jueves, 8 de marzo de 2012

Londres de nieves, Londres de bienes (2 de 2) Febrero 2012

Sábado 4 de Febrero. Londres. Ni una nube en el cielo. Temperatura: Bajo cero. 

Una parada obligatoria en Leicester Sq, (aún en obras), para una nueva intentona de ver otro musical esa noche. Intentona frustrada, los precios más baratos rondaban las 70 libras. Caminamos hacia Covent Garden y casi ayudamos a montar los puestos del Jubilee Market, donde entre otras compras, me hice con un cuadro de Grease, (ya hablaré algún día de mi pasión por Grease).

Una parada frente a la casa donde alguna vez vivió Dickens, y un entrar al Lyceum Theatre, en el 21 de Wellinton Street, fueron lo siguiente. ¿Tal vez queríamos probar suerte y encontrar entradas para The Lion King a buen precio en el mismo teatro? Tal vez, pudiera ser, pero después de preguntar por un precio razonable que sabíamos que no encontraríamos, nos entretuvimos mirando las paredes, y sonriendo a los vendedores. Cualquier cosa por entrar en calor y desentumecer manos, nariz, orejas y pies. Cuando salimos de nuevo a la calle, el helor ganó de nuevo la partida y tuvimos que andar dando zapatazos, para descongelar las plantas de los pies. 

 Seguimos con el paseo por el barrio chino, que celebraba su nuevo año, y visitamos el teatro de Les Miserables en Shaftestbury Avenue, la avenida de los teatros. No quedaban entradas. A la altura de Picadilly Circus, pasada la una del mediodía, nos pareció que algunas nubes habían bajado de altura y se habían arremolinado sobre los edificios de la semicircular Regent St, aunque sin ánimo de lluvia o nieve. El frío se volvió más intenso por la zona de Waterloo, camino de The Mall, por donde la Reina camina sobre ese asfalto de aspecto anaranjado, cuando le da por bajarse del Rolls. ¿Lo hará alguna vez? 

Caminamos hacia Buckingham Palace, parando brevemente en Clarence House o en St. James, y comprobamos cómo la bandera inglesa ondeaba al viento. Del monumento a la Reina Victoria que preside la plaza frente al palacio emanan agua unas fuentes adosadas, aunque en esta ocasión, el agua salía escarchada y los estanques estaban helados. Tal era la temperatura que estábamos soportando cuando nos adentramos en St James Park, uno de mis parques londinenses favoritos junto a Regents Park. Me gusta ese parque porque no es muy amplio y sin embargo posee un lago lleno de patos, de cisnes y de pájaros que sólo veo cuando visito Londres, porque las ardillas corretean a placer y se te acercan y no se intimidan al esconder las bellotas en el suelo mientras las filmas, porque mires adonde mires, siempre hay gente paseando, siempre hay árboles cuyas hojas o colores te sorprenden, porque a lo lejos se ven mi querido Big Ben, la House Guards y la London Eye, y porque al final del paseo, en cada época del año, encuentras miles de flores de colores. 

Cuando atravesamos la House Guards, (qué hermosos caballos negros soportan el peso de la Guardia montada), y caminamos por White Hall primero y por Parliament St después, asomándonos como cualquier turista a Downey St., sonreí mirando al cielo. ¿Ya se ve el Big Ben? Sólo la puntita, detrás de los edificios, pero no es eso. Sigo mirando hacia arriba: Las nubes se han vuelto más compactas y sólo queda algo de resolillo que aún se filtra entre ellas. ¡Podría nevar! Yo no perdía la esperanza. Cuando estuve una vez más, (he perdido la cuenta de las veces que me he quedado ensimismada mirando esa vieja y hermosa Torre del reloj), frente al Big Ben, tuve la misma sensación que se tiene cuando se ve a un viejo amor, a un viejo amante, por el que nunca dejaremos de sentir ese pellizco en el estómago. Sonreí y me pareció que las agujas, en la posición en la que se encontraban, me devolvían la sonrisa. Soy feliz cuando lo miro, por eso, tomo posición en mi esquina favorita, junto a la cabina roja más fotografiada de Londres, y me quedo extasiada frente a él mientras los segundos y los minutos pasan. Pasan. Pasan. ¡Vamos, Isa! 

Regresábamos de Westminster Abbey, (en esta ocasión no entramos), con un agujero en el estómago,  las cuatro de la tarde y sin comer. En la estación de Westminster parecía haber una concentración juvenil. Cientos, si no miles, de jóvenes, la mayoría disfrazados y portando cervezas o botellas de alcohol, corrían de un lado al otro de la estación. Cuando al fin logramos subir al metro, mi cámara de fotos, (nueva, de estas Navidades), había desaparecido. Nerviosas, miramos en mis bolsillos, en mis bolsas, en mi bolso y nada. Nos bajamos en la siguiente parada y nada. Había desaparecido. Me dolían más las fotos perdidas que la cámara en sí, pero las fotos... irrecuperables. Tras el halo de tristeza que nos embargó a las cuatro, mis amigas reaccionaron con más esperanza y entereza que yo: Volvamos a la estación de Westminster. Yo me negué. Era ridículo pensar que podría encontrar la cámara. No, dije, vámonos a comer. Isa, hay un 99,9% de posibilidades de que no encuentres la cámara, pero tenemos que volver a por el porcentaje que falta. Cogimos el siguiente metro y regresamos, tristes, calladas. La multitud se agolpaba en los pasillos, casi no se podía mirar al suelo, sólo se veían pies huidizos. Me acerqué a un policía y le conté lo ocurrido, no me hizo mucho caso. Nos asomamos a la oficina de control de imágenes en la estación y no nos abrieron. ¡Es imposible!, dije rindiéndome. Mientras miraba al suelo encontré un billete de 5 libras. Mi amiga encontró unos guantes. Me acerqué como última tentativa a un empleado del metro y le dije que había perdido mi cámara de fotos. El hombre, orondo y canoso, con cara de pocos amigos, asintió y habló con alguien a través de un walkie . Al cabo de un par de minutos apareció otro empleado del metro, negro, alto. ¿De qué color es su cámara? Negra. ¿De qué marca? Olympus. Sacó una cámara, en su funda negra, del bolsillo y me dijo: Is this your camera? YES!!!!!!  THANK YOU, le dije al empleado orondo, abrazándome de brazos y piernas a él: THANK YOU, THANK YOU, THANK YOU. Not  me, dijo, him, y señaló al negro. 

Y así fue como recuperé mi cámara, y como volvimos a coger el metro creyendo en la providencia, en la suerte divina y en la orejita del colgante de mi abuela, y nos bajamos en Victoria Station para ir a preguntar por el mi musical favorito, Wicked, en el Apollo Victoria, y para comer por allí. Eran ya las cinco de la tarde. El día seguía nublado. Sin amago de nieve. 

 Regresamos a Leicester Sq. en bus desde Victoria, fracasada la intentona de volver a ver Wicked, y nos recorrimos nuevamente cada establecimiento de venta de entrada "low cost". El frío era ya insoportable a esa hora, y no eran más de las seis y poco de la tarde, ¿cómo quedarse en la calle a esas horas en que el termómetro debía rondar los -10ºC? Teníamos que encontrar un musical a un precio razonable para pasar la tarde-noche en un lugar medianamente "calentito". Y lo encontramos. El musical de los Jersey Boys, basado en el grupo musical Four Seasons, del que formó parte Frankie Avallon, que curiosamente fue artista invitado en la película Grease (1978). Subimos por Charing Cross, camino del Prince Edward Theatre en Old Compton St. El cielo se veía amarillo. Encapotado. A la altura del Palace Theatre, donde estaban dando el musical Singing in the rain, comenzaron a caer los primeros copitos de nieve. 

 Está chispeando, dije. Nooooo, ¡está nevando!, me dijeron al unísono mis amigas. Levanté los brazos como queriendo abarcar la fina llovizna de nieve, y grité a la vez que cruzaba: ¡ESTÁ NEVANDO EN LONDRES! Todo el mundo abrió su paraguas. Yo seguí con los brazos, los ojos, y la boca abierta, viendo de nevar por primera vez en mi vida. (La vez de Eurodisney hace unos años no cuenta porque apenas duró unos minutos y no cuajó en el suelo). 

¡DIOS, ESTÁ NEVANDO! ¡Y ESTOY EN LONDRES! ¡ESTÁ NEVANDO EN LONDRES Y YO ESTOY EN LONDRES! ¿Podía ser más feliz en ese momento? Yo creo que no. Nos sonreímos las cuatro y buscamos un lugar para merendar, el Milan Café.  A través del ventanal pude ver cómo Charing Cross, la calle de las librerías,  se cubría de un manto blanco. Estaba deseando terminarme la tarta y el Capuccino, para salir a pisotear la nieve, a mojarme con la nieve, a sentir el frío de los copos sobre mi cara, a vivir con intensidad mi primera vez.




TO BE CONTINUED...

Cierto es que Londres de nieves, Londres de bienes iban a ser dos partes, pero habrá una tercera, un bonus track dedicado a la nieve de aquella noche, (merece una entrada completa, al musical de los Jersey boys,  a cómo Londres amaneció completamente blanco día siguiente y a cómo cancelaron un montón de vuelos y líneas de metro, y cerraron Heathrow. 

Entrada, nuevamente dedicada a mis amigas Patri, Bea y Cris, mis compañeras en este viaje. 

I.M.G. 


14 comentarios:

  1. Isa, los dioses te enviaron un mensaje: No creo que sea casualidad que haya nevado, justo, en Charing Cross...

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  2. Andrea, yo creo que todo lo que me ocurrió en este viaje fue un regalo de los Dioses, y el punto culminante, que seguro que fue para decirme: que sí, que sí, que somos nosotros quienes andamos detrás de toda esa suerte y esas casualidades, fue que me nevara por primera vez en mi vida, copiosamente además, justo en Charing Cross, la calle de las librerías. De los sueños.

    Un beso, amiga, y Feliz día de la mujer. Ya nos contarás cómo lo celebran en Méjico.

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  3. Querias nieve y es Universo te la dió. Me alegro, Isa. Seguro que este viaje no lo olvidas ¿verdad?

    Besitos

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  4. Qué verdad más grande, Ely.

    Besitos y gracias :-)

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  5. Precioso. Pide y se te dará, no?
    Inolvidable, seguro
    Besos

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  6. Gracias, a veces aparece esa sensación y en este viaje, estuvo presente todo el tiempo. Pedí y se me dio.
    Inolvidable, sin duda
    Besos

    Isa

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  7. TE imaginas que hubiesen estado rodando la peli del diario de B.J. y tú hubieses estado allí en plena nevada... pero no como una espectadora corriente, sino como una de las guionistas... ¡¡¡A que sí!!! Bss, amiga, ya espero la 3, brujilla!!! je, je...

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  8. Que suerte!!! Me gustaría mucho ver Londres nevado! Sólo lo he visto mojado jajajaja

    Besines!

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  9. Llego tarde, pero llego. Disfruto como un ninño con un chupachups con tus crónicas de viaje.

    Me alegro de que vayamos a tener bonus track.

    Un abrazo.

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  10. Jajaja, me imagino MariCari, me imagino, y también cuando rodaron Notting Hill. Habría entrado a la pequeña librería que regentaba Hugh Grant y habría ayudado a Julia Roberts a escoger un buen libro de viajes, con destino Málaga la bella :-)

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  11. No pierdas la esperanza, yo no la perdí, y fíjate: ocurrió :-)

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  12. Gracias, Pedro. El Bonus Track llegará estos días, no más tarde.

    Un abrazo y gracias por disfrutar de estas crónicas.

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