Domingo 7 de Agosto de 2011.
Nos levantamos a las 7:07 y dejamos el apartamento romano sobre las 7:30. Desayunamos en el hotel Crosty, (tarta, pan con Nutella, tostadas, fruta fresca...), y pagamos la tasa de turistas. En Roma es de 2 euros por persona y día. En Florencia es de 3. Llegamos a Termini dando un paseo y a la hora prevista salió nuestro tren para Nápoles. El vagón era cerrado, me recordó a los de las novelas de Agatha Christie. En nuestro vagón íbamos seis personas. Mi amiga, yo, una madre y una hija napolitanas y una pareja que parecía yugoslava por el idioma. Pasamos casi todo el camino dormitando. El sol entraba por las ventanas, y los campos iban cambiando de color y espesura conforme nos acercábamos a la costa. La entrada a Nápoles sorprende, pues el recibimiento lo hacen no unos bloques anaranjados, desconchados y de ventanales marrones, tampoco unos capos de la mafia, ni la Cosa Nostra, El Padrino o la Mamma Mía, sino unos edificios altos, acristalados y típicos de zonas de oficinas de grandes ciudades. No es bueno tener ideas preconcebidas, lo sé, pero el cine ha hecho mucho, ¿no creéis?
No salimos de la estación, sólo bajamos a la planta subterránea en busca del Circumvesuviano, que es el tren que recorre la costa napolitana y que nos llevaría al destino programado para hoy: POMPEYA. Antes de eso buscamos un servicio, lo cuento porque no quiero dejar que se me escape en estas crónicas italianas que entrar a un servicio italiano, estés donde estés a lo largo de este país, cuesta dinero, un mínimo de 0,50 y un máximo de 1,5€. Poca cosa es gratuita en Italia. El transporte es caro. Entrar a iglesias o museos es caro. Comerte un helado, por muy buenos que estén, también. Eso sí, se come bien y los precios de la comida son asequibles y no muy diferentes a los nuestros. No me enrollo y sigo. Pagamos el billete de 2€ y pico y nos fuimos a esperar el tren a la estación de Napoli-Garibaldi. Hay que tener cuidado de no coger el primer tren que venga, el que hay que coger para ir a Pompeya es el que termina en Sorrento. Es un tren viejo, sin ventilación y atestado de gente, por lo que hay que entrar corriendo y pillar sitio cuanto antes, si no, tendréis que hacer el camino de pie y os aseguro que hace mucho calor dentro. Son varias paradas, veinte, hasta llegar a Pompeya, la que más llama la atención es la de Herculano-Scavi. Te dan ganas de bajar y ver esa otra ciudad que el Vesubio sepultó y que dicen que aunque es más pequeña que Pompeya, está mejor conservada. Nosotras seguimos el camino hacia Pompeya y nos bajamos en la parada en la que se bajan todos los turistas (Pompei-Villa dei misteri), la de la Puerta de la Marina, que se llama así porque era la puerta que daba al mar.
Cuando te bajas del tren no sabes hacia dónde tirar, lo suyo es seguir a la gente, y poner el piloto automático. En realidad la entrada está a escasos 50 metros de la parada, hacia la derecha. Antes, te encuentras puestos con todo tipo de souvenirs, con planos, etc, y también un par de restaurantes. Cuando llegas a la Puerta de la Marina te dices, ¿ya está? ¿ya estoy aquí? ¿Esto es Pompeya? Y no acabas de creértelo. Miras al Vesubio, que está a lo lejos y parece un monte inofensivo, no demasiado alto, no demasiado cercano y piensas si de verdad fue capaz de tragarse una ciudad entera.
En la puerta suele haber algún perro tumbado, grande por regla general, inofensivo, y "de la casa". Hay un cartel que reza: Los perros son bienvenidos en Pompeya. Sonrío. Me encanta. Adoro a los perros. Hay una enorme cola de gente. Nadie lleva maletas, ni equipaje, sólo nosotras. Se ofrecen a hacerte de guía en español o inglés, pero nosotras rehusamos. La entrada no es demasiado cara, unos 14€, pero no te dan plano ni nada, así que lo primero es agenciarte un plano de la zona, (sin el plano es imposible andar por Pompeya), por 2€ en la tienda, y lo segundo es, que si lleváis maletas, como era nuestro caso, hay una consigna que es gratuita, donde te las guardan. NO hagáis el loco de entrar a Pompeya con algo de peso, porque a los dos pasos, os sobrará, y creedme que son demasiados los pasos que vais a dar ahí adentro. Más de lo que podáis pensar. Pompeya es una ciudad ENORME.
El plano de Pompeya es tan grande como las excavaciones, así que tendréis que doblarlo en varias partes. Es un plano pobre en explicaciones, pero pronto os haréis con él. El sol pegaba fuerte, así que desde el principio hasta el final, no puedes deshacerte del sombrero o la gorra, porque el sol se alza en el cielo como un limón de la zona, que parecen melones, y te achicharra los sesos y te ciega los ojos si no llevas gafas de sol. Es bueno también llevar protección solar si llevas los hombros al descubierto. Parece que entramos a una zona de combate, pero os aseguro que nada de esto sobra. El calor es exagerado en esta época del año, y no hay apenas sitio donde cobijarse, y por delante de la entrada hay al menos esperando unas 5 ó 6 horas de caminata. Nuestra suerte ese día fue, que a pesar el calor y el bochorno, de vez en cuando corría brisa. Amén de las fuentes de agua fresquita donde rellenar una y otra vez el botellín de agua.
Así pues, comenzamos ilusionadas la visita por Puerta Marina subiendo la Vía de Marina, hacia El templo di Venere, la Basílica, la casa di Trittolemo y el Templo di Apollo. (Hay varias rutas para hacer, dependiendo del tiempo que quieras pasar en Pompeya, la de 2 horas, la de 4 y la del día completo. Nosotras escogimos la última. Caballo grande ande o no ande).
La verdad es que estar allí es algo increíble, aunque el calor te nuble los sentidos. Pensar que el Vesubio se tragó Pompeya en el año 79 d.C. y que estés viendo la ciudad tal cual estaba aquel 24 de agosto, habiendo pasado casi 2000 años desde entonces es algo que no pasa desapercibido y que está ahí, mientras caminas cuesta arriba y crees ver los fantasmas de los soldados romanos desfilando por las calles, apartándose al paso de los carromatos, con los gritos de los niños que juegan en las calles. Pompeya es silencio, sólo roto por el murmullo de los turistas. Es quietud, sólo rota por el movimiento de los curiosos que, cámara en mano, rompemos su inmovilidad. Dicen que se formó una nube de aspecto parecido a un pino, continuos y prolongados movimientos sísmicos sacudían las casas, como si las estuvieran arrancando de los cimientos, una lluvia de fragmentos de lapilli, ligeros y porosos caía sobre toda Pompeya, gases venenosos, el maremoto que se inició con el movimiento sísmico en el golfo de Nápoles... Aquella mañana de agosto, el tapón de lava que obstruía el cráter del volcán estalló desgarrado por la impresionante presión de los gases subterráneos. El bramido fue ensordecedor y al mismo tiempo aterrador, según cuentan los que sobrevivieron. La intensa lluvia de piedra pómez, (lapilli) y cenizas, se depositaron a lo largo de casi 70 km en dirección sureste. Pompeya quedó enterrada bajo un manto de lapilli de casi 3 metros de espesor. La caída de material volcánico duró más de 4 días, durante los cuales se sucedieron frecuentes sacudidas sísmicas que provocaron el derrumbamiento de edificios, dejando pocas posibilidades de salvación a los habitantes de Pompeya, que según estimaciones, eran unos 10.000. Su muerte fue causada principalmente por la inhalación de gases venenosos que desprendían las piedras pómez, aunque muchos de ellos perecieron también enterrados a causa del derrumbamiento de los edificios. Algunas escenas de muerte han podido llegar hasta hoy gracias a los moldes de yeso realizados por los arqueólogos según la técnica de Giuseppe Fiorelli. Se obtenía el volumen y la forma de los cuerpos introduciendo yeso líquido en los huecos dejados en la capa de ceniza por la descomposición de la carne.
Levanto la vista hacia el Vesubio y de verdad que no me parece tan fiero, ni siquiera una amenaza. Esto lo pienso mientras cruzo por uno de los innumerables pasos de peatones pompeyanos. Son robustas y enormes piedras, paralelas, inconfundibles. Cuando llegamos al Foro, decidimos marcar la ruta a seguir, y así escogemos recorrer la Vía dell´Abbondanza en primer lugar. Es la calle más larga y también la que esconde más secretos y lugares que descubrir, entre ellos si nos vamos desviando por sus calles, la Terma de Stabiane, la casa di Cornelio Rufo, el Templo di Iside, el teatro Grande, el Odeion, la Caserma dei Gladiaroi o el Foro Triangulari. Todo esto se puede ver en el primer desvío a la derecha del principio del a Via dell Abbondanza, entre la vía del Teatri y la Stabiana. Después, es recomendable ir simultaneando entre la casa del Menandro, la casa dell Efebo, la de Paquio Proculo, etc. Al principio se mira todo con mucho detalle y asombro, después vas avanzando casi sin prestar atención y te van pareciendo casi todas las casas iguales, y no es fruto del delirio por el sol, es que hay que tener en cuenta que Pompeya era una ciudad grande y que estamos viéndola al completo y que como en cada ciudad, hay cientos de casitas iguales, que viendo una, las ves todas. Seguimos avanzando hasta una zona de arboledas, al final, dejando parte del camino sin ver porque están aún liados con las excavaciones. Las casas de Octavio Quartio, la Casa di Venere y la Casa di Diulia Felice son para pararse y entrar un rato a verlas. Son grandes y con jardines e incluso un viñedo. En el camino también se pueden observar un montón de cantinas, (son fácilmente reconocibles porque tienen en la entrada como una barra de bar con varios agujeros que parecen fregaderos de cocina, pero son los huecos de las tinajas), la casa del panadero, la del lavandero, etc. Al final del camino de la Vía dell´Abbodanza se encuentran la Palestra Grande y el Anfiteatro, que es una especie de Coliseo pequeñit, que aunque está bien conservado no impresiona tanto, o será que se tarda tanto en llegar que lo único que deseas es sentarte, hacer unas fotos y seguir caminando. De todas formas, he de decir que el trabajo de los excavadores y de los arqueólogos es impresionante. Pompeya estuvo sepultada durante varios siglos, demasiados, bajo unos 7 metros de lava solidificada y tierra. Imaginaos lo que es sacar toda una ciudad al completo de debajo de todo eso, y dejarla al descubierto para que curiosos, como yo, o como vosotros, la visitemos. Me sentí fatal por estar más pendiente del calor y el cansancio que de todo eso que pasaba por mi mente.
Una vez hemos descansado un poco, podemos seguir hacia la necrópolis, y de ahí pasar al Orto del Fuggiaschi, donde encontraremos varios cuerpos de yeso de pompeyanos, todos juntos en una hurna de cristal. ¿impresiona? Pues sí, sí que impresiona. Hay hombres, mujeres y niños que fueron sorprendidos en cualquier posición, por una muerte temprana, llegada desde las entrañas del Vesubio, el volcán al que tal vez miraban cada mañana desde las ventanas de sus casas, creyéndolo tan inofensivo como lo creo yo cada vez que lo miro. Algunas nubes de humo se elevan desde sus laderas, me pregunto si está despertando o si duerme con un ojo abierto.
Llegadas a este punto, el hambre apremiaba y salimos a almorzar. Puedes comer dentro de Pompeya, en la zona de las Termas, detrás del foro, o puedes hacerlo fuera. Nosotras optamos por lo último, sin embargo al encargado de la puerta le pareció extraño cuando le dije que salíamos a comer. Hizo un gesto como de no comprender. Se lo dije en español, en inglés y en italiano, pero no parecía comprender. Le hice el gesto de llevarme comida a la boca y se rió y dijo: Aaaah, "mangare", jajaj. Y nos dejó salir. A la vuelta repitió la frase, al reconocernos, y entre risas, nos dejó entrar de nuevo.
Una vez hemos descansado un poco, podemos seguir hacia la necrópolis, y de ahí pasar al Orto del Fuggiaschi, donde encontraremos varios cuerpos de yeso de pompeyanos, todos juntos en una hurna de cristal. ¿impresiona? Pues sí, sí que impresiona. Hay hombres, mujeres y niños que fueron sorprendidos en cualquier posición, por una muerte temprana, llegada desde las entrañas del Vesubio, el volcán al que tal vez miraban cada mañana desde las ventanas de sus casas, creyéndolo tan inofensivo como lo creo yo cada vez que lo miro. Algunas nubes de humo se elevan desde sus laderas, me pregunto si está despertando o si duerme con un ojo abierto.
Llegadas a este punto, el hambre apremiaba y salimos a almorzar. Puedes comer dentro de Pompeya, en la zona de las Termas, detrás del foro, o puedes hacerlo fuera. Nosotras optamos por lo último, sin embargo al encargado de la puerta le pareció extraño cuando le dije que salíamos a comer. Hizo un gesto como de no comprender. Se lo dije en español, en inglés y en italiano, pero no parecía comprender. Le hice el gesto de llevarme comida a la boca y se rió y dijo: Aaaah, "mangare", jajaj. Y nos dejó salir. A la vuelta repitió la frase, al reconocernos, y entre risas, nos dejó entrar de nuevo.
El restaurante que está fuera de la Puerta de la Marina está decorado con enormes limones y naranjas, tan grandes, que no imaginas que sean de verdad, parecen melones arrugados y de colores. Allí, al fresquito, en un espacio que parecía más bien ibicenco, comimos unas ensaladas, algo fresco y ligero, repusimos fuerzas y volvimos a Pompeya. Aún quedaba mucho por recorrer, como varios templos, la casa del Poeta Trágico, la Casa del Fauno, la casa del Vettii, etc etc. El recorrido nos llevó un par de horas más. Es de destacar la Casa del Fauno, sin lugar a dudas. Delante de su puerta se puede ver escrito la palabra HAVE, de bienvenido y cuando entras te das de bruces con la copia de la estatua del Fauno, la de verdad está en el museo de Nápoles, como todo lo de valor encontrado en las excavaciones pompeyanas. En la casa del Poeta Trágico se puede ver en el suelo la figura de un perro y las palabras que advierten sobre él. En la del Fauno, se encuentra también el solado famoso de Alejandro Magno, cuyo original también se encuentra en el museo de Nápoles. Es fácil pasar junto a este trocito de suelo sin fijarte en él. Está descolorido y si no te fijas, pasas junto a él sin verlo. A nosotras nos pasó, pero regresamos a verlo.
Ya sin fuerzas, casi sin agua, y con apenas impulsos para seguir andando, emprendimos el camino hacia la Villa dei Misteri, que dicen que es la más impresionante por cómo se ha conservado. Ciertamente merece la pena llegar hasta allí, por más que sea el punto más alejado del recorrido, y más si vienes desde el Anfiteatro, es como cruzar una ciudad de una punta a la otra, sin coger ningún desvío y sin un atajo que coger. En la villa dei Misteri, llamada así por el Misterio divino pintado en una de las paredes de una de las innumerables salas, se puede ver la villa, prácticamente como si aún alguien pudiera habitar en ella. Es increíble.
Después de esta maravilla, dimos por terminada nuestra visita. Habíamos pasado 5 horas andando sin parar. Nos detuvimos en un puestecillo a comprar un libro sobre Pompeya. Me gustan los libros de Historia. Me gusta la Historia. El tipo, un italiano, llamémoslo Marcello, nos estuvo contando cosas de Pompeya, y nos indicó lugares que habíamos pasado por alto en nuestro periplo por la ciudad fantasma, así que, con el libro comprado, volvimos a entrar a Pompeya. Nos dirimos nuevamente hacia la zona de la Casa del Fauno, al Lupanar, (los frescos muestran escenas de sexo, y se pueden ver las distintas habitaciones que usaban las prostitutas, y los camastros de piedra, con sus almohadas de piedra), al templo de Apollo, etc. Una hora más tarde, sí que dimos por finalizada la visita. Recogimos nuestras maletas, sacamos los billetes de tren para Sorrento y nos fuimos a la parada a esperar. Yo hojeaba mi libro y me preguntaba si tendría que volver a entrar a admirar algo que se me hubiese pasado. Pompeya es tan grande... y hay tanto que ver...
El circumvesuviano llegó en unos quince minutos, eran las seis y media de la tarde de un 7 de agosto caluroso. Estábamos sudando y nos quedaba poca agua. El tren venía atestado. Tuvimos que hacer el trayecto hasta Sorrento, otras veinte paradas aproximadamente, de pie, sin aire, respirando calor, y sin agua a mitad de camino. Me entretuve mirando a la gente: una chica que vestía rococó, un tipo que parecía un capo de la mafia, una familia multirracial, una chica que parecía la doble de Idina Menzel, extranjeras que subían al tren recién salidas de la playa, con las espaldas, los hombros y las caras quemadas... Cuando llegamos a Sorrento, era la última parada, sobre las ocho de la tarde, estábamos muertas y con los pies negros de todo el polvo de Pompeya. Vamos, para la ducha directas, pero aún quedaba un recorrido a pie hasta el hotel de al menos veinte minutos, con las maletas, por pleno centro, la vía Corso de Italia, que por la noche, se convierte en peatonal y que recorre Sorrento de punta a punta.
Sorrento es un pueblo de costa, de turistas de costa, de escaparates y chiringuitos de costa. Le pregunté a una policía por el hotel Rivage. Al fondo del todo, me dijo. Aunque parecía que no, al fin llegamos. Cuando nos duchamos y volvimos a salir a la calle, ya se nos había esfumado el cansancio y corría un fresquito tan bueno, que era de agradecer. A media noche hacía fresco de rebeca y pañuelo en el cuello, pero habíamos pasado tanto calor en Pompeya, que disfrutamos del fresco en manga corta. Caminamos por la calles peatonales de Sorrento, nos fusionamos con el resto de turistas, entramos a tienditas, compramos souvenirs y nos sentamos a cenar en una terracita llamada Mona Lisa. Así empezó nuestra aventura en la Costa Amalfitana, que os contaré el próximo día.
To be continued....
I.M.G.
He tenido que leerlo en dos días, sí, sí... es que me haces unas entradas que me llevan una jartá la lectura, je, je... pero esta visita bien ha valido la pena... porque estás tan feliz en la foto que me alegras el pecho romano, digo pompeyano... ja, ja... y qué preciosidad de pinturas... la de barroviño que tendrían que someter para sacar ese rojo tan espectacular... Bss... y buen finde!!
ResponderEliminarGracias, MariCari, por leerla, a pesar de su largura. No podía ser breve con Pompeya, y a pesar de la largura del post, tengo la sensación de haberme quedado corta.
ResponderEliminarSí que estaba feliz, sí, ha sido un viaje fantástico, y si me ves feliz ahí que es el comienzo, no te quieras imaginar mi cara en Positano o en la Toscana... HA SIDO UN VIAJE DE "ENSUEÑO".
Buen finde para ti también, my dear
Isa
Isa, a pesar del calor y la inmensidad de la ciudad, del polvo, de las apariencias nada terroríficas del Vesubio, y creo que lo más sorprendente es que a pesar de tantos años, todo siga casi igual.
ResponderEliminarMe encanta viajar contigo Isa, aunque sea desde mi sofá.
besines
L;)
No todo sigue igual, Loli, aunque lo parezca , sin embargo sé a qué te refieres. La verdad es que impresiona más una vez que sales, pasa el calor, y recapacitas sobre dónde has estado. Has estado pisando piedras que tienen dos mil años y que eran carreteras que cruzaban una ciudad, has pisado suelos que pompeyanos que no esperaban una erupción, pisaban, has entrado en sus casas, que no se han movido en el tiempo, sólo fueron cubiertas de ceniza, lava, lapilli... y siglos. Han vivido todo y en verdad, nada. Pompeya es una ciudad fantasma, y a veces pienso, que por las noches, como los muñecos, vuelve a revivir... sólo hay que cruzar la verja.
ResponderEliminarBesitos y pronto contaré más.
Isa
Hola, querida. Lamento estar tan perdida, pero ya conoces las jugadas del señor tiempo.
ResponderEliminarYa regresaré para leer como es debido tu viaje a Italia.
Tienes un premio en mi blog.
Besos.
No te preocupes, el Sr. Tiempo es el que manda. Yo también he andado perdida y me pregunta, aún habiendo vuelto de las vacaciones, si no sigo estándolo.
ResponderEliminarAún queda mucho viaje que contar. A ver si mañana me pongo y sigo.
Voy para tu blog. De antemano: GRACIAS. Siempre tienes un detalle para mí. You´re Great, darling.
Besitos
Isa
Caramba, no pensaba que Pompeya fuera tan grande. Pero se agradecen los detalles, ya tengo claro una cosa si consigo ir, no iré en Agosto, porque con el calor mis energías me abandonan. Pero desde luego es muy agradable leer tu viaje y sobre todo aprender.
ResponderEliminarBesitos, Isa.
Gracias Elysa. Yo creo que la mejor época para ver Pompeya debe ser mayo o septiembre. En invierno es peor por las lluvias y también porque el horario es peor, ya que cierran casi después del mediodía.
ResponderEliminarYo tampoco imaginaba que fuese tan grande, y de verdad que impresiona saber que un volcán, que cuando lo miras no parece tan lejano ni fiero, se la tragara al completo. Y no sólo eso, si no que ha estado siglos sepultada. Y ahora se puede caminar por sus calles, como caminaban los que vivieron allí hace dos mil años. Es impresionante.
Besitos
Isa
Hola Isa,
ResponderEliminarHace tiempo que no me paso por aquí y estoy intentando ponerme al día con algunos blogs que sigo (ahora que estaré de vacaciones una laaaaaaaaarga temporada me lo puedo permitir).
Estuve en Pompeya en el año 2006, durante mi luna de miel. A mí me fascinó andar por esas calles donde aún se veían las marcas de los carros. Está todo muy bien conservado para tener miles de años, jeje.
Lo que más me llamó la atención fue ver que el prostíbulo estaba frente a la farmacia. ¡Qué cautos ellos! así si uno contraía una enfermedad venérea era sólo cruzar la calle...
Un besito.
Eleanor, un placer pasear contigo de nuevo. Bienvenida siempre. La verdad es que Pompeya es un lugar fascinante, sólo que el calor enturbió un poco el gran día. Es cierto que aún se pueden ver la marca de los carros en el asfalto. Las paredes de las casas siguen pintadas, hay pintadas de propaganda electoral en algunas paredes... En realidad, es una pasada cuando piensas que has estado pisando esos suelos milenarios que quedaron sepultados bajo todo aquello que el volcán le arrojó... y que fue en el siglo I... hace la friolera de veinte... guau!!!
ResponderEliminarSí, lo del prostíbulo frente a la farmacia es una de las tantas cosas llamativas que se encuentran en las calles de Pompeya.
Un beso
Isa