Desde que volví de Amsterdam, a principios del mes de Abril, me he preguntado cómo debería enfocar una entrada en este blog dedicada a Ana Frank después de visitar el lugar en el que vivió y escribió su famoso diario, en Prisengracht 263.
Aún no lo sé.
Pero no quiero demorarme más. ¿Qué sentido tiene? Siempre van a faltarme palabras. Ya me faltaban cuando leí su diario. Después de haber conocido el escenario donde fue escrito, donde vivió todo aquello que compartió, sin saberlo, con todos los que, intrusos de sus intimidades, lo hemos leído y sufrido, me faltan aún más. Así pues, sigo perdida, pero con ganas de atreverme a escribir. Por Ana. Por ella. Esta entrada. Para ti.
Huis significa casa, en holandés. En la puerta del edificio que fue almacén, se encuentra esta placa que lo distingue del resto. De lejos es un edificio más, ni siquiera bonito. Al otro lado del canal me preguntaba cuál de todos aquellos edificios sería el que tras los cristales, ni siquiera un siglo aún atrás, se esconderían los Frank de las garras de los nazis. Ya no hay árboles delante de su fachada, sólo el canal. Se adivina en la cola de la entrada, en el silencio de la gente que aguarda entrar, un lugar de peregrinaje. Las colas duran horas y se mantienen casi desde el amanecer hasta bien entrada la noche. Consciente de ello, sacamos nuestras entradas por internet, (es aconsejable sacarlas al menos con un mes de antelación), para la tarde del sábado 7 de abril. Nos saltamos la cola para entrar por otra puerta anexa, a la que se accede tocando un timbre. Te validan la entrada y entras con tu grupo, sin guardar cola.
Nunca podremos ser sólo holandeses o sólo ingleses o pertenecer a cualquier otra nación: además, siempre seguiremos siendo judíos, y queremos seguir siéndolo.
Ana Frank, 11 de Abril de 1944.
Hacía apenas un par de semanas que había terminado de leerme el diario de Ana Frank, y de repente estaba allí, mezclada con la gente, observando unas fotografías en blanco y negro y leyendo unas frases escritas en la pared de lo que alguna vez fue parte del almacén de la empresa que Otto Frank montó allí. Anduve por el pasillo en silencio hasta una sala donde se exhibía un video sobre el paso a la clandestinidad de los Frank, sobre el exterminio nazi, sobre Ana, su familia y quienes habitaron ese edificio, escondidos, en la parte de atrás. El sonido me llegaba a través de un teléfono negro, antiguo.
Y de repente su historia se mezcla con tu historia y sientes que esa niña es tu pariente lejano y sufres por todo lo que ella sufrió, por lo que todos sufrieron. Y te sientes extraña por haber nacido en otra época, por no haber podido hacer nada, por ser una simple espectadora. Por dudar a veces, porque parece imposible que algo así sucediera alguna vez en la vieja Europa, que cosas así sucedan, en este mundo, sea la época que sea. Y caminamos cabizbajos, por los pasillos, brazos cruzados, pensando quién sabe qué, con cientos de imágenes de Ana girando, como palomas, sobre tu cabeza. Y no sabes qué pensar, y te embarga un sentimiento extraño, llamémoslo rabia mezclada con impotencia y altas dosis de tristeza. Tal vez me sentí así cuando me acerqué a las cristaleras para leer documentos originales de la época, tal vez fue así como me sentí cuando pasé de una habitación vacía a otra, cuando subí las escaleras hasta otra planta donde había una máquina de escribir, una pluma, y una serie de enseres que perteneció a los que allí habitaron un día, con ilusiones de supervivencia. Un video, con subtítulos en varios idiomas, era protagonista de la sala. Una de las supervivientes, ya viejecita, relataba aquel calvario. Me cuesta rememorarlo. Duele. Sí. Por eso era difícil escribir esta entrada.
Unas maquetas muestran cómo era y estaba amueblada la parte de atrás, el escondite secreto. Nos advierten que cuando subamos no encontraremos muebles allí, nada de lo que hubo, sólo las paredes, lisas, silenciosas, guardianas de los secretos que Ana no relató en su diario. Otto Frank decidió que aquellas estancias se mostraran así al público. Y su decisión fue respetada. Tras otro tramo de escaleras llegamos a la puerta de acceso a la parte de atrás, oculta tras una biblioteca.
Nos paramos ante la entrada. Hice amago de santiguarme, pero no lo hice. No sé por qué me vino ese amago, tal vez pensé que entraba en un lugar sagrado. Por un momento casi me arrepiento. Había leído en el diario sobre aquella entrada tantas veces descrita... y ahora la tenía ante mí e iba a atravesarla, era como si hubiese entrado en el diario, como si me hubiera colado en sus páginas y ahora fuera a vivirlo todo en primera persona. Me aterrorizó la idea. Pero quería conocer a Ana. Besarle la cara. Abrazarla. Decirle que todo va a salir bien. Que yo terminaría ese diario incompleto y le daría el final feliz que suelo darle a mis historias. Pero allí estaban esas escaleras a un lado y mis pisadas, una tras otra, me introdujeron en la habitación de Otto, su esposa y su hija mayor. Paredes vacías. Una ventana oculta tras un panel oscuro. Unas marcas en la pared con la estatura de las niñas. Ana creció deprisa. Lo muestran las marcas. Fueron más de dos años. Allí. Encerrados.
Y entro en la habitación de Ana. Vacía. (La foto de arriba es una reproducción de como fue, la de abajo de como está actualmente). En las paredes, tras una vitrina de cristal transparente, aún quedan los fotogramas y pósters que ella colgó un día. Me llama la atención una fotografía de la Reina de Inglaterra. Es apenas una niña. Estrellas de cine. Naturaleza. Historia. Realeza. Leonardo Da Vinci. Rembrandt. Greta Garbo. Ginger Rogers.
Si reflexiono sobre la vida que llevamos aquí, llego a la conclusión de que en comparación con los judíos que no están escondidos, estamos en el paraíso. Aún así, cuando más tarde todo retorne a la normalidad, me asombraré de que nosotros, antes tan pulcros, nos hayamos visto rebajados hasta este punto.
Ana Frank, 10 de mayo de 1943
Sólo Otto se salvó.
Ana y su hermana Margot murieron con días de diferencia, en el campo de concentración de Auschwitz. No voy a contar cómo fueron descubiertos, o quién los delató, (suposiciones aún), o la mísera suerte que vivieron todos y cada uno de los que vivieron en aquella parte de atrás de Prisengracht 263, o cómo murieron todos excepto Otto. Para eso está la historia, y la wikipedia, y el prólogo o el epílogo del propio diario de Ana, según la versión que caiga en vuestras manos.
La visita termina en una tienda de souvenirs en la que los libros, en distintos idiomas, de distintos formatos y editoriales, etc priman la sala. Estuve buscando un libro con sus cuentos, pues Ana quería ser escritora, como yo, como mis amigos, pero no lo consiguió. ¿No lo consiguió? Su Diario ha sido y es uno de los libros más vendidos y conocidos de la historia. Sí, Ana era escritora. Aunque no pensaba que lo fuera, sino que lo sería. ¿Acaso no se es escritor desde que se nace? Luego se hace, pero la chispa primera, esa nace con uno. Seguro. Y ella... la tenía. La tuvo todo el tiempo. Y no dejó de escribir un solo día durante su cautiverio. Escribió, se formó, se enamoró, y mantuvo las esperanzas. Me atrevería a decir que sonrió más de lo que supuso, y también que lloró más aún de lo que fue capaz de escribir. Suposiciones. El diario me llegó hondo. Profundo. Como decía al principio: duele.
Si sales de la Casa de Ana Frank y rodeas la iglesia te encuentras con una pequeña estatua de una niña. Siempre está limpia, como si le sacaran brillo a diario. Su mirada chispea de curiosidad. La gente se acerca y la abraza. Es Ana Frank, dicen los que pasan y se paran a fotografiarse con ella. No está conseguida, dicen cuando se van. Yo me acerco, la abrazo y luego, le pido a mi amiga una foto con ella.
No sé si he sido muy melodramática, si no, si he contado poco o mucho, no me he detenido en calcular la medida exacta de esta entrada, ni siquiera sabía lo que iba a escribir cuando empecé con ella. Sólo sabía que quería escribir algo sobre mi paso por aquella casa, que me dejó huella, que aún me persigue, que me volví a leer el diario después de mi paso por Amsterdam y que aún me consterna. Desde mi punto de vista, debería ser lectura obligatoria. La gente debe saber. Las nuevas generaciones deben saber. Para que lo que ocurrió no vuelva a ocurrir. Para que miremos atrás con vergüenza, de haber permitido que sucediera. Yo no había nacido, pero también me siento culpable. Quizá suene absurdo. Pero es así.
En 1960 el refugio pasó a ser museo. Yo estuve allí. Y no voy a olvidarlo. No voy a olvidarte.
Veo cómo el mundo se va convirtiendo poco a poco en un desierto, oigo cada vez más fuerte el trueno que se avecina y que nos matará, comparto el dolor de millones de personas, y sin embargo, cuando me pongo a mirar el cielo, pienso que todo cambiará para bien, que esa crueldad también se acabará, que la paz y la tranquilidad volverán a reinar en el orden mundial. Mientras tanto, tendré que mantener bien alto mis ideales, tal vez en los tiempos venideros aún se puedan llevar a la práctica...
Entrada dedicada a Otto Frank, Edith Frank-Hollander, Margot Frank, Ana Frank, Hermann Van Pels, Auguste Van Perls-Rottgen, Peter Van Pels, Fritz Pfeffer, que vivieron en la parte de atrás y protagonizaron las páginas del diario de Ana Frank.
Y a Miep Gies-Santrouschitz, Johannes Kleiman, Victor Kugler y Bep Voskuijl, que los ayudaron, sin ellos, que también forman parte del diario, no habrían durado tanto, hasta casi conseguirlo, en la parte de atrás.
Ana y su hermana Margot murieron con días de diferencia, en el campo de concentración de Auschwitz. No voy a contar cómo fueron descubiertos, o quién los delató, (suposiciones aún), o la mísera suerte que vivieron todos y cada uno de los que vivieron en aquella parte de atrás de Prisengracht 263, o cómo murieron todos excepto Otto. Para eso está la historia, y la wikipedia, y el prólogo o el epílogo del propio diario de Ana, según la versión que caiga en vuestras manos.
La visita termina en una tienda de souvenirs en la que los libros, en distintos idiomas, de distintos formatos y editoriales, etc priman la sala. Estuve buscando un libro con sus cuentos, pues Ana quería ser escritora, como yo, como mis amigos, pero no lo consiguió. ¿No lo consiguió? Su Diario ha sido y es uno de los libros más vendidos y conocidos de la historia. Sí, Ana era escritora. Aunque no pensaba que lo fuera, sino que lo sería. ¿Acaso no se es escritor desde que se nace? Luego se hace, pero la chispa primera, esa nace con uno. Seguro. Y ella... la tenía. La tuvo todo el tiempo. Y no dejó de escribir un solo día durante su cautiverio. Escribió, se formó, se enamoró, y mantuvo las esperanzas. Me atrevería a decir que sonrió más de lo que supuso, y también que lloró más aún de lo que fue capaz de escribir. Suposiciones. El diario me llegó hondo. Profundo. Como decía al principio: duele.
Si sales de la Casa de Ana Frank y rodeas la iglesia te encuentras con una pequeña estatua de una niña. Siempre está limpia, como si le sacaran brillo a diario. Su mirada chispea de curiosidad. La gente se acerca y la abraza. Es Ana Frank, dicen los que pasan y se paran a fotografiarse con ella. No está conseguida, dicen cuando se van. Yo me acerco, la abrazo y luego, le pido a mi amiga una foto con ella.
No sé si he sido muy melodramática, si no, si he contado poco o mucho, no me he detenido en calcular la medida exacta de esta entrada, ni siquiera sabía lo que iba a escribir cuando empecé con ella. Sólo sabía que quería escribir algo sobre mi paso por aquella casa, que me dejó huella, que aún me persigue, que me volví a leer el diario después de mi paso por Amsterdam y que aún me consterna. Desde mi punto de vista, debería ser lectura obligatoria. La gente debe saber. Las nuevas generaciones deben saber. Para que lo que ocurrió no vuelva a ocurrir. Para que miremos atrás con vergüenza, de haber permitido que sucediera. Yo no había nacido, pero también me siento culpable. Quizá suene absurdo. Pero es así.
En 1960 el refugio pasó a ser museo. Yo estuve allí. Y no voy a olvidarlo. No voy a olvidarte.
Veo cómo el mundo se va convirtiendo poco a poco en un desierto, oigo cada vez más fuerte el trueno que se avecina y que nos matará, comparto el dolor de millones de personas, y sin embargo, cuando me pongo a mirar el cielo, pienso que todo cambiará para bien, que esa crueldad también se acabará, que la paz y la tranquilidad volverán a reinar en el orden mundial. Mientras tanto, tendré que mantener bien alto mis ideales, tal vez en los tiempos venideros aún se puedan llevar a la práctica...
Ana Frank, 15 de julio de 1944.
Entrada dedicada a Otto Frank, Edith Frank-Hollander, Margot Frank, Ana Frank, Hermann Van Pels, Auguste Van Perls-Rottgen, Peter Van Pels, Fritz Pfeffer, que vivieron en la parte de atrás y protagonizaron las páginas del diario de Ana Frank.
Y a Miep Gies-Santrouschitz, Johannes Kleiman, Victor Kugler y Bep Voskuijl, que los ayudaron, sin ellos, que también forman parte del diario, no habrían durado tanto, hasta casi conseguirlo, en la parte de atrás.
I.M.G.
Sigo sin leerlo y es probable que nunca lo lea. Lei demasiado sobre Auschwitz y eso sí que fue dolor, y muerte, y hermanos contra hermanos, y olor a carne quemada, y trabajo forzado, y un tiempo sin horas...
ResponderEliminarTal vez por eso nunca lo lea.
Andrea, yo opino lo contrario, y sobre todo conociéndote. Deberías leerlo. Ana Frank no habla de los campos de exterminio. Ella cuenta lo que le rodea, con sus ojos de niña de 13 años, habla de la casa en la que se han refugiado, habla de su relación con sus padres y con los Van Peels, que ahora viven con ellos en el escondite, habla de sus amores, de su colegio, de sus compañeras, de cómo se enamora de Peter, y de lo que vivió allí durante su periplo de dos años. Habla, obviamente, de la guerra, de estar encerrada, de los tiempos que corren, de los judíos y el trato que se les da, de lo que ve a través de las ventanas, cuando puede mirar, del hambre... pero está relatado tan inocentemente, tan desde sus ojos y corazón, que merece la pena leerlo. Te lo recomiendo de verdad. Y yo también dije un día que jamás iba a leerlo. Y ahora, después de haberlo hecho, creo que me habría arrepentido siempre si no lo hubiera leído.
ResponderEliminarHola Isa!!
ResponderEliminarllevo tiempo sin pasarme por varios de los blogs que sigo habitualmente, pero poco a poco voy volviendo a escena. Esta entrada ha sido bestial, aunque tengo cierto reparo con el tema del Holocausto. Para mí es un periodo que, aunque es necesario recordarlo para no volver a repetirlo, es demasiado doloroso.
Estuve en el museo de la guerra en Londres, y hay toda una planta dedicada a este suceso. Te confieso que salí casi vomitando (perdona la expresión) de las náuseas que me provocaron aquellos vídeos y fotos de los pobres presos de los campos de concentración.
Tengo ganar de leer el diario de Ana Frank, aunque me da un pelín de miedo.
Te mando un beso y gracias por pasarte por mi nuevo rinconcito.
Una entrada preciosa, Isa. Se nota que te salió del corazón. Yo leí el Diario cuando tenía la misma edad de Anna al escribirlo. Si alguna vez me he identificado con un personaje literario (Anna ha llegado a serlo, además de una persona, personaje), ha sido con ella. A lo largo de mi vida he vuelto a leerlo en varias ocasiones, y en cada una de ellas me ha vuelto a capturar su inocencia, su inteligencia, su manera de describir la vida y su afán de vivirla con normalidad dentro de las circunstancias tan anormales.Aunque parezca imposible, su historia es optimista. Como se suele decir, un canto a la vida y a la bondad. También es destacable algún pasaje lleno de humor, como cuando describe la relación difícil que mantiene con su hermana mayor (como cualquier adolescente con una hermana mayor...quien no haya tenido una hermana mayor, no lo entenderá).Andrea, deberías leerlo. Además es una de las historias de amor más bonitas que nunca he conocido
ResponderEliminarHas dicho lo justo, no sobra ni falta ni una coma ni un punto ni un sentimiento, describes lo que todos, más o menos sentimos al conocer la dolorosa historia a Ana y su familia que tuvieron que vivir recluidos con la esperanza de poder recuperar su dignidad, su vida.
ResponderEliminarLa escritura de Ana es conmovedora, creo que no dudaba de que todo aquello se solucionaría, lo vivió con inocencia y esperanza.
Un beso.
La vida del ser humano no se puede separar del dolor: el dolor físico, pero sobre todo el dolor profundo e íntimo causado por la pérdida en sentido amplio, de la inocencia, de la libertad, de la salud, del amor ... Esta experiencia a veces lleva a la desesperación, a veces a la superación muchos más allá de los límites posibles; a veces a la destrucción, a veces a la genialidad creadora, pero nunca puede dejarnos indiferentes. La indiferencia conduce a la crueldad y sólo la compasión puede superarla.
ResponderEliminarFormidable crónica, Isa.
ResponderEliminarYo sufrí por los que padecieron la suerte de Ana muchos antes de haberla conocido. Mi madre trabajó para una familia judía cuyo padres llevaban los números marcados a fuego en sus brazos. Recuperaron a su hijo mayor trece años después de haber acabado la guerra.
NO logré reunir fuerzas para entrar en la casa de Ana Frank cuando estuve allí. Lloré mucho en el Museo del Pueblo Judío y no logré rearmarme para transitar por el encierro de Ana y su familia.
Un abrazo,
Hola, Isabel:
ResponderEliminarEste no es en realidad un comentario a tu entrada, sino que me gustaría ponerme en contacto contigo y no he visto otra forma de hacerlo. Me he topado con tu nombre en una página web que hablaba sobre cómo publicar en Amazon y me ha llamado la atención ver que perteneces a un grupo literario con, supongo, inquietudes parecidas a las mías. Me gustaría contarte mis vicisitudes como reciente escritora novel (que tienen que ver con Amazon, por cierto), pero estoy escamada de facebook, twitter... ¿Cómo podría ponerme en contacto contigo sin que todo el universo pueda leer lo que te escribo? Sé que todo esto suena un poco raro. Achácalo a mi ignorancia interneteril (que es la que ha desembocado en la anécdota que quiero contarte). Seguiré mirando tu blog para ver qué me dices.
Disculpa tanto misterio.
Atentamente,
Una aspirante a escritora amateur que se ha llevado un revés y busca el consuelo de otros amiguetes escritores :)
Hola Anónimo,
ResponderEliminarGracias por escribirme y disculpado el misterio. Como me gusta resolver enigmas te confieso que he pensado que eras un amigo que tengo muy bromista, y al que quiero un montón, en cuyas redes "bromiles" siempre caigo.
Puedes ponerte en contacto conmigo en el correo de mi grupo: puntoyseguido_escritores@hotmail.com
También puedes encontrarme en la página de facebook de puntoyseguido_escritores
Y en Twitter en @isamerino.
Espero tu correo y ya me cuentas. Suerte en estos mundos por los que caminamos. Son difíciles. Pero no podrán con nosotras :-)
Un saludo y hasta pronto.
Gracias por escribirme y por pasear por mi Chawton St.
Isa
Gracias, Isa. Te escribiré pronto un mail a la dirección que me das contándote mi historia.
EliminarUn abrazo.
Anónima, de momento.
Magnífica crónica Isa. Después de leerla parece que también hemos estado allí. Gracias por compartirla
ResponderEliminarHe llegado a tu rinconcito por casualidad...y la primera entrada que leo es esta, me he quedado...no sé ni cómo explicarlo...dolorida, triste, melancólica. Aún no entiendo cómo pudo pasar esto!!! Hace poco volvieron a poner en la televisión La Lista de Schindler, tanto sufrimiento, la vi en su momento y al volver a verla mi sufrimiento fue mayor, quizás ahora que crecí entiendo mucho más.
ResponderEliminarMe ha parecido preciosa tu entrada y aquí me quedo.
Un abrazo.
Creo que me han convencido (Isa e Inma), la pondré entre las pendientes.
ResponderEliminarPerdonad el retraso en las respuestas. He estado un poco liada estos días, por eso mi ausencia por aquí. Lo primero es daros las gracias por entrar a en mi blog y sobre todo por comentar, que siempre me hace mucha ilusión.
ResponderEliminarMiranda, me alegra mucho lo que he leído en tu antiguo blog y en el nuevo. Seguro que te espera una carrera magnífica. Y por supuesto, estaré pendiente de ella.
Yo también estuve en ese museo. Un horror, efectivamente.
Creo que no debes enfrentarte con miedo al diario de Ana Frank, es más, creo que deberías leerlo. Ya me contarás. Creo que es un buen consejo.
Gracias por tu visita.
Un abrazo.
Inmita, cuánto me dejas en tu comentario... qué bonito. Deberíamos hablar del diario de Ana Frank en persona, el próximo jueves, si podemos. Yo también pienso que la historia de amor de Peter y Ana es preciosa.
Un beso grande para ti que tanto compartes y comparto contigo.
Isa
Hola Wendy, hacía tiempo que no nos encontrábamos. Qué alegría verte de nuevo. A mí me sobrecogió también ese hecho, el de que ella viviera el día a día con tanta esperanza y convencimiento de que todo saldría bien. A pesar de conocer el final, mientras leía el diario, sentía que sí, que todo saldría bien... traspasó tanto sus sentimientos y personalidad que todos somos un poco Ana mientras leemos. Un beso.
Hola Antonia, un placer verte por aquí. Qué bonito el comentario que me has dejado, cargado de sentimiento, tan afín a lo que quería escribir en esta entrada y tal vez no supe del todo. Qué sabias palabras. Gracias por pasear conmigo.
ResponderEliminarUn abrazo
Isa
Gracias Pedro, y por compartir conmigo lo que cuentas. A mí me sobrecoge todo lo relacionado con ese tema. Recuerdo cuando estuve en Praga, y visité una sinagoga vacía, únicamente llenas sus paredes de nombres y fechas de judíos asesinados... sobrecogedor... Yo me atreví con la casa de Ana Frank, pero no me he atrevido a visitar, ni lo haré nunca, un campo de concentración o exterminio. No lo hice en Praga, ni en Berlín, ni en Holanda. No podría soportarlo... Como siempre, un gran abrazo.
Gracias Pedrito, me ha hecho mucha ilusión verte o sentirte por aquí :-) Me encanta pasear de tu brazo.
ResponderEliminarUn beso
Isa
Anayaika, bienvenida a Chawton St. Me alegra que hayas dejado un comentario en tu primer paseo. Gracias. Es cierto que has llegado a una de las entradas más melancólicas, pero si te das una vuelta por aquí verás que cada entrada es un mundo diferente, y que a veces los personajes se repiten, pero cuentas historias muy distintas.
ResponderEliminarUn abrazo
Isa
Andrea, no te arrepentirás :-)
Sí, Andrea, no te arrepentirás.
ResponderEliminarUna crónica muy hermosa y un gran homenaje a Ana y a todos los que como ella fueron exterminados. Leí su diario más o menos a la edad de ella, me lo regaló mi padre y me insistió diciendome que contaba unas vidas reales, me convenció cuando me explicó que era el diario de una niña de mi edad. Muy poco después de ese regalo mi padre fallecía, creo que no tengo que decirte más, Isa. Ana y mi padre está unidos en mi recuerdo.
Besitos
Cómo te lo curras. No he leído el diario pero conozco la historia. Eres una cronista extraordinaria, deberías moverte por revistas y demás, y aquí publicar relatos, digo
ResponderEliminarGracias Ximens, es el mejor piropo que me han dicho en mucho tiempo. Te lo agradezco.
ResponderEliminarLo de publicar relatos en el blog es que no me da confianza. No sé adónde irán a parar mis relatos, y tendría que ponerme a registrarlos todos, y no tengo tiempo de ir al registro y si los publico aquí, no puedo presentarlos a concurso ni publicarlos como algo nuevo... total, que no me termino de decidir. Cuando empecé el blog lo hice para escribir cosas diferentes, por la necesidad de escribir cosas que no fueran relatos, algo que no tuviera que corregir, si no lanzarlo del tirón y dejarlo tal cual, y sacarlo de mí porque me apeteciera compartirlo con quienes tuvieran algún interés similar. Ese fue el primer propósito... luego, ya sabes que voy y vengo, que aparezco y desaparezco y que un tema difiere del siguiente o el anterior en todo o en nada. Pero lo de los relatos... llegará, aunque no ahora. Gracias por proponérmelo y por leerme siempre.
Un beso
Isa
Muy pero muy buena tu nota. Excelente, me encanta. La podría releer muchas veces, tal cual Ana me transportó a la época tu lo hiciste hacia el lugar de los hechos. Gracias por regalarnos tu escritura atrapante. Espero algún día tener el talento de la escritura, tan natural como tú y por supuesto, visitar la casa Museo. Miles de éxitos!!
ResponderEliminarMuchísimas gracias y bienvenido/a a Chawton St. Me alegra haber logrado lo que quería, pasear de la mano de quienes no hayan podido visitar la casa de Ana Frank aún y mostrársela tal como yo la vi y sentí. Me alegra que mis palabras y emociones te hayan llegado. Y ojalá que algún día puedas ir. Entonces, vuelve y cuéntame tus impresiones, por favor. Me interesa conocerlas. Gracias por tus buenos deseos. Yo también te deseo lo mejor. Un abrazo y hasta pronto.
ResponderEliminarIsa
hola! me ha encantado lo que relatas.. me gustaria un dia visitar ese museo..
ResponderEliminargracias por tu relato
excelente libro.aunque muy triste historia
Hola Jessy, gracias. Soy de la opinión de que cuando uno desea algo, algo se confabula para que ocurra. No importa el tiempo que pase. Espero que cuando visites ese museo, sea cuando sea, vuelvas a contármelo. Gracias.
ResponderEliminarConcuerdo contigo en que es un excelente libro, sobre todo habiéndolo escrito una niña de 13 años en semejantes circunstancias y con unas dotes fantásticas de escritora prematura.
Hola! Ana Frank es una chica que como ustedes saben muy lista e inteligente yo tengo 13 años y se que le regalaron su diario a esa edad y la verdad me interesa mucho saber de ella, porque bueno a la edad de 13,14,15 son experiencias maravillosas y con su vivencia me interesa y aparte porque estamos mediadas casi a la misma edad es demasiado interesante, todavía no tengo la oportunidad de leer el libro pero me encantaría hacerlo y pues disfrutarlo la verdad yo creo que Ana es una chica con sentimiento y emociones diferentes y extrañas pero a la vez fantásticas; la verdad yo quiesiera conocerla y ser su amiga porque la admiro de verdad se que no entiendo muchas cosas de grandes y que tal vez estas muertes me afecten pero no puedo evitar leer mas sobre ella, la adoro!
ResponderEliminarHola Isa! por lo visto tu eres una chica muy inteligente no por publicar eso si no por tus palabras se nota al escribir tus palabras eres sabia y opinas de una manera especial en la que una se pueda expresar mas;mi mama dice que yo soy igual porque dice que hablo como si yo tuviera 80 años pero la verdad solo son sentimientos combinados con el cerebro para salirte una palabra que te puede llegar hasta el corazón. Esta muy interesante, MUCHAS GRACIAS por publicar esto ahora se mas de Ana Frank.
ResponderEliminarHola Camila, tienes trece añitos, qué bien, toda la vida por delante, y ya con tantas inquietudes. Por supuesto que te recomiendo que leas el libro, sobre todo porque aunque la diferencia de época y de situación es brutal, sin duda los pensamientos de una niña de trece años leída por otra niña de trece años, (prefiero decir adolescente), debe ser una lectura diferente a la que hacemos los más mayores. Ya me contarás sobre tu lectura.
ResponderEliminarAh, muchísimas gracias por tus palabras, Camila, no creas que soy tan sabia, ojalá, jaja, me queda muchísimo por aprender, y eso es lo bonito de cada día, que siempre se aprende algo, no dejes de aprender, y de disfrutar la vida.
Un beso grande y espero que sigan interesándote los temas de los que hablo. Yo tengo 39 años, pero a veces pienso que me quedé en aquellos trece que tú tienes ahora ;-) Un beso, compi.
Hola Isa, te mando un saludo desde Venezuela, yo tuve la oportunidad de ver una obra de teatro que relataba la historia dura que tuvo que pasar ana frank, y tuve la misma sensación de culpa y de tristeza que tu; pero, la diferencia radica en que tu, isa pudistes vivenciar el escenario lleno de historia, tocarlo y verlo con tus propios ojos, trataré de leer el diario sin llorar, jejeje, excelente tus palabras, un abrazo...
ResponderEliminarExcelente Isa... le pusiste cara a todo lo que yo imaginaba cuando hiba leyendo el libro que me parecio verdaderamente impresionante y espero algún día poder visitar la casa.
ResponderEliminarGracias por tu relato
Hola Isa... te escribo desde la Argentina... muy buen blog.... acabo de leer el libro d Ana Frank....y tmbn vi la pelicula... me llore todo....con que inocencia Ana relataba todo....y el final... me impacto!!! me pregunto... porque tuvo q pasar eso..personas inocentes murieron....!!!
ResponderEliminarHola Ange, antes que nada agradecerte tu comentario. Tengo buenos amigos en la Argentina, me alegra saludar a alguien de ese país tan cercano, a pesar de la lejanía geográfica.
ResponderEliminarSiento tener algo abandonado el blog, espero poder retomarlo pronto. Te invito a visitar otro blog en el que participo más activamente en estos momentos puntoyseguidoescritores.blogspot.com.
Cuando escribimos ficción y leemos ficción, estas cosas tan injustas duelen y desgarran, pero cuando leemos algo real y de tal magnitud de inhumanidad y crueldad, contado por una narradora protagonista que contaba lo que vivía y sentía, desde un punto de vista tan inocente como el de una niña y además una niña con tales inquietudes y ganas de vivir… es aún más desgarrador, aunque es desgarrador desde todos los ángulos desde los que se puedan mirar aquellos hechos, y se siente tal impotencia y tanto asco y tanto… (me faltan palabras), que es indescriptible.
Ojalá jamás se vuelva a repetir tal atrocidad, ni tantas otras como las que se están viviendo aún hoy en el siglo XXI.
Isabel: Felicitaciones por tu crónica. Estoy leyendo el libro ya de viejo, no lo hice en mi juventud y no sé porqué. Tal vez nunca llegó a mis manos. estoy impresionado de la capacidad de Ana como narradora y las palabras que usa. Se nota una niña muy inteligente y estudiosa. Lo que sufrió y padeció es de una magnitud indescriptible. Me pareció leer que murió con su hermana en Auschwit pero fue en en el campo de concentración de Bergen Belsen.
ResponderEliminarSaludos desde Valdivia de Chile.
Rodolfo Lagos