Las conferencias relatadas son sólo aquellas a las que yo tuve ocasión y suerte de asistir. Sin duda hay muchas que tuve que sacrificar por falta de tiempo o porque se pisaba con alguna que me interesaba especialmente. Una de las sacrificadas fue la de Poesía a la interperie, de Luis Eduardo Aute, en la que intervenían Charo López, Vicente Verdú, Fernando Beltrán y José Luis Temes, con la bienvenida de Ofelia Grande de Andrés. El artista leyó algunos de los poemas de su nuevo libro: No hay quinto animalo.
1.Los errores más frecuentes en la escritura de la novela y como evitarlos , por Cristina Cerrada.
2.El motor de la creatividad, por Marisa Mañana
3.El amor por las palabras, por Antonio Rómar
4.Iniciación a la novela, por Jorge Eduardo Benavides
5. Leer para escribir, por Gloria Fernández Rozas
6. La lectura vinculada, por Antonio Rodríguez Menéndez
7. La nueva ficción televisiva, por Jordi Costa
8. Poe+, curso exprés de creación poética, por Luis Luna
Sin duda, el año próximo volveré y a ser posible, con mi grupo puntoyseguido al completo. Ha resultado una experiencia inolvidable. Por eso he hecho tanto hincapié en comentarla. Sin duda la mitad de los recuerdos y vivencias siguen conmigo y espero que algunos, los que aquí os dejo, se queden con vosotros también. Aquí podeis visitarnos cuando gusteis.Si os parece, voy a relataros mis últimos minutos en el Festival, las últimas cara que vi o saludé, los últimos escalones con letras que bajé, el último sueño en el Astoria y el paseo hasta la estación de Atocha. Con el Ave, no sólo llegamos Loli y yo de vuelta a Málaga, nos trajimos parte del festival y de sus ponentes, con nosotras.
Mientras llegaba el público yo observaba cada uno de sus pasos. Era difícil no hacerlo, lo tenía delante de mi barbilla, delante de mi nariz, junto a la punta de mis zapatos, casi rozando el filo de mi vestido. Organizaba el proscenio.
Andrés no venía a hablar de sus libros, ni a dar una charla sobre literatura o sobre cómo viajar sin ver. Nos introdujo al personaje de Edgar Franz Milton sin demasiada presentación explícita, pues de todos es de sobra conocido este autor sarcástico, irónico, et etc, que tiene por costumbre, mala o buena, siendo él, suicidarse continuamente.
Andrés encendía su Apple blanco, daba algún sorbo de agua y sonreía al público mientras Camino nos daba algún apunte sobre los méritos, sobradamente conocidos, de Neuman. Mientras la oía, y casi podía repetir cada frase que ella decía, me acordaba de algún fragmento del manuscrito encontrado de Edgar Franz Milton redactado horas antes de lanzarse a las vías de un tren de alta velocidad en Boston:
...cosas que prometo no hacer nunca en mi próxima vida de escritor, (eran 40, pero citaré sólo alguna de ellas):
5. Buscarme culpablemente en las estanterías cada vez que entro en una librería. Es muchísimo mejor hacerlo sin culpa.
6. Rematar siempre mis relatos con Entonces comprendió....
10. Llamar aduladores a los admiradores ajenos, y compañeros de estética a mis aduladores.
14. Sostener que los críticos que no me elogian en realidad no han leido mis libros o lo han hecho demasiado rápido.
30. Decribir emotivamente la amistad que mantuve con escritores difuntos a quienes desprecié en vida.
38. Pensar en los lectores antes que en los personajes.
Cuando se apagó la luz y comenzó el tintineo del hielo del vaso de whiskey que Edgar bebía, y que no nos abandonó en toda la velada, yo andaba recordando cuando este autor, ahora difunto pero entre nosotros, hablaba de la posmodernidad.Ocurrió antes de que ingiriese medio litro de desinfectante y agonizase en un hospitar de Tuckson en Arizona:
- ¿Qué opina de los jóvenes escritores? -le preguntó Matthieu Vivant de Les inrockuptibles.
- ¿Así en general? ¿Es usted idiota? -respondió Edgar.
- ¿Lee usted en español?
- Naturalmente, ¿usted no?
- Me temo que no.
-Así le va, feo, gordo y anglófilo.
-Perdone pero son francés
- Mucho peor, feo, flaco e intrascendente. Por lo menos lo otro podía haberle interesado a Kennedy Toole. Con usted no habría manera de hacer una novela decente.
La sala estaba en penumbra, sólo iluminada por el flexo que iluminaba la cara de Andrés. Todos escuchábamos esa voz seca, de ultratumba, sarcástica, cruel en alguna ocasión. Andrés preguntaba y Edgar respondía, siempre tras beber un sorbo de su vaso de whiskey y hacer tintinear el hielo.
Mi libreta de pasta roja, cargada de vivencias de todo el año, se encontraba en mi bolso. No tomé nota absolutamente de nada. Me dediqué a escuchar y a no apartar la vista de Andrés o de Edgar, de Edgar o de Andrés, y a vivir el momento. Tampoco usé demasiado la cámara. Tal vez tenga 4 ó 5 fotografías, todas primeros planos, que me reservo. Nada más.
Soy de las que opina que a Andrés hay que vivirlo y escucharlo y oirlo y leerlo, sobre todo leerlo.
Cuando terminó la charla sentí ese hormigueo extraño que me invade cuando finaliza un concierto, cuando finaliza un viaje, una excursión, un día de playa o de invierno, que ha sido disfrutado con ensañamiento y alevosía. Es la sensación de ¿y cuándo la próxima? y quieres que la respuesta sea ¡YA!
Le di la enhorabuena a Andrés, me firmó, tal y como quedamos, Bariloche y El último minuto y me quejé de no haber encontrado Una vez Argentina. Andrés hizo amago de levantarse y me dijo que quería regalármelo. Me preguntó si seguía la librería abierta. Negué con la cabeza, sonriendo, eran lo menos la 1 y algo de la madrugada, aunque perdiéramos todos el sentido del tiempo y el espacio en aquellas paredes del Círculo de Bellas Artes madrileño. Noté un gesto de fastidio en su cara. Realmente quería regalarme ese libro. Sólo con el gesto, ya me lo había regalado. Es el gesto, el regalo.
Tras las dedicatorias, que guardo para mí, charlamos de alguna cosa más. De Granada, de algún lugar secreto, de Buenos Aires y de Santiago de Chile. La gente se agolpaba a mis espaldas, esperando su momento de gloria mientras yo trataba de estirar el mío.
¿Cuándo nos volveremos a ver? Esa era la gran pregunta. Casi vi un amago de respuesta que se difuminó con el murmullo de la gente. Loli le alargó un álbum de familia. Le había entregado otro a Camino. Andrés dijo que lo tenía y comentó que lo había leído cuando se lo regalamos y hasta se atrevió a hablarnos de algún relato. Loli se lo dio para que se lo regalara a quien creyera conveniente. Dijo que lo haría. Lo creímos.
Después llegaron los besos, las despedidas, las últimas sonrisas, el último minuto y la última mirada: Andrés saludando a la gente, firmando libros y apartándose la melena de la cara con un gesto.
¡Hasta pronto, Andrés!
Nos preguntó si bajaríamos a la fiesta de despedida. Dijimos que tal vez.
Cuando bajábamos en el ascensor infladas por el momento y desinfladas por el momento también, decidimos que aquel debía ser nuestro punto y final de Eñe. Por Neuman y por nosotras.
Nos despedimos de María igual que del Círculo de Bellas Artes, con pereza y con ánimos de que el tiempo corra y nos regale un reencuentro.
Ya de madrugada, en el Astoria, Loli se quedaba dormida y yo escribía mi crónica del día para mis compañeros de puntoyseguido. No sé a qué hora me acosté. Debía de ser muy tarde.
Madrugamos. El ruido de las ruedas de las maletas hacía eco frente a las Cortes, en la Carrera de San Jerónimo. No se nos cruzó un solo coche. Loli fotografiaba puertas y yo la iglesia de Los Jerónimos al fondo y la fuente de Neptuno más cerca. Cruzamos hacia El Prado y recordé que tan sólo una semana antes había estado Barbra Streissand con su marido, descalza, en la puerta. Debía haber sido ahora, en ese momento. Habría flipado encontrándomela. La habría reconocido entre todos los turistas y tal vez me habría atrevido a tararear con ella Woman in love, Memory o alguna canción de su película Yentl: Papa, can´t you hear me?
Atocha. Desayuno a medias. AVE. Silencio. Gotas de lluvia arañando los cristales. Una película mala en las pantallas de los televisores. Algún comentario suelto. Sueño. Nubes grises. Olivos. Alta velocidad. Sol. Málaga. Fin de trayecto. Despedida. De nuevo el calor y el verano. Último párrafo de la última página de la novela Eñe.
Subo al autobús que me lleva a mi casa.
FIN.
I.M.G.
Nota: Alguno me ha solicitado información sobre nuestro libro álbum de familia. Os remito a la entrada que escribí en el mes de Junio que tiene el mismo nombre. Ahí se explica cómo se concibió el librito, dónde, de qué trata, quiénes somos los autores, e incluso dejo un fragmento del principio de cada relato. En esa entrada podeis encontrar una dirección donde pedírnoslo directamente, si estais interesados. También podeis hacer el pedido a la librería Proteo y Prometeo Ocasión de Málaga. El precio, en la librería de ocasión, sólo durante estos días Navideños, será de 1€. Después de estas fechas podreis adquirirlo al precio de 3€, que es su precio habitual. Gracias por vuestro interés y espero que quienes lo leais o lo adquirais, me dejeis por aquí una crítica u opinión. Siempre son bienvenidas.
Fotografías propiedad de Isabel Merino González, excepto las primeras.
Muy buena entrada Isa, me quedo satisfecha y a la vez como explicarlo...supongo que se entiende.
ResponderEliminarHe disfrutado mucho con todas tus notas sobre Ñ. Me da "penita" que se acabe, pero bueno seguiré paseándome por esta mi calle.
Besos
Gracias Elysa, como sabes tus palabras me animan mucho a seguir escribiendo en el blog. Me alegra haber podido acercar el festival Eñe y lo que se vivió allí a personas que también hubiesen querido estar. He tratado de contarlo lo mejor que he podido en cada momento.
ResponderEliminarEl año que viene, más, y espero verte por allí y espero seguir viéndote por aquí. Gracias por tus paseos. Me encanta tu compañía.
Besos y Felices Fiestas
Isa