martes, 16 de agosto de 2011

Viaje a Italia (Agosto 2011) 1ª Parte : Roma

Sábado 6 de Agosto de 2011  (Málaga - Roma)

El sábado 6 de agosto llegué por tercera vez al aeropuerto de Fiumicino, en Roma, sin embargo no recordaba mucho del aeropuerto que se va quedando obsoleto frente a los que he ido conociendo los últimos años. Decidí que este nuevo encuentro con Roma lo viviría como si fuese el primero, a pesar de los recuerdos de la primera visita en 2003, a pesar de los últimos recuerdos de cuando vine para ir al concierto de Madonna, en 2008. 

Nuestro vuelo salió "On time" de Málaga y llegó "On time" a destino. No tuve que esperar maletas, porque hace años que no acostumbro facturar. No me gustan las preocupaciones, y facturar, lo es, sobre todo cuando estás a la espera de que tu maleta aparezca entre las tantas que no se han perdido por el camino. Desde el propio aeropuerto, si no te lías por su mala señalización en algunos casos, se accede a la estación de trenes. Nos dirigimos en busca del Leonardo Exprés. Por el camino, le contaba a mi amiga que la última vez que estuve en Roma, mi amiga Mapi cuando fue a sacar los billetes en la ventanilla los pidió para el "Lorenzo Exprés" y se quedó tan pancha, mientras el resto nos reíamos por su lapsus y el italiano de la ventanilla la miraba con cara de decir "estos turistas....". Me acerqué a una ventanilla de Airport Shuttle Express, mientras mi amiga aguardaba la cola, y pregunté si allí vendían billetes también. La chica, amable, me explicó que si queríamos, nos llevaban en furgoneta hasta el propio hotel. De estos impulsos que a veces me dan, acepté, sin preguntarme si hacía bien o mal. Mi amiga estuvo de acuerdo. Dos parejas se sumaron a la aventura. Un italiano que pasaba la cincuentena nos indicó que subiéramos a la furgoneta por orden de cercanía de hotel. El nuestro era el Crosty y estaba cerca de la estación de Termini. Bajamos las últimas. El trayecto hasta el hotel se me hizo largo. Recordé que en mi primer viaje a Roma también fui en furgoneta hasta nuestro hotel. El recuerdo se hizo más real cuando atravesamos una vía que no había vuelto a ver desde aquel 2003, llamada Cristoforo Columbus. Recordé que nos hospedamos allí, en el hotel Caravel. Enseguida apareció el hotel y yo me asombré de mi buena memoria geográfica. El trayecto desde el aeropuerto hasta Termini duró algo más de media hora. (En tren nos habría costado 14€. En la furgoneta nos costó 15). Hasta entrar en Roma, mientras circulábamos por la autovía, daba la sensación de estar en España. Mismos campos. Mismas construcciones.

Eran las 15h cuando llegamos al hotel. Nos atendió un chico llamado Paco que hablaba español con acento italiano. Nos explicó que el hotel tenía overbooking, (esto me recordó a un viaje a Mallorca de hace años), y que nos enviaban a un apartamento que les pertenecía, a apenas un par de calles de allí. En compensación , nos dijo, es más grande, más bonito, y hemos dejado fruta fresca. Un botones hindú llamado Rafi, nos acompañó tirando de nuestras maletas, sorteando el empedrado romano. El apartamento era un piso amplio en una sexta planta a la que se subía en un ascensor antiguo y estrecho. El piso era luminoso, de largo pasillo decorado con espejos, cocina, salón, dos dormitorios, baño y una terraza amplísima a modo de ático.  Apenas pasamos unos minutos en el apartamento una vez se hubo marchado Rafi, lo justo para cambiarnos, coger algo de fruta y bajar al supermercado a por unos bocatas. Sólo teníamos una tarde para pasar en Roma y no era plan de perderla en un restaurante. El metro de C. Pretor estaba justo al lado del apartamento, en la calle paralera, a sólo 3 minutos. En apenas 2 paradas nos encontramos en el Coliseo. Ahí fue cuando nos dimos verdadera cuenta de que estábamos en Roma.



El Coliseo no me impactó tanto como en las ocasiones anteriores. Sentí que se trataba de un viejo amigo al que hace tiempo que no ves y saludas con alegría y añoranza, pero no con la ilusión de una primera vez. Han estropeado su fachada colocando las letras NERONE, que aunque no se aprecie en la foto, hay una letra en cada uno de los arcos de la segunda planta, hacia el lado derecho. Hacerte una foto con el Coliseo sin que aparezcan turistas, viandantes o tráfico danzante detrás de ti, es algo casi imposible. Creo que lo conseguimos en alguna foto, con el trípode que siempre nos acompaña en nuestros viajes y que compré en el Puente de Sant Angelo en 2008. Acercarse a una fuente a rellenar los botellines de agua, resultaba también complicado a esa hora. Las fuentes estaban abarrotadas y el calor era insufrible. Cruzamos y caminamos por la vía de empedrado romano antiguo, similar al de la vía Apia, entre el Foro y el Coliseo, de frente hacia el arco de Tito. Resultaba complicado mantener el equilibrio sobre aquellas grandes piedras.   En esta ocasión no había tiempo de visitar el Foro, el Palatino o el Coliseo por dentro, así que nos conformamos con recordar las visitas anteriores y rodear el Coliseo al completo pero por fuera, observando a turistas y a italianos que o bien vendían souvenirs o bien disfrazados de romanos de época, buscaban fotografiarse con los turistas y ganar unos eurillos con la broma. 

Conseguido el objetivo de rodear el Coliseo, cruzamos hacia la Domus Aurea. Desde allí se obtienen también unas fotos magníficas. Encontré la cafetería desde la cual puedes tomarte un dulce típico romano y un capuccino mientras miras al gran "coloso" por sus ventanales. Esta vez no entramos. Tampoco a la casa de Nerón, ni nos desviamos del camino para acercamos a San Pietro in Vincoli y deleitarnos con el Moisés de Miguel Ángel. Seguimos nuestro camino hacia el Mercado de Trajano, tal y como habíamos previsto, pero por la sombra y con nuestras botellas de agua llenas de agua fresca que manaba de una de las tantas fuentes romanas. Entramos por una calle que recordaba, a los Foros, tras hacernos con trípodes nuevos, y admiramos lo que queda del antiguo Foro romano, una vez más. De ahí subimos hacia la estatua de la Loba con Rómulo y Remo, y llegamos a los museos Capitolinos. El sol quemaba. Seguimos hacia la Piazza Venecia, sacrificando por la hora, la visita a la Boca de la Verdad, que ya habíamos visitado en anteriores visitas. El tráfico en esa zona es peligroso. Seguimos por la vía del Corso con un objetivo: llegar a la Fontana di Trevi. Caminamos por carreteras empedradas, entre calles de fachadas naranjas y ventanales marrones que me recordaron a algún barrio veneciano. Y llegamos. La Fontana di Trevi.



 No sé el número exacto de veces que he estado aquí. Frente a la fuente. Cámara en mano. Siempre me causa la misma impresión. Es apasionante. Única. Tremenda en su piccola piazza. Invita a soñar, y lanzando monedas a la fuente, soñamos y creemos, tal vez, en el destino. Demasiada gente la inunda. Apenas hay hueco donde pararse a admirarla. Hay que esperar turno para lanzar las monedas. Hay que regatear espacio para hacer una fotografía en condiciones, donde no salga nadie. La cosa se torna imposible, aunque todos lo intentamos, como si la fuente  nos perteneciera a todos y cada uno de nosotros y no quisiéramos compartirla. Esta vez tiré una sola moneda. Pedí un solo deseo. El primero que me vino a la cabeza. Un deseo que ya pedí las veces anteriores que anduve por allí. Los años pasan, pero a veces, los deseos, son los mismos. No cambian. 

Evitamos una gelatteria que no nos convenció, en la propia piazza, y seguimos la caminata casi en línea recta, sorteando alguna calle conocida, hasta llegar a la Piazza de España. No tardamos ni 10 minutos en llegar allí. La gente se había hecho con la plaza como si de una manifestación se tratara. Aún así me pude hacer una fotografía rellenando mi botella de agua en la fuente-barca de Bernini. Desde la escalinata que sube a Trinitá dei Monti, hice una fotografía a la vía Condotti, la calle más lujosa de Roma. Unos coreanos gritaban bandera en mano de Hyundai, Free Photo, para que la gente se hiciera fotos con ellos. Nosotras no nos acercamos y seguimos con nuestro periplo fotográfico y recordamos a Audrey Hepburn y a Gregory Peck en Vacaciones en Roma. Continuamos en línea recta hacia la Piazza del Poppolo. Por el camino me venían flashes de cuando paseé por allí con Mapi, o de cuando leí hace años el libro de El código Da Vinci. (Sí, yo tb lo he leído, me pese o no). Cuando llegué a la plaza recordé a Belén y también a Nuria, cuando nos subimos a  uno de los leones del monolito, frente a la Vía Borguesse. Esta vez sonaba Michael Jackson, una banda tocaba, y yo tarareaba la canción de Bohemian Rhapsody de Queen cantada por Josh Groban, Fireworks y Jar of hearts cantadas por Lea Michele. Recordé las crónicas de mi amigo Rafa sobre Roma. La describía vieja, dejada y maloliente. Yo la  he encontrado esta vez algo dejada, en cuanto a carreteras y aceras, pero con el mismo encanto de siempre. Eso sí, el metro es de los peores que conozco. Funciona bien, pero es viejo, sucio y feo.  A simple vista no parece seguro, aunque después lo sea. Supongo que están de reformas porque hay vagones nuevos, amplios, limpios y modernos, y otros sin embargo parecen sacados de una planta de reciclaje de vagones viejos. Las estaciones son antiguas y dan la sensación de estar medio abandonadas, aunque no sea así. 

Cogimos un metro, de los nuevos, desde la Piazza del Poppolo hasta Ottaviano. Nada más salir al exterior me acordé de mis amigos de Burgos, Javi y Jesús. En 2008 quedamos allí, el 6 de septiembre, para irnos al concierto de Madonna. Ese metro era el que solía usar cuando me hospedaba en el Grand Olympic Aurum. De camino al Vaticano compramos un helado. En todo el viaje, no he probado un helado mejor que aquel, y he comido muchos y muy buenos, que conste en acta. Lo pedí de fresa natural y de chocolate negro. Aún me relamo los labios. Su sabor se ha quedado impregnado en mi paladar. Buenísimo es quedarse corta al calificarlo. Atrás dejamos la pizzería L´Isola, donde los propios romanos reconocen que se elabora la mejor pizza de la ciudad. Yo la probé hace 3 años. Y ciertamente estaba buena, aunque las he probado mejores. Mismamente en Florencia, frente al Palacio Vecchio. Llegamos a la Piazza de San Pedro. La columnata de Bernini estaba siendo restaurada. Anochecía. Pasamos un buen rato haciendo fotos. Esta vez era imposible la visita a la Basílica. Nos conformamos con pasear por la plaza y admirar la iluminación nocturna. Seguimos hacia el Castel Sant´Angelo y el Pont Sant´Angelo. Recorrimos los puestecillos, hicimos fotos, comentamos algo sobre la inmensa tumba de Adriano y el túnel que conecta el Castell con el Vaticano, y cruzamo el Tíber rumbo a Piazza Navona. En medio de todo estos, recuerdos iban y venían de los viajes anteriores, pero no los comentamos, nos limitamos a vivir el presente, que era perfecto. 

Me encanta la Piazza Navona. No soy la única, pues está a reventar de gente, de una a otra punta. Artistas. Pintores. Fotógrafos. Puestecilos callejeos. Venta ambulante. Músicos. Todo tipo de arte cabe en esta plaza.  Cenamos en el restaurante Navona, abierto desde 1958. Cenar frente a la fuente es como estar en una película y verla desde dentro. Tras cenar dimos una vuelta por la plaza y admiramos el trabajo de los artistas, compramos algunos souvenirs en las tiendas que cerraban no antes de la medianoche, caminamos por la Vía Emmanuelle y regresamos a la Fontana Di Trevi. Seguía abarrotada, pero verla de noche, iluminada, es aún más espectacular, si cabe, que verla por el día. La policía dispersó a los turistas para que el servicio de limpieza le diera un lavado de cara a la plaza. 

Era tarde, el día había sido largo y cansado, así que decidimos obviar el Trastévere y el Coliseo iluminado, que aunque merecen la pena, ya conocíamos de anteriores visitas. Nos dirigimos a la plaza del Tritón de Bernini y cogimos uno de los últimos metros. El metro cierra a las 1:30. 

A las 2 de la madrugada apagamos la luz de nuestras mesillas de noche. Pusimos el despertador a las 7:07 y lo que hicimos ese 7 de agosto, tras levantarnos, os lo contaré en la próxima crónica. 


To be continued...


I.M.G.


12 comentarios:

  1. ¡Cielo santo Madonna mía! ja ,ja... me has estresado y encima me has hecho recordar el rico helado, la buena pizza de la mamma italiana y ... mi gladiator!!! juas ,juas... tendré que ver esta noche la peli, hija, así estaré a tono con tu viaje a Italia, perdón... la bella Italia que te recuerdo... estuve el veranito pasado y ya conté algunas de mis risas allí ¿no? Pues te digo... de Roma fui a Florencia y me dí de bruces con Caravaggio igualito, igualito que el otro día en el Museo del Prado... me impactó... pero Italia... ah! qué buena la Itali... 10 puants!!! Bss... espero segunda entrega...

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  2. Como me has hecho recordar mi último iaje a la bella Roma. Envidia me das.

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  3. jajja, MariCari es que Roma hay que vivirla allí y aquí mientras se la recuerda, a tono con ella, con la bella Italia. El helado, la pizza, la pasta, la historia, los romanos... todo es de 10, excepto el metro, de ese carro no me bajo, ahí le doy mala nota.
    Caravaggio impacta donde te lo encuentres, darling ;-)

    Pronto hablaré de Pompeya, seguiré con la costa amalfitana, la Toscana, Siena, Florencia... trataré de ser breve y concisa, ¿lo conseguiré? ayyyy, qué me cuesta ser breve....

    Besis

    Isa

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  4. Tracy, lo importante es que la has vivido y la recuerdas, y eso, amiga, no hay quien lo borre. Que te quiten lo "bailao", ¿no?

    Besos

    Isa

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  5. pues bien, ya he visitado yo tambien otra vez la ciudad... que lujo de detalles ¡¡¡ (por cierto que la tecla de la tilde de mi ordenador esta rota) un beso isa ¡¡

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  6. Anita, qué lujazo verte por aquí. Gracias. Me encanta que hayas visitado de nuevo Roma, leyendo mi crónica. Roma es única para cada uno que la visita, por eso hay tantas aunque sea sólo una, tú me entiendes.
    Siento que tu tecla de la tilde esté rota, para mí sería un mal rato tremendo. Me llaman doña tildes, ya sabes, jjjajaja.

    Un besazo, guapa

    Isa

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  7. "Los años pasan, pero a veces, los deseos, son los mismos. No cambian." (a veces sí cambian un poquito)

    Isa, me gusta pasear contigo por Roma, ver con tus ojos eso lugares tan emblemáticos. Pero debe ser agotador y maravilloso, ver tanto en tan poco tiempo.

    Me gustó mucho tu crónica.

    Muchos abrazos

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  8. Sí, Loli, a veces cambian un poquito, pero yo pienso que la esencia es la misma, a mi entender, o al menos mis deseos actuales son muy parecidos o quizás sí que son los mismos pero con otra cubierta, de los que tuve siempre.

    Seguramente en un futuro próximo viajemos juntas por ahí, y si todo va bien, con uno de nuestros libros bajo el brazo ;-)

    Gracias y por cierto, una tarde muy bonita, habrá que repetirla ;-)

    Un besote

    Isa

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  9. ¡Jo, Isa! con la lengua fuera me llevas, que carrerón y cuantos detalles, que se agradecen ¡eh!. Es un lujo de crónica.

    Besitos

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  10. Gracias Ely, la verdad es que contándolo parece un carrerón, pero luego estás allí y vas paseando, haciendo fotos, bebiendo agua, comentando, riendo, parando aquí y allá... y hasta que no llegas al hotel y lo piensas, no parece que se haya hecho todo eso en una tarde.
    De todas maneras ayudó el hecho de que ya conocía Roma. Sobre todo, estos lugares que relato en esta crónica, los conocía ya bastante bien de ocasiones anteriores y de lecturas varias, ya que soy una entusiasta de la historia, el arte y la arquitectura romana.

    Besitos
    isa

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  11. Hola Isa!
    Cuantos recuerdos me han venido a la mente mientras leía la entrada. ¡Sentía que paseaba de nuevo por las calles de Roma! Qué recuerdos! Pero hace tanto tiempo que fuí...
    La verdad es que es una ciudad mágica y magnifica :)

    Saludos,
    Susan

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  12. Hola Susan, me alegra que te hayan surgido recuerdos, se trataba de eso, no sólo de enumerar las cosas que vi o pude hacer en Roma, sino que el que haya estado recuerde el suyo propio y el que no, desee visitar esta ciudad tan mágica y magnífica, como bien defines. Me alegra, que hayas vuelto allí, de algún modo, conmigo.

    Un besazo

    Isa

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