domingo, 28 de noviembre de 2010

Festival Eñe (12-13Nov.Madrid) 5ª Parte

Sábado 13 de noviembre. Madrid amaneció con el cielo cubierto de nubarrones curiosos, sin ánimo de descarga, pero sólidos y nada huidizos. Quietos. Con el viento a su favor. Eran las 9 y media cuando cruzamos una calle Alcalá silenciosa, vacía, serena. Sin coches.




Llegamos al Hotel de las Letras, en Gran Vía y dimos nuestro nombre. Estábamos en la lista. Subimos las escaleras admirando los azulejos de colores y las pinturas de las paredes. Paramos a hacer alguna foto. En la primera planta tenía lugar el desayuno buffet de los escritores, ponentes, lectores, público y organizadores del festival Eñe. Buscamos un hueco en una de las mesas a compartir. Un poeta leía en voz alta. Un pianista tocaba. Unas mesas redondas exhibían las exquisiteces del desayuno. No vimos a ningún escritor conocido. Por las enormes cristaleras vimos el despertar dominical de la Gran Vía. Minutos más tarde, paseábamos por ella hasta la Plaza de Callao, donde en un conocido centro comercial adquirimos algún libro. De vuelta, ya en sentido contrario, nos encontramos con una cola paralizadora. Paralizadora porque quien pasaba ante ella se paraba para tratar de averiguar dónde comenzaba y dónde terminaba y qué nos perdíamos el resto de viandantes para no acoplarnos a ella. La cosa resultó sencilla: Doña Manolita. Administración de Lotería. Si no lo hubiera visto con mis propios ojos, habría pensado que se trataba de alguna argucia publicitaria del establecimiento.

En esta foto se puede ver sólo parte de esa larga cola o fila india o como se le quiera llamar. El principio de la cola estaba en Doña Manolita, el fin no se veía, probablemente llegaba hasta Sol. ¿Exageración? Tal vez, pero seguro que a mediodía podría llegar hasta allí. Eran sólo las 10 y pico de la mañana de un domingo fresquete y sin sol y allí estaba toda aquella gente, dependiente de su ilusión.

Nos paramos a conversar con un lotero ambulante que vendía en la puerta de Doña Manolita, llamado José. Vendía números de la propia administración, en su misma puerta, por tan sólo dos euros más, pero la gente prefería aguardar la cola. Extraña superstición la de la gente. Eso pensé. Loli y yo le compramos a José mientras él nos contaba el tiempo que pasó en Andalucía viviendo y nos deseaba la mayor de las suertes. La primera conferencia de la mañana era a las 11:30 y si seguíamos la charla con el pizpireto José, se planteaba seria la puntualidad a la misma.


Nos despedimos prometiendo volver si éramos agraciadas con los números que escogimos. Compramos uno para nosotras y otro diferente para nuestro grupo puntoyseguido. Al final todos le damos una oportunidad a la suerte y de alguna manera creemos en ella. Cuando nos falla, en el sentido más material, nos apoyamos en la que nos acompaña, en la cotidiana y al final nos encontramos felices con lo que tenemos. Qué suerte.

Cuando pasamos por delante del Hotel de las Letras nos encontramos a Garriga Vela y a Juan Bonilla, ordenadores en manos, peinados, acicalados, despidiéndose de Madrid y de paso de nosotras. Nos preguntan por el desayuno y le contamos. Reímos. Nos comentan que ya se marchan. Nos lamentamos. Garriga me deja un mensaje para Andrés Neuman. La conferencia de Andrés es la última, a medianoche, hora de brujos. Él nos tiene preparado un numerito que hace gala de esas horas. Nos despedimos de Garriga y de Juan y de camino al Círculo de Bellas Artes comentamos qué fácil debe ser, a veces, ser hombre. Nuestras maletas están a tope, con más ropa que si fuésemos a estar una semana en Madrid, los "porsis" se han venido con nosotras. Los hombre, en este caso Garriga y Juan, no llevan ningún "porsi" a cuestas. Su equipaje lo llevan en los bolsillos. El nuestro viaja sobre ruedas y aún así, pesa. Y mucho.


Llegamos al Círculo de Bellas Artes con la conferencia de Isabel Muñoz empezada. Sala Fernando de Rojas. 2ªPlanta. Nuestra compañera María nos espera allí. Isabel Muñoz y Doménico Chiappe hablarán del magnífico trabajo fotográfico de Isabel. que es dueña de un lenguaje visual único con el que ha irrumpido tanto en la fotografía artística como en el reportaje periodístico. Doménico y ella charlan sobre el oficio, los viajes, el testimonio y el compromiso. Detrás de ellos, en una gran pantalla, se exhiben distintos trabajos de la artista.


Isabel habla de sus fotografías, de los peligros que la han acechado en algunos destinos no recomendables, en la naturalidad de la gente de calle que ha posado para ella, de los desnudos, de las sonrisas, de los sueños. Y cuando dice sueños me viene a la mente uno de los que he tenido esta noche. Me pongo a escribir sobre él, a oscuras, en plena conferencia. Creo en mis sueños. Tienen parte de realidad. A veces me avisan de algo, pero sólo me ocurre con gente muy especial para mí. Esta ha sido una de esas noches. Me planteo llamar a esta persona. Es muy importante para mí. El móvil están en silencio. La sala llena de gente. La voz de Isabel es pausada, aterciopelada, dulce. Recreo el sueño en mi mente mientras se suceden una tras otra una serie de fotografías de un poblado africano. El sueño ha sido bueno, bonito. No hay que molestar a la felicidad. Que esté bien es lo importante y el sueño me dice que lo está. Eso me tranquiliza. Apago el móvil. Sonrío. Puedo verla sonreír. Sigo oyendo a Isabel.

Cuando la conferencia termina salimos a la zona de la librería y deambulamos por allí hasta que me encuentro con Isabel, a la que se acercan a saludar. Me acerco a darle un libro de álbum de familia y lo acoge encantada. Me pide que la siga, para hacernos una foto. Entra en la zona de libros, donde firman los autores. Una responsable de la organización me para, Isabel le dice que voy con ella. Me dejan pasar. Justo antes de sentarse a firmar su libro Obras Maestras, donde aparecen muchas de las fotografías que hemos visto en la conferencia, nos hacemos una fotos. Charlamos de algo poco trascendental. Sonreímos y nos despedimos con dos besos. Es de esas personas que cuando te hablan, te tranquilizan, te dan paz.

12:30. Sala Fernando de Rojas. Esther y Óscar Tusquets. Un mano a mano literario.
Los hermanos Tusquets cambiaron el panorama editorial de la España de los sesenta y fundaron Lumen y Tusquets. Hoy querían trazarnos un mapa del mundo y la escritura. Entro en la conferencia acordándome de mi amigo y compañero Pedro Rojano. Me ha señalado, que especialmente esta conferencia no debo perdérmela, ni la ocasión de regalarle un libro a los Tusquets. Tomo asiento en mitad del patio de butacas. Me llama la atención la edad de los hermanos, sobre todo la de Esther. Es una abuela, pienso, una abuela seria. Al final de la jornada pienso, es una abuela que ha vivido, una mujer que ha luchado, una abanderada, una abuela entrañable y socarrona, viva, con tantas historias que contar. Me pasaría horas oyéndola. Óscar no es menos atrevido que su hermana. Se lanzan quejas, recuerdos, chismes, rememoran, ríen, se piropean. Justo lo que hacen dos hermanos que se quieren, cuando tienen que hablar uno del otro.



Al principio me cuesta un poco entenderlos, tienen marcado acento catalán, luego se difumina y castellaniza o tal vez mis oídos se acostumbran a oírlos. Hablan de la España de los cincuenta, sesenta y setenta, de la literatura de entonces, de las editoriales de entonces. Y yo pienso que estoy muy verde y que tengo mucho que aprender. Tantos años dedicada a las ciencias me ha hecho perder mucho mundo literario. A veces pienso que he llegado muy tarde a "esto", pero es lo que quería. Es aquí donde quiero estar. Aquí y ahora. Sigue la conferencia. Los hermanos cuentan cómo partieron de cero en el tema editorial y cómo la ingenuidad al comienzo marcó sus pasos en este mundillo. Surgen en sus memorias, y así nos transmiten, las primeras ilustraciones, las primeras fotografías que les dio la idea del libro donde la fotografía y el texto ruvieran la misma importancia. Se mostraron muy interesados en sus comienzos por Vargas Llosa, Cela, etc. Óscar arropa a Esther con un bonito gesto de hermano. Ambos se interrumpen al hablar. Las anécdotas se suceden una tras otra. El público ríe divertido. Yo río también.

Comentan que el mundo literario ha cambiado tanto como el arquitectónico. Cuentan cómo en sus comienzos quisieron editar un libro de Samuel Becket y justo enmedio de las negociaciones le dieron el Nobel. Redactaron nuevos acuerdos y cambiaron las condiciones de contratación ya que ahora la puja por él sería importante. El editor de Becket les dijo que todo seguía como antes del Nobel, porque la literatura de Becket no había cambiado. Esto ahora es impensable, dijeron. Entonces, se sintieron horteras. Samuel Becket no le dio ninguna importancia al Nobel. Un tío antisistema y el sistema premia a los antisistemas. Esther interviene para decir que tiene la disciplina de leer poco los periódicos. Se hablan entre ellos, sin mirar apenas al público. ESther interviene lo justo, pero cuando lo hace, el público ríe. Es seria, con un humor peculiar. De repente me acuerdo del humorista Eugenio. Sólo tienen en común el catalán, pero también era un serio que hacía reír. Esther es cínica. Dice que el halago es contranatura en Cataluña y que lo que está bien no hace falta decirlo porque ya se sabe.

Óscar dice que la mayoría de los libros de Esther son autobiográficos. Ha explicado sus vivencias, la de sus amigos, familiares o conocidos. Un escritor hace eso por regla general, comenta. Esther dice que un autor no está en el argumento de su obra si no en su coma. Dice que es muy perezosa para documentarse y hacer ficheros. Me da pereza, dice, y miedo de esqcribir sobre algo que no conozco. Un autor está mucho más en sus novelas que en sus biografías. Por eso prefiere mil veces la ficción a la biografía. Cuando cuentas una anécdota una y otra vez del pasado, la conviertes en historia y ya se puede contar en un libro. Mi hermano, dice, acabará escribiendo ficción. La gente, prosigue, confunde intimidad con sexualidad. La intimidad es una cosa distinta a contar con qué señor te has acostado. Ahora estoy entusiasmanda con la escritura porque es una de las cosas que dan placer y que se pueden hacer hasta tarde, no importan los años, como el póquer, no el bingo, ese es un sucedáneo, explica mientras reímos. Sólo escribo aquello que pienso que sólo yo puedo escribir. Si algo no me interesa, no puedo escribirlo. Siempre será más bueno lo que te interese a ti contar, lo que va contigo.

ESther y Óscar comienzan a discutir, porque Óscar dice que no la entiende. Hablan de un homenaje que le hicieron a Esther por su 70 cumpleaños y también de la sexualidad de ella. Ella dice que para no dar ninguna explicación a nadie dice que es bisexual y punto. Comenta que algún marido de sus amigas no han podido terminar sus libros por inmorales. Se lo comentó alguna amiga del bridge, donde, según ella, hay gente horrible. Tener un hombre con el que no te aburres es maravilloso, dice riendo. El único hombre con el que no me aburro es con mi hermano Óscar. Es repelente, porque todo lo hace bien y yo todo lo hago mal. Soy tacaña con la ropa, parezco una zarrapastrosa si me visto con algo caro, conduzco mal, nado como un pato... Volvemos a reír.

Óscar puntualiza que no recuerdan las cosas igual y que por eso con los recuerdos nunca se ponen de acuerdo. Esther se queja de que Memorias de una vieja indigna debían haberlo escrito juntos pero que ella es muy rápida y él necesitaba un año y por eso no lo esperó. Ahora quieren hacer algo juntos. Hablan del proyecto. Y de ahí pasan nuevamente a los recuerdos, contando anécdotas de su infancia que no recuerdan de la misma manera. La visión de Esther nos hace reír, la de Óscar nos emociona. Esther comenta que su madre fue su gran trauma. Óscar cuenta que su madre fue su gran amor. A partir de ese momento, la madre de los Tusquets se hace con la sala, se eleva como protagonista, sus anécdotas se nos clavan y se vienen con nosotros. Ya no podré a olvidar a esa mujer nunca. Me recuerda a la madre de la protagonista de uno de mis cuentos. Lauren Bacall la interpretaría como nadie, pienso. Ellos dicen que Marlen Dietrich sería pefecta para encarnarla. Su madre tenía un humor cruel, era egoísta, injusta sin límites, pero a la vez interesante. Y así, esta señora que no sabemos si descansa o no en paz, vuelve a cobrar vida entre nosotros y la vemos pasear por el escenario, delante de sus hijos, contando sus propias historias tal como ella las vivió.

¿Qué les diría a alguien que quisiera ser editor? -alguien formula esa última pregunta. Toma la palabra Esther y dice: Que hiciera otra cosa, a no ser que fuera una loquísima pasión. Actualmente no le recomendaría a nadie que pusiera una editorial.

El público aplaude y comienza a salir. Yo, en dirección contraria, por el pasillo principal me acerco a saludar a Esther Tusquets, que acaba de bajar del escenario. Me saluda sonriente y siento ganas de abrazarla, pero me contengo. Es una abuela. Tengo debilidad por las abuelas. Me acuerdo de las mías y sin querer me emociono. Le regalo álbum de familia y lo acepta encantada. Mis compañeras se salieron de la conferencia para acudir a otra. Yo me quedé hasta el final. Miro a mi alrededor por si alguien puede fotografiarnos juntas. Pasa Óscar Tusquets. Un chico alto, rubio, guapo y sonriente se ofrece. Es el fotógrafo que me hizo la foto con María Tena justo la tarde anterior. Nos sonreímos cómplices. Le alargo la cámara. Está sin flash. Hay que repetirla. Esther sonríe paciente y se lo agradezco. Nos despedimos tras la foto. La veo salir, con nuestro libro en la mano. Avanzo por el pasillo con el fotógrafo. Le pregunto su nombre: Pablo.







Continuará...



I.M.G.


6 comentarios:

  1. Isa, gracias por compartirlo, y además tan exhaustivamente :) Me ha gustado mucho leer sobre todo aquello a lo que no pude asistir, por estar en otra charla.

    Un abrazo,

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  2. María, yo te meto en todas, aunque en alguna no estuvieras, porque durante ese fin de semana, todo el tiempo fuimos tres ;-)

    Besitos y espero que estés recuperada de tu catarro.

    Hasta pronto

    Isa

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  3. Isa, gracias de verdad por tomar notas y compartirlas.
    Es estupendo poder recordarlo todo con tanto detalle.

    Lo pasamos genial las tres.

    Un abrazazo
    L;)

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  4. Óscar y Esther Tusquest siempre he pensado que debe ser increible escuchar a estos dos, despues de leer tu crónica estoy segura.
    ¡Vaya! el fotógrafo ya tiene nombre...

    ¿Te repito otra vez gracias... o ya lo sabes?
    Un beso

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  5. A ti, gracias a ti, de verdad. Sí el fotógrafo tiene nombre, jajaj. No cuelgo la fotografía que nos hicimos porque no forma parte del festival, pero sí hablo de él porque forma parte de la crónica del Eñe que yo viví.

    Fue genial escuchar a los Tusquets y en esta crónica no cuento ni la cuarta parte de lo que se habló o vivió en esa conferencia. Como suelo decir: GREAT.

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