. Wicked (Fue mi primer musical, y mi musical favorito y fetiche, (creo que tengo todo el merchandising habido y por haber), que espero volver a ver algún día en New York City). Qué pasada haber podido ver a Kerry Ellis y Oliver Tompsett en escena, juntos... y la B.S.O. con Idina Menzel y Christine Chenoweth... es una de mis bandas sonoras favoritas, tal vez la que más, con perdón de Grease.
2. Hairspray (También lo vi en su día y me encantó, pero ya no lo estaban dando, si no, tal vez habríamos repetido).
3. Grease (Otro musical que me encantó cuando lo vi y de cuyo protagonista me enamoré). La película es insuperable, pero el musical es digno de ver. Se disfruta muchísimo, pero este tampoco lo están dando ya.
4. Legally Blonde (Este musical lo vi el año pasado en el SAVOY, y es muy divertido. Curiosamente el que era protagonista del mismo es ahora protagonista de Ghost)
5. MAMMA MÍA (Soy fan absoluta de Abba y he visto este musical 2 veces en español, contemplamos la posibilidad de verlo y tenía todos los puntos).
6. Jersey Boys (Bueno, los vimos el año pasado en el especial de 80 aniversario del Teatro Apollo Victoria y son unos chicos que cantan genial).
7. Priscilla Reina del desierto (También los vimos en el especial del Apollo)
.... y así, contemplamos el resto de posibilidades: Billy Elliot, El Rey León, Thriller live, Oliver (con nuestra querida Kerry Ellis, (ella e Idina Menzel son las mejores Elphabas que podría haber en Wicked), Los Miserables, El fantasma de la Ópera, El mago de Oz....etc etc etc
El caso es que a pesar de tanta oferta y de no importarnos repetir, queríamos ir al estreno de Ghost y... ¿quién dijo imposible? Lo conseguimos finalmente, ¿acaso había duda? Una inglesa que ceceaba, (nunca antes había oído a un inglés ceceando), nos vendió unas entradas para esa misma tarde en Balcony, en el Upper Circle, con una visibilidad bastante buena. Y así emprendimos nuestro paseo matinal, felices y con las entradas, (de unas 42 libras c/u), guardadas en el bolso.
Pasamos por National Portrait (donde en la colección permanente podeis ver el único retrato de Jane Austen hecho por su hermana Cassandra), seguimos por Trafalgar Sq, el Strand, Charing Cross Station y salimos hacia Embankment hacia el Victoria Park, por la parte de detrás del Savoy y caminamos hacia The Temple, con parada en el monumento dedicado a Cleopatra. Atravesamos The Thames por el Puente de Waterloo, donde las nubes y el viento se nos echaban encima y me asomé en el mismo punto donde lo hace Robert Taylor en la película The Waterloo Bridge, y rememoré las mejores escenas de Vivien Leigh en la película. Fantástica. Extraordinaria. Mi Viv... Tras cruzar el puente fuimos por Queen´s Walk hasta el puente de Westminster, todo ese camino era como una feria, con carroussel incluido, una playa artificial, casetas de bañistas de colores, artistas callejeros, etc.
Un sábado a mediodía, tanto si conoces Londres como no, hay que ir a un mercadillo. Tenemos Portobello Road, tenemos Covent Garden y su Jubilee Market. Y tenemos Candem Town y sus Candem Market. ¿Qué elegir cuando los conoces todos? Obviamente: CANDEM. Es una auténtica y absoluta pasada. Cuando sales del metro pareces estar en otro mundo, en uno más alternativo, más de cuero, de pelos de colores, de botas insufribles, de tacones de espanto, de tatuajes demoniacos, de artilugios, camisetas, bolsos, fantasía, rebeldía, y todo lo que esperas o ansias encontrar en un mercadillo de verdad. Además, el río hace su presencia en la zona, como un Little Venice, y sin duda si vas a Candem hay que recorrerlo entero, se puede tardar más de 4 horas si lo ves a conciencia, si sólo paseas, puedes echar dos, porque es imposible pasear sin pararte en algún cuadro, algún vestido, alguna extravagancia, algún olor, o color.... y hay que llegar hasta los antiguos establos e incluso asomarte al Proud Candem, donde hay exposiciones. Yo pillé una de Paul Newman una vez. Fantástica. Allí se puede comer al aire libre. Como el día había mejorado sobremanera y ahora tornaba prácticamente primaveal, pues una creperie y un comer al aire libre mientras observas a los artistas y a los transeúntes no me lo quitó nadie. Eso sí, ya iba cargada de bolsas. No comprar en Candem debe ser pecado.
I.M.G.