jueves, 12 de abril de 2012

Rembrandt Huis

La semana pasada, paseando cerca de Waterlooplein, en Amsterdam, llegamos a la calle Jodenbreestraat, donde se encuentra la casa museo de uno de los pintores y grabadores más famosos de los Países Bajos: Rembrandt.

En esta entrada no voy a hablar de Rembrandt, ni de su vida, ni de sus pinturas o sus grabados, sólo quiero dejar constancia de mi visita a la casa en la que vivió de 1639 a 1658: Rembrandthuis. Siempre me he preguntado cómo sería la casa de un pintor importante del llamado siglo de oro. La respuesta es que solían estar enfocadas al comercio.  El edificio de la izquierda, se agregó a ppios de los 90 del s. XX para albergar gran parte de sus dibujos. La entrada a la casa y al museo están en este edificio. En la planta baja hay una pequeña tienda con sus grabados, y desde ahí, comienza la visita. Las audioguías son gratuitas y están en varios idiomas. No soy muy amiga de las audioguías, (prefiero el trato humano), pero en esta ocasión se agradecieron.

Atravesamos un pasillo, en el que a un lado quedaba una escalera de caracol por la que luego subiríamos al resto de las estancias, y al otro una puerta que daba a la cocina. La cocina era grande y se encontraba dominada por una enorme campana  y a su derecha un mueble-armario de madera labrada que guardaba una cama, probablemente de la asistenta o cocinera. Llamaba la atención la pequeñez de la cama. Al parecer en el s.XVII los holandeses no eran muy altos, (prueba de ello era la puerta que daba al patio, de apenas metro setenta), aunque la causa principal de estas medidas era que no dormían tumbados, sino medio incorporados, ya que pensaban que al estar tumbados, la sangre podía subir al cerebro y morirían. En el gran fregadero se encontraba una bomba de agua que se usaba para regar, fregar, etc, pero no para beber, pues no era común tener agua potable en esa época. Lo que bebían era cerveza con un nivel de alcohol rebajado.

Esta casa debió costarle en su día 30.000 monedas, cuando el sueldo de esa época rondaba las 300. Rembrandt se hipotecó y finalmente tuvo que abandonar la casa, años después,  por no poder afrontar su pago. Después de la cocina, subiendo un tramo de la escaleras de caracol, se encuentra el recibidor donde Rembrandt hacía pasar a los compradores y comerciantes de arte. Esa sala de espera está repleta de cuadros y lienzos, contenía varias sillas y un armario labrado. La casa está decorada como la tuvo Rembrandt en su día. Dejó varias pinturas y dibujos de su paso por ella y por eso es fiel a lo que fue. La fotografía de la derecha pertenece a la chimenea de la siguiente habitación a la que se pasaba desde la anterior, y es donde se hacían los negocios de compra de dibujos o cuados. Sólo son de mármol las columnas, el resto es de un material que lo imita. Las paredes también estaban repletas de cuadros y había otro mueble cama para el propio Rembrandt o algún comerciante.

En la misma planta se encontraba una especie de taller donde realizaba los grabados. Una chica del museo nos explicó la ténica. Bastante complicada. Con punzones se hacían los grabados en las placas, se les huntaba la pintura negra, no recuerdo cómo se llamaba, y se limpiaba cuidadosamente, se les echaba talco, y luego pasaban por una prensa donde ya salían en el papel. Aparte de la dificultad de hacer los dibujos con punzones en una chapa, aclarar que se hacían del revés, incluso la firma. Y generalmente se podían hacer varias copias del mismo dibujo, todas desde el principio. Pudimos ver en el museo adyacente varios de aquellos dibujos realizados con dicha ténica, y también el de muchos de sus pupilos.

La última puerta de esa planta daba a su propia habitación, donde convivió con su esposa Saskia, que murió a los 29 años tras dar a luz a su hijo Titus.
A su vez era una sala de estar o gran salón para la familia. Se puede observar al fondo, tras la enorme chimenea, su cama mueble. En las paredes colgaban varios cuadros del artista. Un pequeño escritorio junto a la cama. Ventanas que llenaban de luz la estancia.
Todo lo demás: Historia.
Seguimos por la escalera de caracol a las habitaciones de arriba don de se encontraba el taller de Rembrandt, donde pintaba sus lienzos, donde se inspiraba, donde leía, donde estudiaba a los maestros y compañeros de la época. La habitación es amplia y luminosa y en el centro destaca el caballete y una silla, al fondo un escritorio lleno de libros, y botes de pinturas y pinceles por doquier.
Ahí me entretuve un poco, tratando de captar algo. ¿Qué? No sé, el alma de un artista tal vez. Me conmueven estas cosas, los lugares donde alguien pasa tiempo creando. Los escritorios de los escritores. Los lienzos de los pintores...

Rebrandt, como muchos de sus contemporáneos también fue coleccionista. De trabajos de amigos. De animales disecados. De esculturas. De libros. De lienzos. De moluscos... Sí, de moluscos. Al parecer en el siglo XVII estaba muy de moda el coleccionarlos, daba cierta distinción, el coleccionista de moluscos tenía una posición social destacada, pues no podían ser adquiridos de otra manera que en subastas o en ferias. Mostraba orgulloso sus colecciones y reliquias en esta otra habitación frente a su estudio. En ella pasaba horas meditando, o tal vez, trabajando en las ideas de sus próximos trabajos o encargos. Recibía bastantes.

La visita termina con la exposición, como he comentado antes, de muchos de sus dibujos, de hecho, de los 290 de los que se tienen constancia, 260 se exhiben aquí, en la que fuera la casa de Rembrandt: En Rembrandthuis.

¿Merece pues la pena visitarla? Bueno, todo depende del interés de cada uno. A mí me gustó y me enseñó cosas. Y a mí, me encanta que me enseñen cosas. Me gusta aprender.

En próximas entradas os contaré más de Amsterdam. Me ha parecido mejor empezar de esta manera, puesto que pocas veces hablo de casas, y el símbolo de este blog es precisamente eso: una casa. La casa de Jane Austen en Chawton.



I.M.G. 

4 comentarios:

  1. Me encanta la foto que está a la izquierda de la de la chimenea, el efecto de cruces en el suelo.

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  2. La verdad es que la casa tiene su aquel. A mí me gustó. Casi podía notar esa fina línea que separaba nuestra dimensión de la de Rembrandt. En un traspiés, casi llego a ella.

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  3. Muy entretenida esta visita, isa. Gracias, se disfruta.

    Besitos

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  4. Gracias, Ely, a ver si encuentro hueco y os cuento mi viaje a Amsterdam. Ha sido fantástico. NO sé por dónde empezar, jajaj

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