Londres. Es temprano. Saco un billete para Alton. Es 09 de Abril de 2009. El tren viaja por la campiña inglesa y a medida que avanza en vez de recorrer millas o kilómetros, lo hace en tiempo, en años, en un par de siglos y sé que cuando llegue a Chawton, Jane me estará esperando. A mi alrededor no veo gente, veo personajes a los que regalarles una historia. Lo haré cuando regrese, pienso, pero sé que las historias y los personajes no se bajarán de ese tren ni de ese momento, por eso no he sacado mi cuaderno de viaje, por eso no me los llevo escritos con tinta negra, aprisionados por la gomilla. El tren se detiene. Los asientos son rojos, crujen. Las puertas se abren y estoy dispuesta a entrar en la época de la regencia, en la georgiana, o en la victoriana. Las tres me valen. Contengo la respiración. Un inglés de mediana edad se pasea por el andén. No lleva patillas, ni chaqueta con faldón o pantalón a media pierna. Se expresa como cualquier otro. El tiempo no se ha retrasado, pero yo estoy allí, en Alton, en el condado de Hampshire. Llovizna. Hace frío.
Llevo un mapa dibujado a bolígrafo en mi cuaderno. Parece el mapa de un tesoro. Lo es. Para encontrarlo he de coger un taxi. Es blanco. El conductor amable, con un bigotito a lo Charlot. A casa de Jane Austen, le digo, y cuando lo digo, en inglés, imagino a Jane en la puerta, esperándome. Me dará dos besos y me dirá, querida, te esperaba desde hace tanto... pasa. Y entro.
El taxista hace la ruta varias veces al día. Los extranjeros sólo llegan a Alton para preguntar por Chawton, la casa de Jane Austen. Conversa durante el camino, son sólo unos pocos kms. Yo me siento extraña, sentada en el lugar que ocupa el conductor de un coche en España. Muevo los pies sobre un acelerador y un freno invisible. Cuando el conductor gira, muevo los brazos como si girase yo el volante que no tengo. Y me parece un sueño. Un sueño en el que conduzco un coche sin pedales y sin volante. El copiloto guía el coche. Las marchas se cambian con la mano izquierda, se conduce por el carril contrario. No chocamos con nadie. Todos siguen las reglas contrarias a las que yo aprendí en la autoescuela y por las que me rijo en mi país. Es extraña Inglaterra, arraigada en sus costumbres. Me gusta.
En la parte trasera del taxi alguien se ha dejado unos zapatos altos, de tacón. Negros. El taxista los observa. Da las gracias. Me da una tarjeta. Lo llamaré cuando finalice la visita. Cuando se marcha pienso que cuando acabe el turno se pondrá esos tacones y se irá andando a casa, a través de la campiña, por un camino lleno de olmos. Entrará en un edificio de la época regente y cambiará los tacones por pantuflas y la chaqueta por una bata de guatiné y anotará en su libretita que fui una más de las que acudió a ver la casa donde una vez vivió aquella escritora. Y no recordará mi nombre porque no me lo preguntó. Anónima, escribe. Española.
Cierro los ojos un instante. El aire frío entra a mis pulmones. Despierto. Estoy en Chawton Village, en casa de Jane Austen, donde vivió sus últimos 8 años, donde revisó sus novelas, donde recibió las noticias de sus publicaciones, (excepto de las que se publicaron tras su muerte en Winchester), donde fue feliz tras una larga temporada en Bath que no la satisfizo, donde Lizzy Bennet y Fitzwilliam Darcy pasearon con ella y la ayudaron a mejorar sus Primeras Impresiones para transformarla en Orgullo y Prejuicio. Sobre aquella mesita, en hojas sueltas, al alba, a solas, con pluma y tinta negra. A mano. Y observo el camino. La lluvia ha cubierto la carretera de charcos. Son espejos. Chawton cottage se refleja en ellos. Adonde quiera que mire, la casa está allí. Con su tejado negro, salpicado de chimeneas, con sus ventanales blancos sobre paredes rojizas. Una enorme placa en la pared recuerda a Jane. Los tulipanes curiosean en la entrada, como yo. Me acerco al jardín. Ha dejado de llover. Me siento en un banco. Quiero pensar que allí se sentaban Jane y Cassandra a contarse sus cosas, a conversar sobre algún borrador, a retocar a algún personaje, a ver pasar a la gente. Buenos días Srta Austen. Buenos días, contestan las dos.
To be continued...
I.M.G.
Diosss mi querida Isa, estoy tan feliz de haber encontrado este rinconcito.... sé que quizás no me creas, pero me he emocionado de veras leyendo tu relato de viaje; estuve a tu lado en ese tren y en el taxi, y pude deleitarme contemplando la casita de Jane... ¡Yo también la vi a ella paseando por el jardín con su querida Cassie, acariciando con la yema de los dedos las ramas esbeltas de la lavanda! Con esos dedos suyos finos, manchados de tinta, y testigos mudos de tanta historia y tantas pasiones encerradas en cada gota de tinta.
ResponderEliminarAmo a Jane Austen , es una de mis musas inspiradoras, soy una fanática de la época de Regencia, Georgiana y victoriana... siento cada letra que tú has plasmado aquí, porque comparto contigo esas ansias, ese sueño de pisar un lugar que es algo así como un sancta sanctorum...
por favor, continúa pronto el relato.
Tu fiel lectora y (espero) nueva amiga bloggera
Muchísimas gracias por tu entusiasmo nueva amiga bloggera, realmente me han emocionado tus palabras. Tal vez tú tampoco me creas, pero es cierto. Tendremos que creernos ambas dos, con la certeza de la obviedad. Agradecerte también tu compañía en mi llegada a Chawton. ¿Tú también observaste las lavandas? Janey trató de presentarse. No era necesario. Tú y yo ya habíamos estado allí antes, en otra etapa, en otra época, cogidas del brazo, paseando por Chawton, tomando té con las hermanas Austen. Somos viejas conocidas, por eso todo esto no es casual, aún andamos reencontrándonos por los distintos paseos, bien por senderos ingleses, bien por libros o películas de época. En todos ellos hay algo de nosotras. Por eso tú y yo ya nos conocíamos, ¿no te parece?
ResponderEliminarEn estos días te contaré cómo Jane me invitó a su casa, cogidas de la mano, manchó mis dedos de tinta y dejó unas marcas. J.A. Aún puedo verlas en las yemas de los dedos con los que escribo. En mi mano derecha.
Hasta pronto y nuevamente gracias por tu ilusión, hace que crezca la mía y que ansíe seguir compartiendo lo que siento por aquella época, con personas, que como tú, también las sienten y me comprenden.
Besitos
Isa Merino
¡Qué bien lo cuentas, Isa!
ResponderEliminarjajaja, gracias Inma!!! Creo que todo esto ya te lo conté en persona, pero seguiré contándolo por aquí, así recordamos juntas otra vez ;-)
ResponderEliminarEsta semana no nos vemos, pero espero que la siguiente sí, eh, no me tengais en ayunas de vernos hasta septiembre, aunque sea sólo las chicas.
Besitos
Me encanta Jane Austen, soy Austenita declarada; y me ha gustado mucho esta entrada. Tienes una nueva seguidora. Me verás por aquí a menudo...
ResponderEliminarUn saludo,
Gracias Carmen, yo también soy una "Austenita" declarada. Siempre es un placer conocer a miembros de la familia, pues somos una gran familia, la que creó Jane. Poco a poco nos vamos encontrando todos.
ResponderEliminarUn beso y gracias por pasear conmigo por Chawton.
Isa
P.d. En estos días proseguiré mi relato sobre mi primera visita a la casa de Jane en Hampshire.
Acabo de descubrir tu blog, y me ha encantado! me quedo por aquí! :)
ResponderEliminarVoy a leer tus crónicas de la visita a Chawton Cottage!! Me gustaría tanto ir,..! Jane Austen es una de mis escritoras preferidas!!! la adoro :)