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miércoles, 6 de junio de 2012

Novecento

Alessandro Baricco es uno de mis escritores de cabecera. Como muchos otros  lectores, lo descubrí con Seda. Y no me atreví a leer Seda hasta que, hace unos años,  una de mis cantantes favoritas, Ana Torroja, comentó que era uno de sus libros favoritos y me entró la curiosidad.
Me lo leí del tirón. Me lo bebí.
(Escribí una crónica hace tiempo Lee aquí).
 Así pues, esta entrada quiero dedicársela a ella, que me descubrió a este autor, que con perdón de Andrés Neuman, y de mis compañeros de puntoyseguido, se ha convertido en uno de mis autores masculinos, imprescindibles y favoritos.

Tal vez sea que sus novelas siempre oscilan entre lo real y lo onírico, tal vez su estilo narrativo original y directo, sus giros, registros, escenarios, personajes y  narradores tan imposibles y surrealistas, en su incesante búsqueda y consecución de deseos y sueños, que a veces me recuerdan a... ¿mí?

Dediqué otra entrada de este blog, (de las más leídas por cierto, gracias),  a su novela Tierras de Cristal (Lee aquí), una fábula llena de emoción, amargura y sensibilidad que me atrapó desde la primera palabra hasta la última.

Después leí City, Sin Sangre, Océano mar, Esta historia y Emaús. Todas recomendables si os gusta el estilo tan peculiar de Baricco. Yo creo que es de esos autores que te gustan muchísimo o no te gustan nada. Yo, como mi amigo Pedro Rojano de puntoyseguido, soy de las que cayó en sus redes.


Hoy quería hablaros de Novecento (1994), una obra de teatro escrita a modo de monólogo, que leí hace más de un año y que estos días estoy volviendo a releer. Me resulta absolutamente fascinante.
Novecento fue escrito, como nos cuenta el autor, para el actor Eugenio Allegri y el director Gabrielle Vacis y se estrenó en el festival de teatro de Asti de 1994.


... un relato para leer en voz alta. No creo que exista un nombre para textos de esta clase. De todos modos, poco importa. A mí me parece una historia hermosa que valía la pena contar. Y me gusta pensar que alguien la leerá.
                                                                                                       A. Baricco

Novecento cuenta la leyenda del pianista Danny Boodman T.D. Lemon Novecento, que nació y vivió en el Transatlántico Virginian, (que hacía la ruta entre Europa y América en la época de entreguerras, con su carga de millonarios, turistas, emigrantes...),   y que nunca lo abandonó. En él, aprendió a tocar el piano de la nada, y llegó a tocar como ningún otro. El pianista más grande que ha tocado en el océano. Sus manos eran capaces de tocar las melodías más hermosas, mágicas e inauditas que pudieran imaginarse. Su mejor amigo, un trompetista, es testigo directo de su historia. Y Jelly Roy Morton, el autodenominado inventor del jazz, aparece como un personaje que se bate en duelo al piano con Novecento.

Tocábamos porque el océano es grande y da miedo,
tocábamos para que la gente no notara el paso del tiempo,
y se olvidara de dónde estaba, y quién era.
Tocábamos para hacer que bailaran
porque si bailas no puedes morir,
y te sientes Dios.
Y tocábamos ragtime porque es la música
con la que Dios baila cuando nadie lo ve.
Con la que Dios bailaría si fuera negro.

Novecento nunca llegará a pisar tierra, pero conoce las ciudades, y a la gente de las ciudades, del mundo.

Quizá no había visto nunca el mundo. Pero hacía veintisiete años que el mundo pasaba por aquel barco, y hacía veintisiete años que él, desde aquel barco, lo escrutaba. Y le robaba el alma. En eso era un genio. Nada que objetar. Sabía escuchar. Y sabía leer. No los libros, eso lo sabe hacer cualquiera, sabía leer a la gente. Los signos que la gente llevaba encima: lugares, ruidos, olores, su tierra, su historia...

Novecento es una obra imprescindible en mi biblioteca. Hoy quería compartirla con vosotros. ¿Escucháis la música? Sólo hay que pasar las páginas, una tras otra, hasta el final, y aún así sigue sonando. Suena siempre. Mágica. Inaudita. Hermosa.




Para A. T..



I.M.G.
@isamerino