jueves, 27 de mayo de 2010

Antes de dormir

No voy a reconciliarme con Picasso a estas alturas.
Se me quedó grabada su imagen, entre ceja y ceja, el día que pisé por primera vez el Instituto. No me gustó su mirada desde el cuadro que daba la bienvenida cada día a los alumnos. Eso es todo. A veces puedo ser así de superficial. No me interesé por su obra, sólo por el año de su muerte, el mismo año que nací yo. Desde entonces estamos enemistados.


Él me sigue mirando de reojo desde cualquier rincón malagueño y yo aprieto el paso, vuelvo la mirada hacia otro lugar y le digo que sí, que me encanta el Guernica, que no me canso de mirarlo y que sufro por no verlo colgado en la nueva estación de trenes María Zambrano. Le digo otras muchas cosas y él a veces se carcajea, pero son bromas nuestras, contarlas al detalle le harían perder su chispa y su ironía. Pero no es de Picasso de quien quiero hablar. No me sonsaqueis, que no voy a hablar.


En fin, se trata de su anorak. Sí, Picasso tenía un anorak, como cualquiera, ¿por qué no iba a tenerlo?. Y no, no lo encargó a un modisto parisino, y no, no estaba pintado por él, no era un anorak tuneado por sus pinceles. El encargo lo hizo a un sastre de Barcelona, padre del escritor José Antonio Garriga Vela. Y de esto sí que quiero hablar.


Llevo varias noches vistiéndome con este anorak, justo antes de dormir. Picasso me lo ha prestado. Ya he dicho que somos amigos. O no. No, no lo somos, de acuerdo, lo dije antes, aún no nos hemos reconciliado. Pero me lo ha prestado, ¿qué hay de malo? Yo me lo pongo y me queda bien. Subiré una foto un día de estos, aunque entonces también querreis tenerlo. Está bien. Me lo pensaré. Pero sabed que El anorak de Picasso es una historia verdadera. Si no me creeis acudid a una librería. Ahí teneis todos los datos. La clave es: Candaya. (Pero yo no os lo he dicho ;-) )



Es un libro interesante. Acudí a su presentación en el Aula de Cultura Sur de la Plaza de las Flores de Málaga. Cuando terminé de oir la presentación del escritor Juan Bonilla, ya quería tener el libro en mi poder, pero aún tenía que oír a Garriga, el escritor del mismo, y a Pablo Aranda, (que esta vez no dijo ni mú), y a Olga, la editora. Cuando algo me apasiona, y de repente ese libro, del cual sólo conocía la portada, lo hacía, necesito tenerlo ya y para siempre. Ahora no puedo soltarlo y me llama desde el escritorio. Y lo acuno antes de disponernos a dormir. No considero, a mi entender, que sean relatos. Tampoco novela. Pero engancha. Sí que engancha. Y yo quiero escribir como él, con su sencillez y su maestría. Y abro una página y leo: Ahora voy en el tren, de regreso a Málaga. Y yo también quiero regresar, pero no puedo, porque estoy aquí, pero regreso con él, embargada con su sentimiento. (Cursilada. Lo sé. Apuntada queda) Yo también estoy viajando, en pijama, desde mi cama, (ups, cacofonia), hacia mi ciudad. Y llego a la estación y no está el Guernica.





Llego a la página 91. El escritor no siempre es consciente de todo lo que escribe. Cierto, digo mirando cientos de folios acumulados encima de mi escritorio. Si no existiera el lector no habría literatura. Cierto, digo mirando todos los libros que acumulo en las estanterías. Escribir es callarse. Joder, cierto también.





Y me callo y cojo la pluma. La compré en Hofburg, el palacio de Sissí. ¿O en Shombrung? mmm, en uno de ellos. Tiene la punta de un boli Bic. Era de las baratas, pero da el pego. Quiero usarla como hacía Jane Austen para escribir sus obras maestras sobre aquella mesita, a la luz de la mañana de su casa en Chawton (Alton). Y estuve allí y una mujer, no sé de qué nacionalidad, se dejó un par de zapatos de tacón en la parte trasera de un taxi. Los cogí y me los puse. Anduve por toda la campiña inglesa. Al final los abandoné en Londres. No eran de mi número ni caminaban leguas. No he logrado escribir nada hoy tampoco.





Llaman a la puerta, me quito el anorak. Es Jean Rhys. ¿Quién? Jean Rhys. ¿Quién? La del Ancho mar de los sargazos. Ah, vale. Entiendo. La que escribió sobre la mujer loca del Sr. Rochester, ese del que se enamoró la Jane Eyre de Charlotte Brontë. Ahora está claro. Me voy a nadar con Antoinette . ¿Quién? Ya te lo expliqué: la mujer loca. Resulta que se llama Antoinette. Cosway.









Esta es otra historia. Más larga. Más compleja. Nó sé si más literaria. No debería haberlas unido. Picasso, Garriga y Jean Rhys. Tres patas para un banco en el que me siento y no me caigo. He tenido la precaución de poner a Andrés Neuman como pata número cuatro, con permiso de Alfaguara. Andresito quiere contarme cómo viajar sin ver y yo cierro los ojos y le digo: ¡No veo, no veo, no veo! ¡Cuéntame! Y vuelve a deslumbrarme, como hizo con El viajero del siglo. Y me escapo con él. Y no sé si volveré para contarlo. Ahora voy a soñar con él. En este último viaje no se aceptan carabinas. No hay más pasajeros en su libro que él y yo. Su lenguaje es de caramelo.


Siempre me gusta leer varios libros a la vez, antes de dormir. Cojo uno, leo unas páginas, cojo otro, de él tal vez unos párrafos. Un tercero si hay tiempo, en él releo. El cuarto es el que no puedo dejar, el que me muestra la madrugada con otros colores, el que me hace mirar el despertador y decirle: un poquito más, unas páginas más. Bebo y bebo y me emborracho de letras y al día siguiente recuerdo algo, vagamente. Durante el día, cuando la luz me ciega y le pido prestadas las gafas de sol a Neuman, el anorak a Picasso, la locura a Antoinette y la coherencia a Garriga Vela, entonces recuerdo y pienso: ¡Dios, qué libros me estoy leyendo!


I.M.G.

6 comentarios:

  1. Me encanta que abras un espacio para leerte ¡ está claro que esta es tu pasión y la contagias. Te seguiré.

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  2. Gracias Anita. Los paseos deben hacerse siempre en buena compañía. Me encanta pasear contigo ;-)

    Besitos para ti y para María. Intento visitaros esta semana.

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  3. Isa, es bueno compartir lecturas contigo. Estos días tuve puesto el anorak de Picaso, y era como si Garriga me lo estuviera contando con su propia voz y su sencillez. Yo también quiero escribir como él, y perderme en los mundos mezclados de la ficción y la verdad.
    Y Antoniete ha sido mi amiga estos días. No encuentro el libro con la traducción de Elizabeth Power de Cátedra y ahora no quiero devolver el libro a la biblioteca. Lo voy sacando y resacando una y otra vez....


    Me alegra que tengas este espacio para compartir.

    B7s
    L:)

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  4. Loli, yo tengo abandonada a Antoinette, pero no porque no la estime, si no porque quiero dedicarle el tiempo que merece.

    Me leí Manhattan por el retrovisor, (quiero releerlo y darle mi opinión a Jose), me he leido "El anorak de Picasso", un par de relatos de Stevenson, me he releido Mansfield Park de Jane Austen y estoy con el de Andrés Neuman "Cómo viajar sin ver". Tengo una pila de libros pendientes sobre el escritorio y le he metido mano al de Ángel Zapata (Fuentetaja) de técnicas narrativas. Como ves, un no parar.
    Yo creo que retomaré El ancho mar de los sargazos en un par de semanas pues. Entonces, Antoinette tendrá casi toda mi atención. Digo casi, porque soy incapaz de leer sólo un libro, necesito trastear dos o tres a a la vez, antes de dormir.

    Nos vemos a la tarde.
    Besitosssssssss

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  5. Me encanta..... me acabas de despertar la curiosidad por ese dichoso anorak .... a buscarlo voy ...

    besos, iris.

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  6. jajajaj, gracias Iris, you´re great, darling

    Besitos

    Isa

    Posdata: ESpero que te guste. No es novela. No son relatos al uso. Es el gran Garriga.

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