

Nunca me abandones no es una novela de ciencia ficción, aunque la temática así pueda parecerlo, también posee rasgos característicos del géneros de las distopías. Este mundo retratado en el libro de Ishiguro no es futurista, no hay referencias científicas o tecnológicas, no se explica cómo es posible la conación, ni quién la organiza, etc. Tras acabar la novela seguiremos sin saber a ciencia cierta las razones que motivaron la clonación de seres humanos ni cómo fue posible su aceptación social. (Está situada en la Inglaterra de finales de la década de 1990).
Esta novela ciñe su alcance al mundo limitado e íntimo de sus protagonistas, a quienes seguimos durante toda la novela, (desde su infancia hasta el final de sus días, una vez que han cumplido su objetivo de vida, donar sus órganos), con una individualidad muy precisa, con anhelos, sufrimientos, esperanzas y sentimientos perfectamente reconocibles.
El aspecto fatalista de la novela es uno de los que mayor impacto provocan en el lector. Lo más terrible de Nunca me abandones, no es la crudeza del fin que aguarda a estos jóvenes brillantes y llenos de pasión, si no la estoica aceptación con que lo afrontan. Ni Kathy, ni Ruth, ni Tommy llegan a plantearse en ningún momento la rebeldía frontal contra su suerte.
Sin duda es una gran novela de personajes, no sólo un relato alegórico, con tres protagonistas admirablemente retratados, que trazan con sus cambiantes relaciones un triángulo fascinante, tal y como lo define Eduardo-Martín. Todos ellos y los personajes secundarios están captados con mano maestra. Y parafraseando de nuevo a Eduardo-Martín, decir que al ver a los personajes moverse por entre las páginas de la novela, guiados por el obsesivo fluir entre pasado y presente de los recuerdos de Kathy, resulta invevitable pensar en el arte para la caracterización de mi admirado Henry James, así como en el de otros grandes maestros de la narrativa del siglo XIX, a los que tanto debe la obra novelística de Kazuo Ishiguro.
Apoyada en la perspectiva narrativa de Kathy, esta novela habla también de la recuperación imposible de la infancia y la juventud. La narradora reconstruye el pasado, justifica el presente en virtud de lo que fue el pasado, y al hacerlo otorga un cierto sentido a su propia existencia. La mirada de Kathy es elegíaca, teñida de aguda melancolía y de un hondo sentimiento de pérdida. No hay detalles vacíos, no hay sucesos inanes, todo acontecimiento tiene su por qué, así sabremos el por qué del título de la obra, en uno de los pasajes, oyendo una cinta de casette.
También estoy de acuerdo con el profesor Eduardo-Martín en que es difícil imaginar un final más desolador pero al mismo tiempo más hermoso. Cuando cerré el libro, me quedé con un amargo sabor. También entendí la lección, la fábula moral: la estoica aceptación del doloroso deber que les aguarda.
Sin duda me quedó una sensación de haber leido auténtica literatura. Justo lo buscaba cuando paseaba por los pasillos de FNAC. Un libro, que sin duda, por su sencillez en la prosa, por su desparrame de sentimientos, por todo lo que propone sin proponerlo, me encandiló de principio a fin y se ha colado en mi estantería de Favoritos. Ya me contaréis si se cuela también en la vuestra. A mí, sin duda, me ha dejado marcada. Me ha dejado huella. Y eso es lo que hoy día, le pido a un libro.
Nunca me abandones, en el cine:
No pude evitar ver la película, dirigida por Mark Romanek, una vez que asumí el final, y pasados unos días, de relectura de algunos pasajes. Decir que me decepcionó puede resultar exagerado. Hay partes buenas. Los personajes están bien construidos. La fotografía es genial, exquisita, (gracias a Adam Kimmel). Hailsham es Hailsham, un edificio tal vez de estilo Tudor, enmedio de la campiña inglesa. Hasta las profesoras son probablemente tal cual las describe Ishiguro, y las Cottage, el lugar al que los adolescentes van una vez alcanzada la mayoría de edad y la graduación en Hailsham. Todos los lugares de la película, se corresponden con los del libro, todas las caracterizaciones. Todo. Sin embargo... y aquí está el pero, resulta lenta, algo fría, poco explicativa, (le hubiera faltado más cinta, más minutos, tal vez una hora más, que quizá la habría hecho insoportable, y por eso la premura), y solamente hice míos los sentimientos de los personajes porque ya los conocía del libro, porque los viví en el libro, porque sufrí con ellos en el libro. El desarrollo es monótono y a veces aburrido.
Fantástica la actuación Darey Mulligan. Fantástica Keira Knightley en las escenas dramáticas, sobre todo la del quirófano. Y fantásticos los tres niños que encarnan a los personajes en su infancia: Isobel Meikle-Small, Ella Purnell y Charlie Rowe.
Cuando terminó la película lloraba a moco tendido, por ellos, por mí, por todo. Pero no sé si fue porque ahí se acababa mi historia con Nunca me abandones o por la suerte que corrieron los personajes, que no podía ser otra, o porque Ishiguro lo hizo tan bien, que aún viendo una película pobre en algunos detalles y rica en los importantes, se queda corta al lado de la maestría del libro.
Una propuesta de lento discurrir y contenido desaprovechado que demuestra que una idea interesante, una notable realización y unas sólidas interpretaciones no bastan para confeccionar una buena película. (Su devenir en la cartelera norteamericana fue desastroso).
I.M.G