POSITANO
El Ferry dejó atrás Sorrento. Avanzamos en paralelo a la costa de acantilados, playas privadas, construcciones con forma de casas colgantes, pequeños islotes. Delante el mar turquesa bañado de un sol radiante. Detrás, el mar turquesa bañado de un sol radiante. Al otro lado, primero un Capri lejano, después un Capri certero, y finalmente un Capri huidizo, que dejamos atrás, una bruma. Seguimos avanzando hacia Positano.
Tres islotes en medio del mar. Los reconozco, son las islas de las Sirenas. Cuenta la leyenda, que habitaban allí, y que desde Positano, con un gran catalejo, podía vérselas salir del mar y reposar en esas tierras que sólo les pertenecían a ellas, en medio del mar. Hoy, que las leyendas son sólo leyendas para la mayoría, y que para los soñadores son parte aún de una realidad que sólo disfrutamos los que creemos en ella, son pequeñas islas habitadas por algún personaje adinerado, anónimo o no. Cuando pasamos junto a ellas, no sé por qué se me vino a la cabeza Robert DeNiro. Pensé que uno de los barcos atracados era suyo, y que era suya una de esas casas que se asomaba con vértigo al mar.
Entrada a Positano desde el mar |
Dicen que a Positano hay que llegar desde el mar. También se puede llegar en coche, aunque debe ser como participar en una carrera de los "Autos Locos", sorteando coches en sentido contrario, cerrando los ojos ante los quitamiedos y enfrentándote a acantilados de vértigo sin más escudo que tu propio cuerpo. Yo, ya que estaba cumpliendo un sueño, quería cumplirlo en condiciones, así que entré a Positano por la puerta grande: por el mar.
Positano es el alma de la Costa Amalfitana, si Amalfi es su corazón. El pueblo se sitúa, sin orden premeditado, sobre la ladera de una empinada montaña que desemboca en la playa. El tiempo se para en Positano para sorprendernos con cada uno de sus rincones. Dicen que es el destino perfecto para disfrutar de un viaje romántico, o incluso de una luna de miel tranquila y con mucha clase. Yo añado que también es el lugar ideal para disfrutar de las risas y la complicidad de los amigos.
No se necesita coche en Positano, la mayor parte del pueblo, la más céntrica sobre todo, es peatonal. Casi todo es en cuesta, pero los paseos son muy agradables. El pueblo está lleno de tiendas, puestos, rincones que fotografiar y espectaculares vistas. Los hoteles son dignos de visitar, al menos los más pintorescos o lujosos. Yo tenía uno en mente desde que pisé Positano, o tal vez debería confesar que desde mucho antes, desde aquel año 1994 en que, como dije en la entrada anterior, vi la película Only you: El hotel Le Sirenuse. Hacia él dirigimos nuestros pasos, por puro capricho mío, una vez que nos adentramos en las calles de Positano.
Hotel Le Sirenuse desde uno de sus balcones (Positano) |
¿Cómo se puede estar tan emocionada por entrar en un hotel? Es que Le Sirenuse no es un hotel cualquiera, se encuentra en la calle Cristoforo Colombo, y es un hotel de lujo, de LHW. Está catalogado como uno de los mejores hoteles de Positano, de Italia y del mundo, según varias de las más prestigiosas revistas elaboradoras de rankings anuales. Se trata de un palacio del siglo XVIII renovado recientemente. Sus vistas son espectaculares, sobre todo de la isla de las Sirenas, de las que hablé antes, que le dio su nombre original. Su Spa ha sido seleccionado como uno de los 5 mejores de Europa del año 2008. Aunque no fue todo esto lo que me hizo colarme como una cliente más en él, sino aquella película. Me parecía ver a Marisa Tomei en cada rincón, a Robert Downey Jr. confabulando para encontrar a un Damon Bradley que fuese atractivo pero que no la enamorara, una Bonnie Hunt predispuesta al romance, pero enamorada de un marido al que acababa de abandonar en secreto. Paredes blancas. Botellas de cava. Terrazas. Positano al fondo. Ascensores de plata. Escaleras de azúcar. Bombones en la piscina. Personal encantador. Yo, en una película.
Positano desde uno de los balcones del hotel Le Sirenuse |
La plaza dei Mulini es la zona central de Positano, a partir de aquí todo el turismo baja hacia la playa, si es que ha venido en coche y viene bajando desde la Via Pasitea, o sube hacia esta o hacia Via Cristoforo Colombo si viene desde la playa. Hay vistas magníficas desde la zona de Fornillo, y se puede acceder a su playa por una escalera de 400 escalones. La iglesia más importante de Positano es Santa María Asunta. Su cúpula mayólica se ve desde todos los puntos de la ciudad. Al salir de la plaza Flavio Gioia, en la que se encuentra, se puede ver el campanario. Ambas, iglesia y campanario datan del siglo XVIII. Además de la playa de Fornillo, está la Spiaggia Grande, (la playa grande), Marina. La playa, una de las pocas que cuenta con arena en vez de piedras, está repleta de gente en esa época del año. Las sombrillas son todas naranjas, iguales, bien alineadas, y le dan un tono pintoresco exquisito. Desde ahí salen y llegan las embarcaciones a Positano. Su orilla está repleta de pequeñas embarcaciones ancladas. La temperatura del mar es tibia y a la vista es absolutamente cristalina y limpia. Debería ser pecado no bañarse en Positano. No contaré si pequé o no, en esta ocasión ;-)
El calor era abrasivo a mediodía, aquel 8 de agosto, y tuve que comprarme un sombrero de paja, que no abandoné ningún día de los que pasé en Italia. Con el sombrero puesto y las enormes gafas de sol negras, descalza y con los pies metidos en el agua, miré hacia atrás, Positano, y luego hacia delante, el mar turquesa salpicado de barquitos, y no supe qué era más hermoso, si lo que tenía detrás o lo que tenía al frente.
AMALFI
AMALFI
Billete de Ferry de Positano a Amalfi |
Si de Sorrento a Positano se tardan unos 50 minutos, de Positano a Amalfi no hay más de veinte, en Ferry. Lo ideal es ir en la parte de arriba o del exterior del Ferry e ir admirando las vistas de la costa. Son alucinantes. (Si se va en coche, son unos 18kms, pero sigue sin ser aconsejable por discurrir por carreteras sobre acantilados, estrechas y de sinuosas curvas).
Amalfi es un pequeño pueblo costero que da el nombre a una de las costas más bellas del Mediterráneo, la costa Amalfitana. Se encuentra rodeado de acantilados, en una especie de valle marítimo. El limoncello está presente en cada uno de sus recovecos, como en casi toda la costa napolitana. Tomarse un limoncello frente al Duomo es imprescindible. El centro se encuentra a un paso del muelle de atraque, dejando el mar atrás, y está salpicado de callejuelas blancas y patios escondidos. La Piazza Flavio Gioia es su centro neurálgico. Lo importante de Amalfi puede verse en un día. La Catedral o Duomo, merece una visita tranquila, ya que merece la pena. Comúnmente se la conoce como la Catedral de San Andrés. En su Cripta se conservan la cabeza y los huesos de San Andrés. La escalinata es empinada, pero es una gozada subirla y contemplar desde arriba, la plaza más transitada de Amalfi. Si llegáis a mediodía a la catedral, y miráis hacia la cúpula dorada, veréis cómo el sol a esa hora la ilumina de tal manera, que parece auténticamente de oro. No podéis marcharos de Amalfi sin recorrer sus puestecillos y tienditas. Son una maravilla.
Amalfi desde el mar |
Catedral de San Andrés (Amalfi) |
Después de almorzar y perdernos por las calles más céntricas de Amalfi, tuvimos que regresar a coger el último Ferry para Sorrento, que sale a las cinco y pico de la tarde. No entiendo cómo siendo los Ferrys sólo cosa del verano, y siendo el verano la estación en que más tarde anochece, cómo los éstos terminan sus trayectos en horas tan tempranas de la tarde. Si no coges el último Ferry de vuelta, tienes que dormir en Amalfi, o volverte en autobús por esas carreteras tan poco aconsejables. Nosotras no fuimos tan valientes. Cogimos el Ferry. El camino hacia Sorrento duraba alrededor de hora y cuarto, con parada en Positano, así que tuve la suerte de poder regresar a su puerto y verlo otra vez, aunque fuese desde el barco, y despedirme una vez más hasta siempre. Después partimos dejándolo atrás geográficamente, de otra manera, de la otra posible, Positano se vino conmigo, y aquí lo tengo, supervisando lo que escribo, que ni remotamente se parece a lo que viví. Aquello, in situ, fue más grande.
Delante el mar. Detrás Positano. Avanzamos hacia Sorrento. Nos reciben los acantilados. Entramos al puerto, atravesamos la playa de los pobres y de los ricos, subimos en ascensor a la plaza, atravesamos el centro del pueblo y terminamos en el hotel Rivage, tumbadas en la cama, como si no nos hubiésemos levantado aquella mañana, y todo lo del día lo hubiésemos soñado ahí, sin levantarnos. Mientras mi amigas se ducha, repaso las fotos y me creo que ha sido verdad. Regresaré a Positano, pienso. Hoy, días más tarde, tengo la absoluta certeza. Tal vez en mi luna de miel, si alguna vez la tengo, qui lo sá?
Por la noche, volvimos a confundirnos con todos los turistas de Sorrento. Cenamos en un restaurante de esos en que los camareros visten de forma elegante y te tratan de Signorina, y te llenan el vaso antes de que se quede vacío. Mis penne a los cuatro quesos puso la guinda al día. Exquisito. Pasear por la noche por Sorrento... qué maravilla.
Al día siguiente nos esperaba otro sitio de película: La isla de Capri.
To be continued...
I.M.G.