jueves, 12 de mayo de 2011

Recortables

No tiene aún los cuatro años y le ha pedido a su madre un regalo especial para el día de su santo. Aún no sabe lo que es el santoral, ni quiénes lo componen, sólo sabe que puede pedir cosas y se las regalarán porque es su santo. Su santo y el de su abuelo. El abuelo dice que no quiere nada, pero él sabe que sí, que se pirra por sus coches teledirigidos. Ha pensado que puede regalarle uno, el de color rojo que tiene ese mando tan complicado y que lleva tantas pilas. Siempre hay alguna gastada, por eso no anda y es con el que menos juega. En casa nunca hay pilas de repuesto, pero el abuelo siempre tiene. Un montón. En el mueble alto de la cocina, adonde él aún no llega. Pero si come muchas lentejas, come muchas zanahorias y bebe muchos vasos de zumo, llegará pronto. Se lo ha dicho la abuela. Y la abuela siempre dice la verdad.


Se ha sentado en su mesita y ha apoyado la cabeza en las manos mientras piensa qué es lo que quiere. Necesita un dinosaurio nuevo para su colección, pero cree que ya los tiene todos. La pizarra no se gasta nunca, porque el lápiz es mágico y el borrador también, los peluches de la cama lo hacen estornudar, y ya tiene patines, bicicleta, balón de fútbol, equipación de España y dos castillos y un faro de los clicks de playmobil. Le falta el barco pirata, pero tiene dos de la tienda de los chinos que dan el pego, porque flotan en la bañera y tienen cañones que lanzan bolas, y tienen piratas con espadas, parches y garfios. En realidad no sabe qué quiere, pero es SU SANTO. Su madre está bañando al hermano y pronto se acercará a su habitación y le dirá si lo ha pensado ya.


Ocurre.


- ¿Has pensado ya qué quieres por tu santo?

- Sí -dice a todo correr. (Ha aprendido en los últimos meses que si no respondes lo que quieres cuando te lo preguntan, después, los mayores, se olvidan de preguntarte otra vez).

- Mamá no tiene mucho dinero, y tu cumpleaños es el mes que viene. Tiene que ser algo baratito.


El niño se muerde el labio, se levanta de la silla y dice que quiere pis. Su madre se presta a acompañarlo, pero él dice que ya es mayor y se aleja por el pasillo camino del baño. Se baja los pantalones hasta las rodillas y antes de acercarse al váter descubre un estuchito de color negro sobre el lavabo. Lo coge. Lo inspecciona. Le da vueltas hasta encontrar la cremallera. Lo abre. Es como un estuche de herramientas, en vez de lápices de colores hay unos pequeños alicates, un cuchillito, unas tijeras y otras cosas que no sabe para qué sirven. Se sube los pantalones sin llegar a hacer pis y corre por el pasillo con el estuche en la mano.


- Quiero esto -le dice a su madre mostrándoselo.

- Esto es para hacer la manicura, hijo.

- Pues quiero unas tijeras.

- ¿Para qué quieres unas tijeras?

- Pues para recortar -dice.

- ¿Has hecho pis?

- No.

- Pues corre, antes de que te lo hagas encima.


El niño le devuelve el estuche a la madre y corre por el pasillo hasta el cuarto de baño. Se baja los pantalones hasta las rodillas, levanta la tapa y coge papel. Sonríe mientras el pis sale disparado. Tiene mucho. Sonríe pensando en las tijeras que su madre le regalará por su santo. Hará taaaaantas cosas con ella. Podrá recortar muebles, juguetes, ropa, flores... pero balones, no, piensa, porque son redondos y difíciles de recortar.


Se acuesta temprano y sueña con unas tijeras muy grandes, Dora está en el sueño, y Bob Esponja también. Lo acompañan a recortar montañas, árboles y flores. Hay muchos soles y tienen agujeritos en el medio, como los botones de la chaqueta del uniforme, y son de colores y de distintos tamaños. Como son redondos, Dora dice que no podrá recortarlos y los guarda en su mochila. Bob le pide las tijeras prestadas y asusta a Patricio con ellas. Es imposible esta esponja de mar, siempre lo hace reír.


Se despierta sonriendo. Ya es su santo y su madre le ha dicho que cuando vuelva del cole, tendrá sus tijeras de puntas redondas.


Ha pasado una mañana muy divertida. También era el santo de dos de sus amigos y la maestra y el resto de niños les han cantado una canción muy divertida y les han aplaudido en silencio, con las manos levantadas. La seño le ha dicho que son aplausos mudos. Le gustan, aunque no suenen.


Nada más llegar a casa sus padres le han dado los regalos. Al final había más, no sólo las tijeras, que le han gustado mucho porque eran rojas y ese es su color favorito. Le han regalado un cuaderno que es como un cuento pero sin letras, y su padre le ha dicho que son recortables, para que use sus tijeras nuevas.


- ¿Recortables? ¿Qué son recortables?


Ha llamado su tía por teléfono, para felicitarlo, y él le ha preguntado qué son recortables. Su tita siempre lo sabe todo y se lo explica de una manera que él puede entenderlo y así explicárselo después a sus primos más pequeños. Su tita le ha contado que ella también jugaba con recortables cuando era como él.


- ¿De verdad?


Y le ha contado una historia muy larga que él habría querido recortar con las tijeras, pero su madre dice que las palabras no se recortan con tijeras. Su tita habla mucho. Le ha dicho que lo enseñará a recortar los muñecos y la ropita, y que le traerá fixo para ponerlo en el cuello porque los muñecos de los recortables suelen ser cabezones y se les parte el cuello y hay que pegarlos con mucho fixo, como si fueran bufandas invisibles que siempre tuvieran que llevar puestas. Su tita debe estar confundida, piensa. En ese cuaderno no hay muñecos recortables, ni ropita, ni cosas de esas que ella le cuenta. En su cuaderno de recortables hay un autobús, una nave de Star Wars, Planetas y Animales.


Le pasa el teléfono a su madre mientras su tía sigue enumerando muñecas recortables que tuvo, y cómo jugaba en el descansillo de la casa donde vivía de niña, a los recortables, con su amiguita de entonces, a la que sigue viendo ahora y que él conoce. Es muy morena y muy simpática y se ría mucho también. No sabía que ella también jugara a recortables. Su tía dice que sus amigas, las que él no conoce más que de oídas, le regalaron un libro de recortables cuando ella era ya mayor y que va a buscarlo y se lo regalará. Pero a él le gusta el suyo. Por eso le ha pasado el teléfono a su madre. Quiere empezar a recortar. ¿Cómo se hará?


Aprieta los dientes y se tira un bocado en la lengua mientras aprieta los dedos. Las tijeras cortan el papel y parten el planeta Tierra en dos.


Le pide el teléfono a su madre, que aún habla con su tita.


- Tita, tráete el fixo, por favor, por favor. Los recortables de ahora también lo necesitan.




Dedicado a: Angelita y a Alejandro.




I.M.G.

6 comentarios:

  1. ¡Madre mía! Los recortables, cuantos ratos agradables me han proporcionado y con mi hija como no encontraba por ninguna parte, los tuve que crear yo, hay un montón de tardes divertidas con ellos.

    Besos sin recortes.

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  2. Ay, Inma, qué agobio, eh. Igual es que como hoy os veo, me ha vuelto la lucidez literaria o tal vez mis sobrinos me inspiran, o tal vez que me dijiste que dejara de llamarme ñoña de una vez por todas, jajaj.

    GRACIAS

    Te veo en un ratito.

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  3. Elysa, en realidad quería hablar de los recortables, pero me puse a divagar sobre las tijeras de punta redonda y el niño que las pide para su santo y no quedó lugar a contar mis historias con ellos. Son tantas... Tengo tan buenos recuerdos...

    A esa amiga que compartió mis primeros juegos y mis primeros recortables, y a la que gracias a Dios sigo viendo, y a mi sobrino mayor que empieza a recortar, va dedicada la entrada.

    Un besazo y gracias por recortar tiempo para para pegarlo en mi blog y estar conmigo.

    Isa

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  4. Yo había dejado un comentario, supongo que con todo el lío de Blogger se ha perdido. Pues eso que te decía que me encantan he jugado mucho y hubo una época que no los encontraba para enseñarselos a mi hija, y me toco crearlos a mí.
    Me imagino que se lo va a pasar de maravilla.

    Besitos

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  5. Ay, Elysa, esto de Blogger ha sido un descontrol. Leí tu respuesta y te contesté. ESpero que no les dé por actualizar más, que no veas, qué semanita de errores...

    YO empecé a jugar a los recortables siendo muy niña, con la amiga a la que le dedico el escrito, no llegábamos a los 5 años y tengo muy buenos recuerdos de entonces. Jugué a recortables durante años y aunque eso es lo que quería contar, me pareció más actual contar cómo ahora siguen existiendo pero también los hay de muchas otras cosas, no sólo muñequitas a las que cambiar la ropa.

    Un beso y gracias por compartir conmigo tus anécdotas al respecto.

    Un beso y voy a escribir una parte más de Cruz de Navajas.

    Isa

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